Son varios los espacios en Laguardia que se dedican a la restauración en eventos y que en estos momentos se encuentran cerrados a causa de la pandemia. Villa Lucía, el hotel Villa de Laguardia o La Huerta Vieja son las principales referencias y también los que en esta crisis económica y sanitaria están sufriendo las mayores pérdidas.

Una parte de la familia Santamaría, José Ramón, su mujer y su hijo José Luis, son los promotores y propietarios de la última instalación que se puso en marcha, La Huerta Vieja, que atienden una popular cafetería y un gran salón comedor. Con una importante plantilla, su funcionamiento está prácticamente paralizado desde hace caso un año, con sus trabajadores en ERTE, aunque muchos de ellos todavía no han cobrado. Y esta situación, que se agrava con el confinamiento de la villa, ha herido de gravedad a esos profesionales y a la propia empresa.

Cuenta José Luis Santamaría que "la realidad es que desde el confinamiento de marzo nos está afectando todo el tema de eventos, las bodas y el día a día. El efecto en una localidad como Laguardia, que vive del turismo, ha dañado tanto a la hostelería como al comercio, alojamientos, transportes turísticos, agencias de viajes, bodegas, organizadores de eventos y de congresos, actividades enoturísticas....".

El tiempo va pasado y la situación se va volviendo más dura cada día. "Ya llevamos unos nueve meses cerrados y Laguardia es un pueblo que vive del turismo, y no nos pueden tratar como a una ciudad como Vitoria. Álava tiene unos 330.000 habitantes, de los cuales 270.000 o 280.000 son de Vitoria, y nosotros vivimos en un pueblo de 1.300 habitantes y el cierre de Euskadi y el cierre de La Rioja nos hacen muchísimo daño. No podemos vivir 70 u 80 comercios dedicados al turismo y menos como hemos estado desde marzo con muchas restricciones, a veces ilógicas, en nuestras instalaciones".

Explica que han estado trabajando con un aforo de 60 personas en los meses fuertes de verano, en un espacio que tiene capacidad para 350 personas en el comedor y el padre, José Ramón, añade que "si el aforo hubiera sido del 50% habríamos dado de comer a 150. Pero de esa cifra a 60 es menos de una cuarta parte, lo que significa que necesitas el mismo servicio, pero solo para comer 60 personas. Y no compensa, ¡Es que no da! Hemos echado cuentas y hemos perdido dinero... Llevamos prácticamente un año entero perdiendo y es muy difícil aguantar así". Reclama que "si no nos abren La Rioja y el País Vasco, va a ser imposible continuar. No nos dan las cuentas. Ni a nosotros ni a ningún restaurante un poco grande. No hay nada más que ver que solo algunos restaurantes familiares han podido abrir; el resto, es imposible".

El hijo detalla que han tenido que realizar tres tipos de ERTE. El primero fue el del cierre de los locales, de marzo a junio. En ése, los trabajadores cobraron más o menos en su día, aunque una trabajadora no cobró hasta octubre los meses de marzo, junio, julio, agosto y septiembre. "Cuando abrimos en junio, sacamos a otros trabajadores del ERTE, pero en noviembre tuvimos que hacer otro nuevo proceso, aunque con sus correspondientes exoneraciones€", explica.

"Ésa es otra que nos está doliendo", apostilla José Ramón Santamaría. "Ya sé que solo es el 15% lo que pagamos de Seguridad Social, pero es el 15% de 15 personas. A esto le añades la Seguridad Social completa de mi mujer y la mía, porque somos autónomos, y estamos hablando de tres mil euros cuando no te entra ni un duro. Y eso es muy fuerte".

Fuerte para la empresa y fuerte para los trabajadores, algunos de los cuales están llegando a límites imposibles: "En noviembre, diciembre y enero, la mayoría de nuestros trabajadores no había cobrado, aunque ahora hemos cobrado noviembre y ya veremos cuándo cobramos los otros dos meses. En estos momentos, la gente no nos está pidiendo dinero, nos está pidiendo comida".

Y para la empresa se crea otra situación, y es que "si no pagas la Seguridad Social y salen ayudas, aunque estas se las lleva el viento, no puedes optar ni a la presentación porque el primer requisito que te piden es que estés al día del pago de esas cuotas", cuenta el hijo, que es el responsable de administración del negocio.

A la falta de ingresos y a la obligatoria necesidad de pagar cuotas e impuestos se suman los costes de los procesos. José Ramón especifica que "con las entradas y salidas de personal hemos tenido que pagar tres ERTE a nuestra asesoría. Ahora, lo ideal es que se extendieran durante 2021 y principios de 2022. No vamos a tener bodas. Para marzo, abril y mayo lo teníamos completo y julio también, con varios eventos. Con la nueva ola de la covid, ahora lo tenemos todo libre, no tenemos nada de trabajo hasta junio. Además, con los nuevos protocolos de Sanidad no nos dejan ni baile, ni cóctel de bienvenida, todo el servicio individual... Es inviable hacer una boda en estas condiciones...". Y termina afirmando, y no con una sonrisa precisamente, "yo no me casaría en estos momentos. Nadie se casaría con las restricciones que hay".

Su situación es la misma que la de otros establecimientos de Laguardia. "No hay movimiento en ningún bar", dice José Ramón. "Veo a los de Laguardia y me parece que ninguno está librando. El que sea familiar tiene alguna posibilidad, pero los que tienen personal es imposible. Nosotros necesitamos un mínimo de cinco personas para poder abrir y no nos da para pagar ese personal. No llegamos". Y su hijo cuenta que "el primer día que nos dejaron funcionar con el restaurante, dimos cuatro comidas, con 12 o 13 camareros en la sala. Había más personal que comensales".

En cuanto a alternativas para este tiempo, surge la de elaborar comida para llevar a domicilio, pero "no es la solución. Los primeros quince días es una novedad, pero después aparecen los problemas: ¿cómo voy a llevar una merluza a Samaniego, o unas croquetas? Cuando llegue está todo frío".

José Luis señala que, al principio, "nos hicimos un primer planteamiento sobre esa posibilidad, pero los costes eran muy grandes". Tan solo abrir y enchufar toda la maquinaria de la Huerta Vieja "tiene un gasto y requiere un personal y no nos salían las cuentas. Quizás en algún lugar de Laguardia, donde llevan el local dos autónomos, lo pueden realizar, sobre todo sábados y domingos, pero nuestro tipo de gastronomía es difícil que llegue a su destino en las necesarias condiciones de calidad. Solo podríamos servir unos platos precocinados para terminarlos de preparar en los txokos o en las casas".

"Laguardia vive del turismo y es pequeña, no nos pueden tratar como si fuera Vitoria "

La Huerta Vieja