Dentro del conjunto enológico, el calado más espiritual es el llamado Calado de la villa, del que se tiene constancia que existe desde 1583. Entonces, Elciego pertenecía a Laguardia y se independizó cuando el rey de España Felipe II cobró esa independencia en maravedíes y en cántaras de vino. Y se sabe con certeza que salieron de este calado porque lo asegura un pergamino que se encuentra en esa sala. Desde allí el vino partió hacia Flandes, donde estaban combatiendo las tropas españolas.

Como muestra de respeto hacia ese lugar, la familia restauró esa zona del calado y puso 160 botelleros que pertenecen a todos sus distribuidores nacionales y a todos los países a los que exportan su vino. "Cuando ellos llegan, como no hay luz natural, se encienden 160 palmatorias y cada una de ellas ilumina a la persona física que es propietaria de estos botelleros. Es el pequeño rincón que les identifica en este lugar tan espiritual. No solo es para verse, sino que los propietarios pueden acudir para estar o catar un vino o para invitar a algún cliente que consideren adecuado".

Junto a esa sala hay otra, más reducida, donde se hacen cursos de formación, una meta constante de la familia. Para ello se adecuó esa salita con una iluminación similar a la de la luz solar, diseñada para que el iris de los ojos se mantenga en cuatro milímetros, para que puedan percibir el color.