- Además de Nanclares de la Oca, Iruña Oka cuenta con otras cuatro localidades que conservan historias y patrimonios culturales cuya visita es digna de planificarse. Ollávarre, Montevite, Trespuentes y Víllodas tienen sus propias personalidades y muestran un recorrido visitable, desde la cultura romana a la gótica y barroca, y todo ello en medio de unos paisajes espectaculares y conservados con mimo.

La primera de estas localidades, Ollávarre, fue nombrada villa en 1523 con el nombre de Ollabarri, siendo el conde de Orgaz señor de estas tierras. Entre su patrimonio cultural sobresale la iglesia de San Esteban Protomártir, que mezcla los estilos románico y gótico tardío tras unas mejoras del edificio. Y es que la iglesia está construida sobre otra anterior de estilo románico de la que aún quedan algunos vestigios en los dos tramos de los pies y la portada, además de conservarse también parte del muro de la epístola. Sin embargo, su aspecto actual pertenece a un estilo artístico denominado gótico tardío, de entre los siglos XVI y XVII.

Diseñada en forma de cruz latina, el románico está representado por dos bóvedas, una en la entrada de la iglesia y la otra, una bóveda de cañón, que cubre el actual coro en el segundo tramo del edificio. Por otra parte, el gótico está representado en la cabecera poligonal de cinco lados que simula una falsa cruz, en los nervios cruzados con forma de estrella o bóvedas de crucería y en los pilares que se adosan en el exterior, en los contrafuertes.

El retablo es de estilo barroco y está formado por dos pisos rematados por un calvario, tiene una imagen del santo y en uno de los cuatro retablos que tiene en los laterales se puede disfrutar de una Andra Mari muy bien conservada.

En el exterior, haciendo la función de campanario hay una torre fortificada de gran altura y planta cuadrada. Además, como recuerda Auñamendi Eusko Entziklopedia, Ollávarre cuenta con una antigua ermita que guardaba en su interior la imagen de San Sebastián, que fue trasladada a la parroquia de la localidad, donde se encuentra en un altar de moderna construcción, al arruinarse aquella. También quedan restos de la ermita de San Pedro, que tenía restos de época románica en sus muros.

En Montevite se encuentra la iglesia de San Juan Evangelista, que es una de las pocas obras neoclásicas que se conservan en Álava sin que hayan quedado apenas restos de su primitiva obra medieval, un templo que desapareció en el siglo XIX y estaba al amparo de San Juan. Ante el estado ruinoso de la antigua iglesia, la primicia de Montevite decidió fabricar otra de nueva planta, cuyos planos fueron encargados al joven arquitecto vitoriano Martín de Saracibar en el año 1830, que cobró por los planos 700 reales y quien posteriormente planificaría el Palacio de la Diputación de Vitoria-Gasteiz.

La Iglesia posee una curiosa planta circular coronada por una sencilla cúpula. El edificio adopta planta rectangular de proporciones áureas en la que se inscribe una rotonda cubierta con cúpula romana que, con los resaltes y entrantes del muro, sugiere un octógono. Es una obra de mampostería, salvo la fachada principal, donde se encuentran algunos sillares muy bien labrados, principalmente en molduras y ángulos. La piedra arenisca se trajo de las canteras de Armiñón.

El retablo mayor es barroco, del tercer cuarto del siglo XVIII, y cuenta con una talla de San Juan Evangelista de finales del siglo XV con un cáliz de madera en las manos. El resto se compone de sencillas pinturas con diversas temáticas.

La torre es de planta cuadrada y llama la atención que su diseño no aparece en los planos originales, por lo que se sospecha que conserva la estructura de la torre original. El reloj que preside la torre fue fabricado en los talleres de Viuda de Murúa de Vitoria. Toribio de Unzueta fue el encargado de arreglar la maquinaria del reloj en 1841, labor por la que le pagaron 2.284 reales.

Trespuentes es la localidad que más testimonios de la historia ha dejado para el recuerdo. No en vano parece ser que es lo que quedó de la populosa ciudad romana de Iruña-Veleia, donde tras cruzar un puente, que ha llegado hasta nuestros días, había un barrio en el que vivían 45 vecinos. Dentro de este territorio, que pertenecía a las Hermandades del Duque, había dos monasterios: Santa Catalina de Badaya (hoy en ruinas y sede del hermoso Jardín Botánico) y Santa María de Iruña (considerada como una ermita), además de cinco ermitas y una cofradía.

Cuenta la web municipal que la iglesia de Trespuentes, a orillas del Zadorra, está dedicada a la advocación de Santiago Apóstol. Para acceder a ella hay que atravesar un pórtico, sostenido por dos columnas toscanas, que fue diseñado como mirador y construido por el cantero Martín de Macaran en 1688. Desde aquí y una vez pasado un pequeño vestíbulo, se entra en el templo, donde se puede observar el estilo gótico del edificio, representado en una planta de cruz latina de una nave con dos tramos.

Además del altar mayor, en la parte izquierda del templo, existen otras dos capillas más, una que cuenta con un pequeño retablo y una bóveda de cañón, y la del baptisterio (destinada a los bautismos), donde se encuentra la pila bautismal y la subida al coro, que en la actualidad no existe.

El retablo mayor está formado por dos pisos y tres calles y está coronado por un calvario enclavado en un ático. Fue construido por los hermanos Antonio y Francisco Alvarado entre los años 1703 y 1706 y cobraron 6.807 reales por realizar la obra. Años más tarde, en 1713, se procedió a dorarlo. Respecto a la torre, de planta cuadrada, hay que destacar el lugar en el que se construyó, poco habitual, en un lateral de la cabecera. En su parte más alta, se remató ya en el año 1974, con un curioso capitel metálico.

Espectacular, cruzando el Zadorra, el puente romano tiene 118 metros de largo y casi cinco metros de ancho.

Está catalogado como Bien de Interés Cultural por el Gobierno Vasco y es una de las construcciones más representativas del municipio de Iruña Oka. Aunque no se conoce ningún estudio que lo demuestre, se considera de origen romano por su cercanía al yacimiento de Iruña-Veleia. El nombre de la localidad se debe, precisamente, a la presencia de este monumento: Trespuentes, del latín transpontem (tras el puente), que hace alusión al barrio que había en Iruña-Veleia al otro lado del río.

Cuenta con trece arcos de media punta sustentados por doce pilares construidos en diferentes épocas: los seis primeros arcos pertenecen a su época más antigua (es probable que al principio solamente contara con estos seis arcos), los cinco siguientes son posteriores y los dos últimos pertenecen a una última fase, presentando el pilar excesivamente grueso. En su recorrido tiene varios tajamanes, o salientes laterales construidos sobre los pilares, cuya función es cortar la corriente de agua, aunque cinco de estos tajamanes, a día de hoy, sirven también para echarse a un lado cuando pasan vehículos.

Fue el primer Monumento Nacional declarado en el Territorio Histórico de Álava por la Real Orden del 22 de mayo de 1916. Además, forma parte de la historia más reciente ya que el 21 de junio de 1813, el Duque de Wellington lo atravesó con sus tropas para llegar hasta el alto de Jundiz, donde se situaban las tropas de José Bonaparte. Allí dieron el golpe definitivo para desarmar a la artillería francesa.

Junto a este patrimonio histórico, Trespuentes cuenta con otros edificios, como el molino fuerte de Axpea a orillas del Zadorra; los restos de la casa fuerte de los Iruña, en la sierra de Badaya, de la misma época, de la que se conservan dos lienzos y dos torreones de mampostería con saeteras, arcos apuntados y dovelas; también están los restos de lo que fue palacio, con ventanas con arco de medio punto y puerta apuntada y en otros lugares quedan restos de la antigua calzada romana.

Por último, en Víllodas sobresale la iglesia gótica de San Cristóbal. Se cuenta que en el siglo XVI y la primera mitad del siglo XVII hubo unos años de bonanza económica tras el descubrimiento de América, y entre las numerosas casas e iglesias que se levantaron por todo el país está la parroquia de San Cristóbal. El retablo, detrás del altar, está dedicado a San Cristóbal, y aunque es principalmente renacentista posee algunas influencias barrocas. Lo empezó a construir Pedro de Ayala en el año 1606, pero su completa instalación no se terminó hasta 1641. Un siglo después se revistió completamente de oro. A ambos lados, presenta dos retablos de estilo neoclásico, construidos en 1787. Pedro de Ayala es miembro de una dinastía de artistas, escultores e imagineros (talla y pintura de imágenes sagradas), entalladores y pintores, que abarcaron con su actividad el siglo XVI y el primer tercio del XVII. El más destacado de la familia fue Juan de Ayala II, abuelo de Pedro de Ayala.

El coro es alto y cuenta con una gran decoración escultórica. Bajo este, se muestra una bóveda de crucería con nervios en forma de estrella y nueve claves, en las que se representan seis imágenes de santas y tres cabezas de ángeles. Otro edificio religioso en la localidad es la ermita de San Pelayo, de tipo rural, reconstruida a principios del XIX. Guarda una imagen interesante de su titular de fines del s. XVII y poseía una talla gótica de Santa Catalina.