l cuento Ken y Ana-Hasta las estrellas narra en un formato divertido la aventura acometida por una joven de Lapuebla de Labarca que en el año 2018 quiso vivir una experiencia de voluntariado y lo que vivió en una guardería en Kenia la llevó a comprometerse y a buscar ayuda en todos los ámbitos hasta el punto de que, en la actualidad, desarrolla dos proyectos solidarios en dicho país.

El libro fue una iniciativa de Antonio de Benito, maestro de Educación Primaria y escritor de libros infantiles, poesía, relatos cortos, teatro y novela, con ilustraciones de Teresa Fudio, quien al conocer la ONG fundada por Ana Baz -Amor sin barreras-, sintió el impulso de escribir en un formato de cuento el proyecto que estaba desarrollando esta joven de Lapuebla. De hecho, la portada del libro recoge el puente sobre el Ebro que identifica la localidad.

El objetivo de De Benito era aportar su apoyo para recaudar más fondos para los proyectos solidarios que está desarrollando Ana. De hecho, el comienzo del cuento expone la situación que había en los lugares donde ahora se está colaborando: “el camión del arroz transportaba muchos alimentos, pero desayunamos arroz sin leche, comemos arroz con aire y cenamos arroz sin tomate”.

Por esa razón, el único gasto que ha tenido esa edición ha sido el de la imprenta. Y esa factura se ha podido pagar gracias a patrocinadores como Aulateka Fuenmayor; Pedro Muro Bujanda, Martínez Carra Fitosanitarios y Agroquímicos, y Bodega Don Balbino, de Lapuebla y a otra aportación que ha preferido permanecer en el anonimato. Este libro se puede adquirir a través del teléfono 640 03 49 55 y en el email info@amorsinbarreras.com.

El trabajo solidario de Ana Baz comenzó en abril de 2018 a través de la ONG Voluntarios en el mundo. Con ella logró plaza para colaborar en un orfanato en el barrio Eastleigh en Nairobi, Kenia. Lo que allí vivió fue dramático. Las instalaciones de acogida a los 52 niños del orfanato eran “dantescas”. Baños sucios, sin papel ni jabón, aunque si lo tienen y están limpios, los baños que utilizan el coordinador del centro y las chicas que cuidan de los niños. “Por los desagües asomaban la cabeza las ratas y cuando no las mirabas directamente, salían por allí”, cuenta Ana Baz, que también muestra fotos de los armarios de la ropa de los más pequeños, toda ella apelotonada de cualquier manera y con escasas condiciones higiénicas.

Pero lo peor estaba en las personas que, teóricamente, estaban para cuidarles. “Entraba la furgoneta con la comida para el orfanato y, sin apenas descargarla, se la llevaba el coordinador para repartirla con algunos miembros del personal del centro, mientras que a los niños solo les daban arroz con trozos minúsculos de carne o pescado”.

Cuenta que “un día compré 32 peces, con el dinero que había llevado de donaciones de gente de Lapuebla y, tras cocinarlo para los niños, salí a realizar un recado y al volver se habían llevado 22 y solo habían dejado las cabezas de los peces”.

Y lo más dramático eran las palizas y la desidia con la que tratan a los pequeños las cuidadoras. Una de ellas pegó de tal forma a uno de los pequeños que Ana se lo arrebató y lo llevó a un dispensario médico, donde aconsejaron que lo llevara al hospital para hacer un escáner. En el orfanato se desentendieron y le dijeron que tomara un taxi para atravesar una zona peligrosa de Nairobi para trasladarlo al centro médico. Y así lo tuvo que hacer.

Aquello lo denunció en la embajada de Kenia en España y, aunque a ella no le contestaron, sí debieron comunicar con el orfanato porque en un segundo viaje le pusieron todas las pegas para colaborar y le impidieron volver una tercera vez. Durante aquellos meses estuvo enviando dinero a un joven de Nairobi, con el que se compraban alimentos para los niños, hasta que aquella colaboración le terminó por decepcionar porque, al final, el dinero no llegaba para el fin solidario.

No se arrendó y poco después logró la posibilidad de ayudar a una guardería en la isla de Lemu, en Kenia, durante un año, hasta que finalizó el convenio de colaboración. Y fue entonces cuando se puso a trabajar en dos proyectos al mismo tiempo.

Por un lado, en la construcción de una guardería en Turkana, a donde hasta ahora envía dinero para alimentar a los niños. Pero el objetivo va más allá: construir una mejor instalación donde acoger a 30 niñas y niños para alimentarlos y educarlos. Para lograrlo ha puesto en marcha el proyecto Los 100 de Turkanacada una mil euros para construir el edificio y desarrollar el proyecto.

La otra iniciativa tiene más miga. Se trata de ayudar a los niños de la calle, a los sin techo. Para ello contactó con un joven trabajador social, Charli, a quien envía dinero gracias a la ayuda de los numerosos vecinos y comercios de Álava y La Rioja, que ayudan con sus aportaciones o comprando sudaderas y otros objetos diseñados para este fin. De momento, el programa funciona “muy bien” y el dinero alcanza para los gastos.