-En la próxima reapertura se tendrá que notar que Santa Catalina es uno de los grandes atractivos del País Vasco y ubicado en un espectacular rincón.

-El jardín se cierra ya. Este mes de noviembre, la opción que habíamos elegido era abrir los fines de semana y permanecer cerrados de lunes a viernes. Otros años cerrábamos el Jardín Botánico un poco antes, pero dada la situación preferimos ampliar la temporada, no abiertos del todo, pero sí con un cierto margen, para ver cómo iba la cosa con el coronavirus.

Ha sido un año muy atípico, ¿cómo san ido las visitas?

-A 22 de noviembre, que es la última fecha de cierre de datos, y pendientes de contabilizar las visitas de este fin de semana, que creo que será elevado, hay registrados 10.003 visitantes.

¿Cómo lo han valorado?

-La verdad es que nos ha sorprendido. El año tuvo pocos visitantes en febrero, marzo y luego vino el cierre hasta la desescalada. No obstante, en el verano hemos recuperado la afluencia. Otros años, en agosto, la gente se iba de vacaciones, pero este año ha sido exagerado de visitas. Creo que la razón está en que la gente no se podía desplazar a otras comunidades y se han quedado por aquí cerca y se ha notado un montón. Mirando datos de otros años, aparte de 2015 que hubo menos visitantes, no nos hemos alejado tanto de las cifras habituales.

¿Se ha beneficiado el jardín de ese incremento del turismo interior que se ha manifestado este año?

-Así es. En el año 2016 tuvimos 11.400 visitantes; en 2017, 15.000; en 2018, otros 15.000; y en 2019 también casi llega a esa cifra. Este año, con todo lo que ha caído, han venido 10.003 personas. Así que muy bien.

Habitualmente se celebran en el jardín eventos culturales o de ocio. ¿En 2020 han podido programar algo en esa línea?

-La realidad es que actividades se han realizado muy, muy poquitas, porque no se podían hacer a causa de las restricciones, estados de alarma y demás. Lo poco que se ha programado ha sido para grupos muy pequeños y con todas las medidas que había en cada momento. Con todo, la acogida de estas actividades y la aceptación de las medidas de seguridad, han sido buenas. El tener algo que hacer ya era suficiente para que la gente estuviera a gusto y pudiera disfrutar.

Algunos de los protagonistas del jardín son los colaboradores que siguen programas de inserción laboral.

-Sí, son gente de Sidálava, que llevan un poco la gestión de mantenimiento y otros trabajos en el jardín. También ellos se han visto afectados en algunos momentos por las medidas de seguridad y prevención pero, en general, las personas que están allí colaborando son personas que agradecen muchísimo el poder volver a hacer una actividad. Y más en un entorno como aquel, trabajando la inserción laboral. En mi opinión, lo agradecen bastante.

Además, es que son autores de muchas de las cosas que se pueden disfrutar en el recinto.

-Sí, porque al final es un trabajo conjunto de varias partes y todo lo que es poda, desbroces o mantenimiento, el que esté el Jardín Botánico visitable es mucho gracias al trabajo que desarrollan estas personas.

Enseguida llega el cierre, ¿cuándo se vuelve a abrir?

-En principio suele ser en el mes de marzo. De todas formas, las fechas en el Jardín Botánico suelen ser siempre dependiente del tiempo que haga en esos momentos. Por eso, las fechas nunca son muy fijas, pero habitualmente solemos estar abiertos de marzo a diciembre. Además, solemos tener en cuenta las cuestiones de puentes, vacaciones, porque si se puede se abre aprovechando esas circunstancias.

¿Hay prevista alguna actuación especial durante este tiempo de mantenimiento o de cara al año que viene?

-Sí que tenemos algunas previsiones. Por ejemplo, el cierre del jardín lo vamos a llevar a cabo con un proyecto que hemos realizado completamente nuevo, que es una sorpresa y del que no vamos a contar nada hasta que se produzca. Queremos hacer un cierre de temporada diferente: si ha sido un año atípico, haremos un cierre también atípico.

¿Y para la próxima temporada?

-De cara al año que viene sí que tendremos una página web del Jardín Botánico, nueva, que presentaremos poco antes de la reapertura en marzo, así como otras novedades en el jardín, donde todos los años hay nuevos ejemplares, rincones o decoraciones.

¿Se mantiene la línea de buena colaboración con la Asociación de Amigos del Jardín?

-Claro que sí, como no podía ser menos. Llevan años y años allí y son los que más miman el jardín y los temas culturales. Son una parte fundamental para que el Jardín funcione y para que cada año acuda más gente a disfrutarlo.

Igual que la buena relación con la Asociación de Bonsais de Álava.

-También son una parte fundamental y mantienen en Santa Catalina una colección importante de bonsáis espectaculares. Este año han renovado algunos y están planificando llevar otros de cara para la próxima reapertura.

Entre las muchas joyas de Iruña Oka sobresalen dos muy cercanas: el propio jardín de Santa Catalina e Iruña Veleia.

-Ya lo creo. Son los dos principales lugares de visitas, aunque el jardín es verdaderamente espectacular, porque se junta las ruinas con los jardines y la conjunción de las dos cosas ofrece una imagen fantástica. Cualquier cosa que hagas allí, yo creo que mejora. Sencillamente por el entorno en el que lo estás haciendo. Es brutal.