Al igual que ha sucedido en el resto de instituciones, esta legislatura pasa a la historia con períodos casi en blanco en las comarcas, con proyectos demorados o con imprevistos extraordinarios a causa de la pandemia. Se han mantenido todos los servicios, pero todo lo relacionado con concentraciones de personas se ha tenido que eliminar.

-Nos confinaron y lo que es el día a día del trabajo se pudo ir haciendo, aunque buena parte de ello fue gracias al teletrabajo, en algunos casos, y al esfuerzo de los trabajadores y trabajadoras sin abandonar el edificio de la Cuadrilla. La verdad es que pensamos que internet llega a la zona rural, pero la realidad es que no estamos bien preparados y nos costó arrancar. Ahora ya, poco a poco, el tema de videoconferencias y demás van funcionando, aunque en alguna ocasión nos juega una mala pasada, pero lo sobrellevamos.

Se habrá modificado hasta la propia temática de los contenidos de trabajo€

-Sí, ha sido un tiempo diferente. Entre lo que son de por si los diferentes temas que abarcan los ayuntamientos de esta o de cualquier otra comarca, lo que se tuvo que hacer desde la Cuadrilla fue ayudar, colaborar con la Diputación Foral de Álava.

¿En qué sentido?

-Con la Diputación, desde un primer momento, se creó un grupo de trabajo donde estaba la UAGA, el SEA, los técnicos y técnicas de Promoción Económica de las diferentes Cuadrillas, la Agencia de Desarrollo, la Cámara de Comercio€ Entre todos trabajamos a destajo y apoyando y ayudando a todas las iniciativas que salían tanto de gobierno vasco como de las diferentes Diputaciones y de gobierno central, en apoyo a los empresarios, tanto grandes como pequeños, en las gestiones que muchos nunca habíamos tratado y que desconocíamos en la mayoría de los casos. En todo lo que salía se trataba de ayudar.

Uno de los sectores más castigados ha sido el turismo. Y la comarca de Añana es un referente en Álava.

-Así es. El Valle Salado es el top 10 del turismo en la zona, aunque tienen otra situación al estar con la tutela de la Diputación. Pero el resto de infraestructuras, como son los casos de los dos campings que hay en la comarca, o las casas rurales, las empresas de multiaventura como la de Sobrón y la hostelería sé que han estado en contacto directo con la Cuadrilla para que pudiéramos ayudar en lo que se ha podido.

¿De qué manera se les ha ayudado?

-Nosotros no somos los que repartimos el dinero y lo que podíamos hacer era ayudar en la tramitación o llamar uno por uno a todos los emprendedores para hablar con ellos y valorar qué tipo de ayudas podían necesitar desde la Administración. Luego, muchos no han podido acceder a ellas por lo que sea, porque es muy fácil sacar cien ayudas, pero sobre el papel. Luego, para acceder a ellas, muchos se han quedado fuera por distintas causas.

¿El sector agrario ha tenido mejor fortuna en este tiempo?

-Por lo menos se les ha dejado trabajar, no como a la hostelería. Lo que pasa es que las personas aprendemos el primer día la lección, pero en los días siguiente se nos va olvidando. El comprar producto local, que lo tenemos bien cerquita es una asignatura que no aprendemos. Como dicen, las personas son los únicos animales que tropiezan dos veces en la misma piedra y lo que aprendemos nos dura poco en la memoria. Pero los agricultores de grandes superficies, lo mismo que los han cuidado de su huertita, de sus tomates, todo ecológico, han estado ahí ofreciendo sus productos para que lleguen a los mercados o a los supermercados para que la gente pudiésemos abastecernos.

La comarca entra en una etapa sin central nuclear, ¿se prevén inversiones que creen puestos de trabajo para suplir los que se van a perder?

-Perderse yo siempre he dicho lo mismo: que parece que se cierra la central nuclear y se han perdido muchos puestos de trabajo, como una fábrica que cierra y se van 500, 200 o 1.000 trabajadores a la calle y gran parte de ellos son de la zona. No sé decir cuántos, pero arriesgando, desde Lantarón, serán una o dos personas que hayan podido trabajar en la central como mucho. Lo mismo, en este momento, ni existen esas personas.

Pues entonces, ¿de dónde son los trabajadores?

-La mayoría de los trabajadores de la central se desplazan desde Miranda, desde Medina de Pomar o de otras localidades grandes. Lo que es la zona rural son muy poquitas las personas que estén trabajando. Si hablamos que en el radio de 10 kilómetros somos 14 ayuntamientos, lo mismo solo había 5 ó 6 personas trabajando en Garoña. No creo que el empleo haya sido el problema. Otra cosa es cuando hacen paradas en la central y trabajan 1.000 personas y todas ellas tienen que comer en los 5/6 bares y en las 3/5 casas rurales que haya en ese radio y que se beneficiarían de esos momentos.

¿El desmantelamiento de la central puede generar más confianza en el turismo?

-Creo que sí, la zona estará más natural. Pero también es cierto que no solo es la zona donde está la central nuclear de Santa María de Garoña. Yo he asistido a reuniones, aunque ahora llevamos un año sin hacerlas presenciales, y cuando nos trasladamos a alguna zona, el señor que pensó el lugar donde había que ubicarla no se le entiende, porque la realidad es que están en parajes espectaculares. Y me da igual que sea en la zona de Tarragona, como en Cofrentes, en Guadalajara o en la zona de Cáceres. Todas ellas están en unos entornos espectaculares.

¿Pero atraerá más visitantes?

-¿Qué se vaya a acercar más gente? No sé, tengo 56 años y nunca he estado pensando en que un día podía pasar algo, porque así no se puede vivir. Sí que es cierto que, para el turista, para el visitante de fuera, siempre lo ha visto como algo negativo: ¡ahí está la central y no voy a su río, ni a sus piscinas! Para ellos creo que sí, que una vez que se desmantele, incluso ahora que ya está parada, se acerca más gente. Y con el covid y el aumento del turismo de cercanía se ha notado bastante.

¿Qué le gustaría hacer al presidente de la Cuadrilla en estos cuatro años?

-Una es la que hemos comenzado, una nueva sede para la Cuadrilla, para la que hemos comprado ya los terrenos. Queremos poner una sede acorde con los tiempos y en estos dos años que quedan queremos tener la obra terminada. El segundo objetivo está relacionado con los contenedores. Me gustaría que, aunque seamos zona rural tengamos unos contenedores dignos de cualquier vecino, como están en cualquier ciudad. Hay que pensar que aquí la mayoría de las personas que residen son mayores, con discapacidades, y esto no es como Vitoria, que tiene aceras ordenadas para los contenedores, sino que se ponen donde buenamente se puede. Es verdad que los que tenemos hacen su servicio, pero hay que ponerlos para que los puedan usar todos, especialmente los mayores.

¿Y cómo alcalde, qué objetivo se ha marcado?

-En todos los ayuntamientos se ha ahorrado bastante este ejercicio. Me refiero a los del medio rural. En nuestro caso no hemos abierto las piscinas y su mantenimiento y personal tiene un coste elevado. También está el alumbrado de las instalaciones deportivas, que han estado paradas. A esto se suma que no ha habido fiestas ni en los pueblos ni en Lantarón, con lo cual las arcas es cierto que han aumentado, a pesar de que hemos ayudado a quienes tenían más necesidades.

¿De qué manera se ha ayudado?

-El pasado verano se nos ocurrió tener un detalle con las personas mayores de 60 años, que eran los que peor lo estaban pasando con la pandemia y salían con más miedo a la calle. Les ofrecimos unos paquetes con productos locales: sal de Salinas de Añana, alubia pinta de Ribera Alta, zumo de la zona de Kuartango, chorizo y salchichón de Bergüenda€ hicimos un poco de gasto y así colaboramos con los productores locales y teníamos ese pequeño detallito con las personas más sensibles. También, recientemente, hemos entregado mascarillas, unas cajas de 50 unidades a todos, mayores y pequeños. Y es que al final, el dinero que tiene el ayuntamiento está bien, es mejor tener que no tener, pero es de todos los vecinos y vecinas del municipio y donde está mejor es invertido en ellos.