ice la RAE que un derrotista es aquel que, en una situación de guerra, no tiene fe en la victoria de su bando, o aquel otro que muestra actitud de desaliento o pesimismo en cualquier empeño. Un agonías. Pero cuando miras la palabra es curioso lo mucho que se parece a deportista. Y es que quizás la RAE debiera ampliar el abanico de acepciones con una tercera: Derrotista, persona que practica algún tipo de derrota por afición o profesionalmente, o persona aficionada a las derrotas o entendida en ellas. La alavesa afición del Alavés, como muchas otras, somos, en ese sentido, grandes derrotistas. Lo que el deporte en sus derrotas nos enseña nos hace tender al escepticismo y relativizarlo todo. A fin de cuentas, ¿qué es victoria y qué derrota? ¿Quién lo decide? Y el colectivo derrotista lo sabemos y lo tenemos claro: los que ganan. Estar en el bando de quienes pierden no te suma al infierno de los derrotados. Aprendemos en las debacles y celebramos lo que la oficialidad del triunfo llama malos resultados como momentos buenos y bien regados. Y eso en todos los órdenes de la vida. Y encima resulta que el derrotismo tampoco es tener rencor o ser mala gente. Basta ver la cantidad de personas pobres, o sea el común de los mortales, que no se alegran de que baje el IBEX 35, ni se amargan cuando sube. Nos da igual. Pero bueno, que cuando vienen a veces cosas de esas que hay quien llama victorias, se festeja como bien merece y hasta los corazones sonríen y se aceleran, como este domingo le ocurrió a la gloriosa parroquia alavesista, que juntó el aniversario de una derrota histórica con una victoria decisiva y ambas las acogió con similar regocijo.

Celebremos pues lo no perdido como acostumbramos las buenas gentes de Álava, con prudencia, no sea que nos entusiasmemos y nos salga cara la victoria, que algo de eso ya vamos aprendiendo.