a última vez que me encontré con Xabier Agirre me invitó a un café. No sabría decir si fue hace un año o en el verano de 2019. La pandemia nos ha distorsionado en parte también la percepción del paso del tiempo y nos altera las manillas del reloj de la memoria sobre cuándo sucedieron las cosas. Pero, en este caso, con Xabier Agirre, da igual. Da igual cuándo fue ese encuentro porque una vez reunidos de nuevo siempre parecía que nos habíamos despedido el día anterior. Y, así, supe que estaba encantado con su jubilación. Que disfrutaba de la vida con la misma energía que demostró siendo diputado general de Álava, etapa en la que tuve la fortuna de conocerle. Y digo bien fortuna a pesar de la dureza del momento.

Al él me tocó hacerle algunas de las preguntas más difíciles de mi etapa profesional en aquella rueda de prensa de marzo de 2010 donde habló de bolsillos de cristal y total transparencia, incapaz en aquellos momentos de disimular la desolación que le invadía por dentro ante lo que luego fue bautizado como el Caso de Miguel. "Te puedes imaginar cómo me siento", me respondió hace casi once años en una sala de prensa repleta de periodistas ávidos de conocer qué había sucedido. Y allí, ante nuestras preguntas, tuvo que defender su propia honorabilidad a pesar de acumular 38 años en distintos cargos públicos "por convencimiento". Hoy toca despedirle como se merece. Toca recordar que fue una persona entregada al trabajo e incansable ante la adversidad (que fue y mucha). Recordar que, sí, hubo Caso de Miguel pero también solución para el Deportivo Alavés, entrega para sacar a un territorio de la crisis económica, impulso de Foronda o defensa del agro. Un largo etcétera que incluye su labor en los difíciles años 90 en nuestro país como viceconsejero de Interior, además de ser parlamentario, procurador y, también, presidente del ABB del PNV.

Álava, y Euskadi con ella, han perdido a un dirigente político que elevó a la máxima expresión la firmeza en la gestión de lo público y la del mantenimiento de una coherencia personal e intransferible que le hizo merecedor de muchas críticas, pero que le franqueó, también, una fama de seriedad en la toma de decisiones que le ha acompañado hasta el fin de sus días. Hace poco me di cuenta de que hacía tiempo que no le veía. Quizás desde aquel café. Ahora sé el porqué. Como él siempre decía al iniciar sus intervenciones, mila esker etortzeagatik (gracias por venir). Mila esker zuri, Xabier. Goian bego.

La autora es directora de Diario de Noticias de Álava