- Esta jornada de Olarizu difícilmente la va a olvidar Carlos Lancha. Después de más de tres décadas plantando su txosna en las campas, hoy afronta un lunes "diferente y raro" en el que no ha vivido el ajetreo de los días previos preparando las bebidas y viandas con las que saciar los estómagos de los hambrientos romeros. Tendrá que limitarse a atender y servir a su fiel clientela que se presenta cada jornada a la barra del bar Kai, situado a la entrada desde General Álava al pasaje de Postas. "Llevo más 32 años estando cada romería de Olarizu en las campas", presume con orgullo el hostelero.

Guarda un especial recuerdo de todos ellos y no duda en calificar como una jornada "especial y bonita" este primer lunes después de la virgen de septiembre, a pesar de ser también una día de intenso trabajo y ajetreo. "Mi mujer me ha dicho muchas veces que lo deje", explica, pero Carlos se resiste y quiere continuar su idilio con las campas de Olarizu. No será posible este 2020 por el azote del coronavirus en una decisión que ya les comunicó el Ayuntamiento hace unas semanas al anunciarles la imposibilidad de llevar a cabo el habitual programa de otros años y la masiva presencia de gasteiztarras en la dehesa.

Esta trayectoria le lleva a tener también una larga serie de recuerdos y ser un observador privilegiado de cómo ha ido evolucionando la celebración de la romería una edición tras otra. "Antes solo íbamos para despachar bocadillos", rememora Carlos Lancha. Tres décadas después los gustos de los romeros han virado completamente y "ahora se lleva el consumo de cerveza, kalimotxo y, sobre todo, la sidra, que es la auténtica reina de Olarizu", sentencia el experimentado hostelero en su radiografía de la fiesta. No todo es ingerir líquido en las campas y en su txosna siempre se ofrece una surtida variedad de "bocadillos de chorizo a la brasa, lomo, tortilla y salchichas", recita de carrerilla y con su habitual soltura.

No solo en los gustos y oferta de productos se ha visto el desarrollo de la romería, ya que también los puestos que se montan un año tras otro nada tienen que ver con los de sus primeras presencias en Olarizu. "Antes eran cuatro tablones, unos cuerpos de andamio y un toldo que nos dejaban" los elementos que daban forma a ese bar de una única jornada. Más allá del rendimiento económico y las horas de trabajo que se meten en una jornada como esta, Lancha resalta la "ilusión con la que acudo para pasar una jornada diferente". Este año todo va a ser diferente y para evitar cualquier riesgo de concentración de personal se ha cancelado la celebración. Esa tendencia a estar en Olarizu un día como hoy le lleva a abrir la puerta "igual acercarme y dar una vuelta para ver cómo está la campa vacía", reflexiona en conversación con DNA.

Más allá de esta jornada singular, sus años al otro lado de la barra del Kai le llevan a desear que "termine pronto" la anormalidad que ha traído el coronavirus.