Aunque en ocasiones hay que hacer todo un ejercicio de contención para contar hasta tres y que siga reinando la calma familiar, los lazos que unen a un clan tienen ese extraño poder de sacar una sonrisa ante un mal día y de procurar, pase lo que pase, no soltar la mano a esos miembros a los que están unidos irremediablemente de por vida. Con motivo del día internacional de las familias que se celebra este 15 de mayo y que este año se centra en el impacto de las nuevas tecnologías, DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA ha entrevistado a tres de ellas.

A juicio de la vitoriana Valvanera Gómez, cuyos progenitores, de origen riojano, decidieron ponerla el nombre de la patrona de esta comunidad, las claves para estrechar lazos residen "en tener mucha paciencia, en mostrar interés y en saber escuchar porque muchas veces se nos olvida y no lo hacemos".

Si bien, en esta familia, a priori, tienen más fácil esa unión ya que todos ellos comparten su pasión por la música. "Yo soy profesora de música y toco el clarinete, mi marido, Álvaro, que también es profesor, toca el saxofón, mi hija, Maite, de 9 años el violonchelo, y mi hijo, Asier, de 14 años, el trombón". Este particular don que sus hijos también han heredado, aunque hayan decidido tocar instrumentos diferentes, hizo que el pasado año se animaran a presentar su proyecto Haciendo buen uso de las tecnologías, que la Fundación San Prudencio premió con 500 euros por esta buena práctica llevada a cabo durante el confinamiento, en la que realizaron interpretaciones vocales y musicales que enviaron sus allegados para animarles. Lo hicieron con vídeos y a más de uno le alegraron el día, sobre todo, cuando se acordaron de que era su cumpleaños. "Nunca antes habíamos tocado juntos. Para algo, al menos, nos ha servido la pandemia, para estar siempre juntos, porque antes corríamos siempre de un lado para otro", destaca Gómez.

Con el fin de que no desafinen cualquier relación familiar, Gómez aconseja siempre sacar tiempo "de donde sea", como hacen ellos, viendo el partido de basket de sus hijo, o las clases de natación de su hija, y también dando charlas a sus vástagos para inculcarles el peligro de las nuevas tecnologías.

Y aunque a veces se tirarían de los pelos, para ella su familia le aporta todo. "Mi madre ha tenido durante más de doce años Alzheimer y hemos tenido momentos muy difíciles, pero mi familia ha sido mi pilar. Me dan la vida. Esa fuerza que en los momentos malos, hace tirar hacia delante", resalta.

La familia de Núria Bru, formada por esta mujer nacida en Altafulla (Tarragona), su marido Agus y su hijo Ian, de 7 años, se define como activa y normal. "Nosotros somos padres viejos ya. No tenía claro que quería fundar mi propia familia", explica con humor esta mujer que se animó finalmente a hacerlo cuando tuvo un momento estable en su vida y encontró "a la persona adecuada", en Zaragoza, con la que se fue a vivir en la capital alavesa. "Para mí mi familia es como asentar tus raíces. Es mi pilar y mi todo: la confianza, el cariño y el enriquecimiento", describe.

La suya es de las "bien avenidas" y de las que se apoya en proyectos tan creativos como el de El capitán cocinillas masca patatas, que hizo Ian durante el confinamiento. Un cómic que inicialmente plasmó en papel para entretener a sus vecinos y familiares con las aventuras de este superhéroe y que le ha servido para adquirir habilidades de dibujo, matemática, porque tenía que numerar las páginas, y escritura. "Es un superhéroe. Cocina mucho y sus mejores armas son una espátula, una cuchara, tenedores y cuchillos", aclara su pequeño autor. Una iniciativa que en 2020 fue premiada con 500 euros, por la Fundación Familia. "Somos una familia bastante deportista, nos gusta salir a andar en bici, a patinar, a esquiar o ir al monte y las manualidades", añade Bru, quien junto a Agus conciencia a Ian de lo "adictivas que pueden llegar a ser las pantallas" procurando evitarlas por la noche. "A partir de las 20.30 horas hacemos lectura nocturna y lo recomiendo", detalla.

La familia del vitoriano Álvaro Rueda, sobre todo, es viajera. Tanto a Rueda como a su hija Aiala, de 5 años. y su esposa Zuriñe, a la que conoció con 16 años en el colegio, y con la que comparte la afición del basket, les encanta irse a alguna capital europea en verano, pero llegó la pandemia y sus planes estivales pusieron en 2020 rumbo a Córdoba y Granada. Y eso, con suerte, cuando se permitió salir, aunque cuando no, también lo hicieron mediante Viajando confinados, el proyecto que les premió con 500 euros por esa idea que surgió tras la necesidad de establecer horarios y rutinas durante el confinamiento para evitar alteraciones del sueño y rabietas de su hija. "Decidimos todos los días a través de Google Earth y Google Street View ir a diferentes lugares del mundo", aconseja Rueda, quien estrecha sus lazos familiares realizando experimentos caseros, cocinando pizzas y rosquillas, jugando al Elsa y Ana, de Frozen, "que es como un parchís", y yendo a la piscina del centro cívico siempre que pueden. "Al final creas vínculos más fuertes haciendo actividades juntos, porque por el trabajo, de lo contrario, no nos vemos", resalta.