- Nanclares de la Oca ocupa páginas importantes de la historia, ya que ha sido un territorio poblado desde antes de la llegada de los romanos a la zona, ya que existe constancia arqueológica de viviendas y hasta su nombre es una evolución de una inscripción encontrada en una estela, posiblemente celtibérica, en la que figuraba el nombre del lugar: Langrares. Fue siglos más tarde, con la llegada de los templarios a la zona, cuando se incorporó el término de la Oca, ya que el territorio que ocupó esa orden militar y religiosa en el norte de la península ibérica eran conocido como Tierra de la Oca.

Con tan larga historia era de esperar que quedaran muchas muestras de las diversas culturas que por allí han pasado. Ahí están Iruña Veleia o el jardín botánico. Pero también en el casco urbano de Nanclares hay muestras importantes de la historia que se pueden disfrutar. Una de ellas es el Balneario Bolen, actualmente Colegio San José, o Colegio de los Menesianos. Edificado en 1890 por el madrileño Pablo Fernández Izquierdo, el balneario de Bolen fue durante muchos años una de las obras más imponentes levantadas en suelo alavés. Se trataba de un gran hotel de más de 10.000 metros cuadrados con tres plantas, un salón de actos de 40 metros de largo en el que se organizaban bailes y diversas actuaciones y más de cien habitaciones. Como todas estas instalaciones, con el paso del tiempo cayó en decadencia y se vio obligado a cerrar hasta que unos monjes lo compraron y lo convirtieron en convento. Hoy alberga un centro escolar, conocido como colegio de los Menesianos, aunque conserva las fuentes termales, algunos equipamientos y los salones del antiguo hotel.

Además, poniendo en evidencia que el título de Pueblo de Acogida que mantiene desde hace décadas es realidad, el balneario es también centro de primera acogida para inmigrantes. La iniciativa forma parte de un acuerdo entre CEAR-Euskadi, la Comisión de Ayuda al Refugiado en Euskadi, el Ministerio de Empleo y Seguridad Social del Gobierno de España y la Comunidad Menesiana, propietaria del edificio y la razón por la que se lleva a cabo es que entre las funciones de CEAR está el desarrollo de unos itinerarios de integración para estas personas que llegan a nuestro país pidiendo protección para poder comenzar una segunda vida sin persecuciones y sin el temor de agresiones.

Otro de los recursos culturales de Nanclares es el calero, un horno de cal. Construido hacia 1850, el horno era de los denominados de uso continuo, ya que se iba cargando con la piedra y, a medida de que la cal descendía, se podían echar nuevas capas. En la parte inferior se introducía el carbón, mientras que por las escaleras exteriores se subía la piedra caliza. Se calcula que la temperatura interior podía alcanzar los 1.000 grados y el proceso de fabricación de la cal duraba más o menos una semana.

Se trata de una construcción de planta cuadrada, con unos seis metros de largo y 15 metros de altura, en fábrica de sillería y esquinales en sillarejo, con remate superior en cemento. Tiene boca para carga de combustible en su parte inferior y, mediante escaleras adosadas, se accede a la parte superior, donde se encuentra la boca de carga o tragante del material pétreo. A diferencia de los caleros artesanales, que funcionaban de forma intermitente y para uso determinado, el de Nanclares era de tipo continuo. Su mayor altura aumentaba la capacidad de carga.

El 2 de mayo de 2011, el Gobierno Vasco lo protegió como monumento industrial y lo incluyó en el inventario general del patrimonio cultural vasco. En la actualidad, se integra junto con el antiguo molino y la balsa de agua adyacente en una zona verde de esparcimiento.

El molino es uno de los edificios más emblemáticos de Nanclares desde que fue construido en el año 1887 por Vicente Gangutia. Y es que, desde antes, hay constancia documental de molinos en la localidad. Concretamente, en el siglo XVII, según la web municipal, el conde de Orgaz, Juan de Mendoza Rojas y Guzmán, era propietario de dos instalaciones en lo que hoy se conoce como el arroyo del Piojo. En el año 1773, el conde arrienda estos dos pequeños edificios al vecino de Nanclares Fernando Pérez de Loyo.

Más de cien años después, en 1887, Vicente Gangutia y Elejalde, un herrero que había llegado a Nanclares años antes procedente de Elorrio, adquiere el denominado Molino de Arriba y, sin entonces saberlo, construye sobre él una edificación que será testigo del devenir del municipio durante 130 años y que en su larga vida albergará un molino, viviendas, lonjas y hasta un negocio de carpintería. Ahora, una vez remodelado, está a punto de recobrar la vida con uso cultural y administrativo, una vez que pueda contar con ascensor y unas escaleras reformadas.

Gangutia construyó un edificio de tres alturas. En la planta baja, dedicada al negocio de la molienda, insertó dos piedras y la maquinaria más avanzada de la época. Con la fuerza de caudal del río, trituraba la piedra que extraía de un terreno en Peñalba y la dejaba lista para la extracción de la cal. Con el paso de los años va adquiriendo los terrenos adyacentes y construye diversas estancias -hoy derruidas- destinadas a almacén, nevera y fragua. Finalmente, levantó el edificio en el que se ubica el horno de cal. Durante años, la instalación combina sus funciones de molino de cal y cereal. Con el paso del tiempo, la producción de cal hidráulica fue decayendo, hasta que a finales de la década de los 80 quedó abandonado.

En 2011, el Ayuntamiento de Iruña de Oca decide hacerse con la propiedad de todo el conjunto para proceder a su recuperación. Se derribaron las zonas destinadas a cuadras y almacenamiento, se reconstruye el horno de cal, declarado monumento industrial del País Vasco, y se inició un largo proceso de reformas, ya que el edificio está destinado a albergar la biblioteca municipal, oficinas y un espacio destinado a información turística del municipio. Tras la restauración se ha respetado el espacio que ocupaba la maquinaria del molino y una zona diáfana que permite ver el cauce del río.

Otro elemento singular en la localidad es la fuente de los doce caños, una de las tres únicas que hay en nuestro país con 12 salidas de agua. Está situada en pleno centro del casco urbano de Nanclares de la Oca presidiendo la plaza del pueblo y junto a ella puede observarse el antiguo lavadero y un pequeño puente de piedra que atraviesa el arroyo La Torca y que durante los meses de invierno mantiene una intensa cascada de agua. Se trata de una fuente de piedra caliza labrada, construida en el año 1901, con doce caños de agua, cuatro a cada uno de los lados. De forma cuadrada y con unas dimensiones de 3×3 metros su base, y 3 metros de altura, cuenta con un pequeño foso perimetral y se accede a ella mediante tres escalones.

Es la única fuente de la provincia de Álava con estas características, ya que no se conoce ninguna otra que tenga doce caños. En el resto del territorio solamente se sabe de la existencia de otras dos, una en Huelva y otra en Guadalajara.

La iglesia de la Asunción de Nuestra Señora, de estilo románico, del siglo XIII, es la parroquia y el lugar desde donde cada año, El Brujo da comienzo a las fiestas patronales descendiendo desde la torre a la calle. Se encuentra en la zona vieja de Nanclares, entre la calle de Santa María y el Paseo de la Iglesia, al norte de la localidad; se accede a ella por una escalinata, al encontrarse en lo alto de una elevada terraza. A día de hoy, es uno de los mayores templos románicos de la diócesis de Vitoria, y uno de los que ha llegado más completos hasta nuestros días, aunque ha sufrido reformas y ampliaciones posteriores a su construcción.

La iglesia presenta una planta de salón y ábside semicircular más estrecho, con vanos románicos y torre de base cuadrada. Su aspecto actual es consecuencia de obras posteriores a su construcción a partir del s. XVI. En la cabecera se aprecian elementos de época románica tardía: construcción de sillarejo, un gran arco de medio punto, bóveda de cañón, pilastras esquinadas... Posteriores a la obra inicial del s. XVI son una serie de edificaciones asociadas a la iglesia, como la torre. La pila bautismal es neoclásica, construida en mármol.

En la parte de arriba del lado de la nave, descansa el escudo de los Ayala. Los Ayala fueron mayordomos del conde de Orgaz cuando vivió en Nanclares a mediados del siglo XVI. Entre ellos había militares, canónigos y caballeros de Santiago.

Finalmente, entre otros valores patrimoniales que tienen Nanclares, destacan las torres de comunicaciones carlistas. El Encinal, Vayagüen y Almoreta forman parte de un entramado edificado durante la III Guerras Carlista, en 1875, con el fin de transmitir informaciones. En la parte superior de cada una de ellas se ubicaba un telégrafo óptico, un utensilio diseñado para ser visto a gran distancia configurando diversas señales por medio de un mecanismo operado por una o varias personas.

La torre Vayagüen tiene 115 metros cuadrados y 7,5 m de altura. El acceso es en alto, desde el primer piso a través de una escala de mano escamoteable. La puerta en el piso bajo se abrió en la restauración para facilitar el acceso a los visitantes.

La de Almoreta cuenta con 70 metros cuadrados de superficie y a su uso como telégrafo unió su función de fortín como muestran las numerosas troneras con que cuenta en todas las plantas. Actualmente está reformada y preparada para ser utilizada como albergue. Por último, la torre El Encinal cuenta con 94 metros cuadrados de planta. El edificio fue restaurado por el Ayuntamiento hace unos años y en la actualidad se dedica a sala de exposiciones, ya que está bien conservado.