a violencia de género hunde sus raíces en las desigualdades entre mujeres y hombres, y estas a su vez en la socialización diferente desde el mismo momento de nacer, en distintos aprendizajes en cuanto a responsabilidades, habilidades y destrezas, y también en las relaciones afectivas, dándose un proceso que perpetúa las desigualdades entre mujeres y hombres, y que otorga una mayor valoración a lo masculino que a lo femenino, en un contexto de androcentrismo cultural.

Aunque afortunadamente cada vez son más los hombres que asumen nuevas masculinidades, el modelo hegemónico sigue prevaleciendo sobre el resto. La violencia de género en las relaciones de pareja o expareja tiene que ver con esa socialización diferencial que fomenta y legitima las desigualdades entre hombres y mujeres.

Y la violencia que se da en las relaciones de pareja no tiene su causa en las pautas relacionales que en ella se dan; por el contrario, son la consecuencia de la interiorización de ideas y valores propios de una cultura que ha hecho de la diferencia sexual una desigualdad.

Las causas específicas de la violencia de género y los factores que incrementan el riesgo de que se produzca están arraigadas en el contexto general de la discriminación sistemática de las mujeres, y cualquier estrategia para erradicarla pasa, por tanto, por confrontar las creencias culturales y las estructuras sociales que la perpetúan.

Ningún caso de violencia de género en las relaciones de pareja y expareja sería posible si no existiera este sustrato social que genera en las mentes de las personas la idea de la diferencia y jerarquía entre los géneros, y la discriminación de las mujeres en diferentes contextos.

A nivel individual y colectivo podemos y debemos cambiar ideas y formas de actuar en pos de una sociedad mejor organizada y más justa y cohesionada. Debemos trabajar a favor de la equidad de género para obtener relaciones igualitarias libres de violencias de género.

Las instituciones públicas debemos seguir esforzándonos por atender, de forma coordinada, a las víctimas de violencia de género y respaldar a las asociaciones que las representan, tanto las de apoyo, como la referente asociación Clara Campoamor, como las integradas por ellas mismas, caso de Bizirik Elkartea, de Gasteiz.

Son mujeres que prefieren definirse como supervivientes en vez de víctimas, para así hacer hincapié en resaltar su capacidad de superación, de resiliencia, una de las mejores estrategias para debilitar y deslegitimar al maltratador. Mujeres referentes para otras mujeres maltratadas. Mujeres que se aferran a su coraje para romper la dependencia emocional que las tiene maniatadas.

Es mucho lo que queda por hacer para que esta sociedad cambie y sea igualitaria. Y, para ello, a la acción de los diversos movimientos feministas debe sumarse de forma manifiesta la de muchos hombres que nos definimos como feministas, que buscamos la igualdad de derechos de las mujeres y los hombres.

Escucha activa, autoayuda, reparación, ruptura con el silencio, recuperar la memoria de las víctimas y sobrevivientes de violencia machista... Son muchas las acciones necesarias las que se pueden enumerar. Y las administraciones públicas debemos apoyarlas complementariamente a la atención directa que prestamos a las víctimas, y hacer que no sean puntuales, sino que se extiendan en el tiempo y calen en la sociedad de modo progresivo hasta que no sean necesarias.

Ahora que tanto se abusa del término "histórico", ese sí que de verdad será un momento histórico. El de la abolición de la lacra social despreciable de la violencia machista.

Por último, no quiero dejar pasar por alto el papel esencial de los medios de comunicación para ejercer de agentes aliados o antirrevictimizadores. La difusión de la verdad y denuncia pública desde ello ayuda a que la sociedad se haga eco de ciertas injusticias frente a las que ha reaccionado y exigido justicia.

El que en los medios se recoja el testimonio de esas mujeres sirve no solo para sensibilizar y concienciar a la ciudadanía, sino a la vez para su reparación personal y como ejemplo de sororidad para otras mujeres. .

Emilio Sola. El autor es diputado foral de Políticas Sociales de la Diputación foral de Álava