ste año iba a ser su vigésimo aniversario encarnando a Celedón, pero el coronavirus ha dado fiesta a Gorka Ortiz de Urbina, el operario de Michelin, que cada 4 de agosto, desde el año 2001, se atreve a cruzar la Virgen Blanca para acabar entonando en la balconada de San Miguel eso de que se ha hecho una casa nueva, con ventana y balcón. “Cuando ahora la gente me ve por la calle, el comentario que me hace es: ¡Para un día que trabajas y te dan fiesta! pero es una no deseada. Ojalá no tuviéramos que parar y el hecho de toda esa gente que se va a perder los festejos, porque ya no van a estar con nosotros, no hubiera pasado”. Por eso este año lo que toca es estar tranquilos. “Lo primero es la salud de la gente y pensar más en los demás que no en uno mismo. Tenemos que recordar un poquito que mi libertad termina cuando empieza la del otro y que los jóvenes tengan en cuenta que pueden ser portadores del covid y contagiar a alguien que le puede costar la vida o la salud por las secuelas que deja”, subraya.

Hasta el último momento dudó sobre qué hacer en su gran día, aquel en el que siempre que el reloj se acerca a las seis de la tarde, suele dejar de ser Gorka, perdiendo casi su nombre de pila, para ser cada vez más Celedón, como le suelen llamar los que se encuentra a su paso. “Me ha dado pena, muchísima, ¿cómo no va a hacerlo? Es algo que yo tuve la suerte de coger en 2001, con el nuevo milenio, y ahora va a haber un impassey más sabiendo que es la segunda vez que pasa que no va a haber fiestas en Vitoria. La otra suspensión fue por la Guerra Civil de 1936. Es algo muy extraño. Creo que en un primer momento todos teníamos la esperanza de que se podrían celebrar, pero cuando vi que en Pamplona no iba a haber San Fermín, me di cuenta que aquí era imposible”.

Sobre todo, por el acto que protagoniza, su particular baño de masas, que suele congregar entre la Virgen Blanca y aledaños a la friolera de más de 50.000 personas deseosas de recibir a este querido personaje durante su bajada. Algo impensable en este verano en el que se evitan todo tipo de aglomeraciones. “Y no solo por la bajada. Con los conciertos también pasa lo mismo y con las mismas cuadrillas de blusas y neskas, como los 300 miembros de mi cuadrilla, Bereziak, que salimos el día 5, pero que hemos cancelado porque si nos juntamos, es contagio seguro”, ilustra.

No en vano, el propio Ortiz de Urbina es otro de los miles de gasteiztarras que ha tenido que reajustar su agenda festiva, incluido su planning, como el almuerzo, “que hago con tres o cuatro muy buenos amigos. Es un día que depende de cómo caiga, tienes que atender a más o medios de comunicación. Sobre las 12.00 horas suelo quedar con mis acompañantes para organizar la bajada. Luego suelo comer en La Regadera, donde Mikel (dice por Fiestras, su popular cocinero) con Iñaki Pérez de San Vicente (coordinador del grupo que le acompaña en el paseíllo), mi mujer, su amiga y mis dos hijos. Luego toca ir al Bujanda a hacer el cambio de puros y más tarde voy al piso de la Caja Vital -de Postas, desde donde sale-”.

Cuando termina todo, va a una habitación en Los Arquillos, que le suelen dejar, donde se ducha y se cambia “no de blusa, sino para ser un vitoriano más, con el pañuelo en el cuello” y tras ello, pone rumbo a su primera parada “indiscutible”: la cervecería Alt, de Cercas Bajas, “donde Txefo y Jose”, a los que quiere “muchísimo”, aunque el recibimiento que le dan es el de: Ya está aquí el muñeco”, sonríe al recordarlo.

De todo eso que hacía va a poder mantener ciertas cosas, como la quedada con amigos, como Patxi o Juanma, con los que se toma un café o un zurito “y nos hacemos una foto todos los años en la Virgen Blanca, sobre las 10.30, 11.00 o incluso a las 12.00 horas algún año, dependiendo cómo tenga yo ese día. Con Martina, la hija de Juanma y Ana, tengo fotos desde que era bebé hasta ahora. Así que eso es impepinable. También lo haremos”. Por la cervecería también pasará, “pero lo haré antes, posiblemente por la mañana”. Si bien, “a fecha de hoy -este reportaje se realizó días antes del 4 de agosto- todavía no sé lo que voy a hacer a las seis de la tarde. Se me va a hacer muy muy extraño. El otro día cuando estaba grabando un programa me pusieron las canciones que más han significado en mi vida y solo con escuchar la primera, la de Celedón, se me pusieron los pelos como escarpias. Creo que hasta que no llegue ese momento no voy a ser consciente de lo que me va a pasar”.

Ortiz de Urbina pensaba que durante estas no fiestas iba a tener menos entrevistas “y qué va”. Ha sido todo lo contrario. “Digamos que ese punto es el no tan bueno, ya que aunque al principio pensaba que iba a estar más tranquilo, ha sido el año en el que todo el mundo se ha acordado de mí. Este año, por ejemplo, he participado en programas de cocina, cosa que otros años no he hecho, y me he vestido más veces de Celedón antes del día 4 que nunca”.

El día 5 es otra de las cosas que más le va a faltar “sin lugar a dudas”, por todo lo que pare él significa, “la ofrenda floral y estar con la familia y con la cuadrilla, a los que muchos solo veo esos días, y que este año no va a poder ser, dado el límite de 10 personas como máximo por cada reunión. “Evidentemente lo que no voy a mantener es estar por la noche y hasta las mil. Tenemos que ser conscientes de lo que hay”, resalta.

Lo único bueno en este caso de no poder salir será la parte económica, “Ninguno de la cuadrilla hemos pagado porque no vamos a salir, lo que implicaba unos 200-250 euros más las copas. Y otros años era algo que no solíamos mirar”, añade.

Sus dos años especialmente emotivos han sido “2001, que fue el primer año que fui Celedón y 2007, en el 50 aniversario de la creación de este personaje, en el que hicimos el paseíllo Iñaki Landa y yo juntos y que ojalá hubiera podido venir José Luis Isasi. Para mí fue un año espectacular y fue el primero que fui aita, cuando nació mi hijo Urko”. Más difícil es elegir el mejor año en el que se lo ha pasado de fiesta. “Me lo he pasado en muchos. El hecho de llevar la mochila del personaje de Celedón conmigo no te quita para que te lo pases mal en fiesta”. De ahí que haya tenido anécdotas inolvidables, de esas en las que todavía se ríe cuando las rememora. “Hay muchas, pero no se pueden contar”, dice con una sonrisa de oreja a oreja y un brillo de pillo en sus ojos azules. Y es que lo que pasa en su cuadrilla de Bereziak se queda en ella.

“Aunque pensemos con el corazón que ojalá hubiera fiestas, no las hay. Por eso quiero hacer un llamamiento porque no creo que ninguno de nosotros queramos estar más meses en casa sin poder movernos. Espero que la gente recapacite y que sea capaz de darse cuenta de lo grave que es. Es triste que te tengas que dar cuenta de las cosas cuando te pasa a ti o a algún familiar. He tenido la suerte de que ninguno de los míos lo haya cogido, pero tengo conocidos a los que se les ha muerto el aita y te duele. Vamos a ser un poco cabales”, apela. Y se puede lograr. “Guardando la distancia y usando la cabeza todos podemos ser responsables. Son los jóvenes los que tienen la llave en estas no fiestas”. Solo así en 2021 podrá dejar de ser Gorka para ser otra vez Celedón.

“La gente que me ve por la calle me dice que para un día que trabajo, me dan fiesta, pero no es deseada”

Celedón