- La Diputación y la asociación de concejos han organizado este mes dos talleres de coaching y liderazgo para el desarrollo de estrategias de comunicación, empoderamiento y liderazgo de las mujeres. El objetivo es aumentar la presencia de mujeres en los 334 concejos alaveses. Y es que, las electas de los concejos representan solamente el 24,6% de los cargos. Además, en casi la mitad de estas entidades nunca ha habido una mujer electa en los comicios electorales de 2017 y en el 54% de los concejos no se ha elegido nunca a una mujer presidenta. Desde 1997 hasta 2017, 48 de estas pueblos no han elegido mujeres para las juntas administrativas. El curso impartido por la experta Maru Sarasola pretende potenciar el liderazgo en la actividad pública, identificar obstáculos que impiden la participación de las mujeres, aprender estrategias de participación y practicar habilidades de comunicación.

En pocas palabras. ¿Cómo describe el empoderamiento?

-Tiene una doble vertiente. La individual, que tiene que ver con la autoestima y la colectiva, con establecer relaciones que nos permitan realizar cambios sociales y eliminar discriminaciones. Cierto que últimamente se utiliza para todo: empoderamiento de la mujer, pero también de los parados, etc. Se ha convertido en una palabra chicle. Pero, en resumen, se trata de mejorar la autoconfianza y la autoestima.

¿Es menor en la zona rural?

-Es menor en la zona rural, pues no lo sé, pero sí en términos políticos, ya que las mujeres se encuentran en un mundo copado por hombres.

Y, por tanto, con más dificultades u obstáculos.

-Las dificultades u obstáculos para que las mujeres entren en política dependen mucho del contexto y la zona rural tiende a ser más tradicional y hay más estereotipos.

A decir verdad, tampoco es que en las ciudades se haya avanzado tanto. Ninguna de las tres capitales vascas tiene alcaldesa, por ejemplo.

-Se ha avanzado bastante, no es como hace 50 años, pero también es cierto que todavía falta democracia de la paridad y hasta que ambos, hombres y mujeres, no nos hagamos cargo de todo, de la esfera pública y de la privada.

¿A qué se debe que haya menos mujeres en política?

-Tiene mucho que ver con la división tradicional del trabajo, que al hombre le adjudica la esfera pública y a la mujer, la privada, la de los cuidados. Por eso tienen más facilidad para entrar en política las mujeres sin cargas familiares. El mundo público funciona como una especie de ficción en la que se da por hecho que quienes se dedican a él son independientes y autosuficientes, pero en realidad sólo lo son en la medida en que hay alguien fuera, mujeres, que sostienen esa independencia ficticia. La esfera política funciona como si quienes se dedican a ella fueran autosuficientes y no es así.

Y dentro de ese reparto tradicional de tareas, queda claro que a los hombres no les interesa demasiado hacerse cargo de tareas de cuidado.

-Parece que no, aunque hoy en día no se comportan como hace años y los jóvenes, por ejemplo, se implican más en la corresponsabilidad de tareas. Aun así, parece que limpiar o cuidar de mayores o enfermos no les resulta muy atractivo. En cambio, sí se detectan más avances en el cuidado de los hijos. Y relacionado con ello hay otra pata, de vital importancia y es que para que esto ocurra tiene que haber suficientes servicios públicos y no los hay; se está viendo muy claramente durante la pandemia. Además, en ocasiones, los hombres ven estos trabajos de cuidados o intendencia del hogar como una pérdida de privilegios.

Vamos, que no les entusiasma el reparto de tareas.

-A veces les digo, si el reparto de tareas te gustase tanto, te pelearías por hacerlo, no dirías: es que no me deja.

Ahí entra la parte de la responsabilidad femenina, si es que la hay.

-Para que ellos cojan, tenemos que soltar y puede que, a veces, les cueste a las mujeres. Por eso, expresiones como quítate de ahí que lo haces mal, no van a ningún sitio.

Quizá debería invitar a los hombres. a este taller.

-Mmmm, sí y no, te diría. Mi experiencia me dice que cuando están solas, las mujeres hablan de forma más libre, comparten y se dan más y se dan cuenta de que no es que ellas hagan algo mal y por eso les ocurran determinadas situaciones sino que les pasa a todas. Sin embargo, también me he hecho esa reflexión y creo que sí es momento de que abramos espacios mixtos, con hombres y mujeres, para compartir porque no existe un modelo de liderazgo para hombres y otro para mujeres.

¿Cómo potencia el liderazgo en la actividad pública?

-En los talleres trabajamos distintos ámbitos como, por ejemplo, cuáles son mis fortalezas, que es lo que me limita, qué hago con el miedo a no ser capaz, a no dar la talla y también les muestro habilidades de liderazgo con la escucha como herramienta básica o cómo gestionar conflictos, generar confianza, etc.

A qué tienen miedo las mujeres cuando se lanzan a ese mundo?

-Tienen miedo a no llegar a todo, a no ser capaces, a que no se les reconozca, a dejar apartados a los niños.

Ya, pero formadas están.

-Tenemos la generación de mujeres más formada de la historia; se forman, forman y forman..., pero llega un momento en el que hay que lanzarse a la piscina... ese exceso de formación también tiene que ver a veces con la inseguridad o con esa ida de perfeccionismo. Como yo digo: hay chicos que con la solapa de un libro te imparten un taller, me entiendes.

Sí. También les muestra cómo identificar obstáculos.

-Obstáculos o limitaciones que en ocasiones tienen que ver con la conciliación, pero también con los miedos internos y en otros casos son más objetivos, como entrar en un territorio en el que se les percibe como ajenas y en el que les cuesta que su palabra valga igual que la de un hombre. Incluso con esa forma de entender la política que se da hoy en día como una lucha, esa forma de comunicarse les resulta un obstáculo importante.

Y cómo anima a una mujer a entrar en la vida política de su concejo.

-La idea es establecer una red de apoyo en la medida que a ellas les interese para aumentar la participación femenina dentro de la vida de los concejos.

Una vez dentro, qué le cuentan de su experiencia en la vida pública..

-Evidentemente hay de todo. Muchas están contentas de haber dado el paso, a pesar del esfuerzo y sufrimiento que este salto les puede haber generado. Otras lo dejan. Pienso que la experiencia es valiosa, pese a limitaciones como horarios, disponibilidad... luego está la parte del reconocimiento entre sus iguales, otra dificultad.

Hasta qué punto su salto a lo público tiene que ver con las cuotas.

-No sé hasta qué punto tiene que ver que entren en política con las cuotas, pero algunos de los hombres con responsabilidad con los que he hablado ven las cuotas como un problema; dicen que no encuentran mujeres suficientes para completar las listas electorales, y yo les he respondo si realmente las buscan.

No me diga que es que los hombres ya nacen empoderados...

-(Risas) No sé se nace o se desarrolla, pero sí que en esa división sexual que se hizo del trabajo, la esfera privada, la que se relaciona con lo femenino está desvalorizada.

La política es más exigente con las mujeres.

-Es cierto que ellos pueden equivocarse con mucha más tranquilidad y a ellas se les está midiendo constantemente y en un terreno de juego en el que a veces se les considera ajenas. Ocurre también en otros ámbitos y por eso no es casualidad que las mujeres se empeñen en formarse más y más. Es curioso, por ejemplo, que en la administración pública a la que en términos generales se accede por pruebas objetivas el porcentaje de trabajadoras y trabajadores es parecido, con algo más de presencia femenina y esto no pasa en la empresa privada. En cuanto las pruebas dejan de ser objetivas, entran más los hombres.

Y ya para concluir con esta entrevista. Lance un llamamiento a las mujeres a saltar a la esfera pública de los concejos.

-A quienes están animadas les digo que lo pueden hacer, que se fíen de sí mismas, que entiendan que son perfectamente capaces, que se unan y creen redes entre ellas y no permitan que alguien les diga que no son capaces. Pero también que sean conscientes de que se meten en un entorno que implica cierta dosis de discriminación que tiene que ver más con lo colectivo que con lo individual.

“A las mujeres les digo que

lo pueden hacer, que se fíen de sí mismas, que entiendan que son perfectamente capaces”

“Si el reparto de las tareas de la esfera privada les gustase tanto, se pelearían por hacerlo, no dirían: es que no me deja”

“Funcionan como si fueran autosuficientes y no lo son, sólo en la medida en que hay alguien fuera que sostiene esa ficticia independencia”