- “Soy uno más de los muchos industriales que vinimos de Gipuzkoa a trabajar en Vitoria”, se presenta Joaquín con nombre ficticio, ya que prefiere mantener en el anonimato su identidad, que no sus interesantes vivencias. Tras estudiar en Tolosa, Elizondo y Zaragoza y hacer prácticas en Eibar, se instaló con su taller en la calle San Antonio, para llevar la red eléctrica a lo largo territorio porque, entonces, “había muchos pueblos de Álava que todavía no tenían luz”, recuerda. De entonces le viene su pasión por el dibujo lineal, además de ser un asiduo lector y escritor. “Dibujar ha sido mi profesión”, constata. Proyectos, postes y planos que continúa perfilando en esta era covid que le ha tocado vivir a los 100 años. “Es terrible esto del coronavirus, no sabemos toda la verdad, pero los que mueren dicen que lo pasan muy mal, a ver si ahora nos dan la vacuna”. Y eso que este guipuzcoano centenario vivió metido en las trincheras, bajo tierra, en primera línea de fuego, en la mili y en la Guerra Civil. “Bfff, con 18 años, éramos unos inconscientes, no sabíamos dónde íbamos; bueno, a obedecer órdenes, donde te mandaban. Te daban un fusil, que pesaba... Y, allí, sin probar un bocado de comida que no fuese de lata, con el enemigo a medio kilómetro”, rememora con su prodigiosa memoria.

Ahora, aunque goza de buena salud -“Vamos tirando”, dice-, reside con la familia de su hijo y está atendido por las mañanas por Amaya, mientras el resto trabaja y estudia. Enfundado en su mascarilla y txapela -“memoria tengo mucha, pero pelo, nada”, bromea- regresa de la compra. “Yo saldría solo de casa, pero la familia no me deja”. Aun así, todos los días da un pequeño paseo cerca de casa “para estirar las piernas”. En su domicilio dispone del servicio de teleasistencia betiOn. “Una vez me mareé y me caí, llamé y fue inmediato, vinieron, me llevaron en ambulancia a Txagorritxu y me tuvieron dos días ingresado haciéndome análisis, pero no supieron decir qué me pasó”, detalla. El servicio de teleasistencia proporciona “seguridad” a este txapeldun, que no recuerda haber estado enfermo, salvo por una operación de cadera. Eso sí, “todos los años me pongo la vacuna contra la gripe”, cuenta.