Vitoria. El paso de Euskadi a la fase 3 de desescalada este lunes ha supuesto la vuelta de las visitas de los familiares a los usuarios de las residencias de mayores, una jornada marcada por muchas emociones aunque, todavía, contenidas por la imposibilidad del contacto físico.

Han sido tres meses desde que la pandemia de la COVID-19 "recluyó" a los usuarios de las residencias, uno de los colectivos más castigados por la enfermedad y que en Euskadi se ha cobrado la vida de más de medio millar de personas.

Este lunes, los familiares han podido volver a entrar en los centros, con un límite de un visitante por usuario y de una hora tope de visita, manteniendo unas medidas de higiene como el uso de mascarillas, de geles hidroalcohólicos y de guantes.

El diputado general, Ramio González, ha visitado la residencia Lakua, en Vitoria, un centro en el que tan solo registraron los casos positivos el pasado mes de febrero de dos personas que ya estaban en aislamiento por unas patologías respiratorias.

González ha dicho que, tras casi tres meses de lucha contra la pandemia, quería agradecer a los usuarios de las residencias, a sus familiares y, muy especialmente, a las trabajadoras su comprensión y, en este último caso, su labor "en circunstancias muy difíciles"."No ha sido fácil para ninguno", ha añadido González, quien ha recordado que ante una situación de "incertidumbre" los usuarios de las residencias y sus familiares no han podido tener "contacto físico. Ha sido una situación durísima".

Ha insistido en su reconocimiento a las trabajadoras de estos centros, especialmente al principio de la pandemia cuando no pudieron contar con todos los elementos de protección necesarios por las dificultades para adquirirlos en el mercado internacional.

"Su atención ha ido más allá de lo estrictamente profesional y son, como dicen mucho familiares, la segunda familia de los residentes".

SIN CONTAGIADOS POR COVID19 El diputado general ha puesto en valor que este lunes ya no haya ningún residente ni ningún trabajador de los centros forales contagiado por COVID-19, y que se sigue trabajando para que esta situación también se consiga en los privados.

La directora de la residencia Lakua, Brigida Argote, ha reconocido que el contacto directo entre los residentes y los familiares es "importante", sobre todo después de haber vivido estos tiempos "muy duros", aunque también "gratificantes".

Argote también ha agradecido el trabajo de las profesionales que en ningún momento han planteando ninguna queja, sino todo lo contrario, y ha mostrado su deseo de que "dentro de poco se logre una mayor normalidad".

En esta residencia, con el acuerdo de los familiares, se ha decidido acortar las visitas a media hora para que se puedan realizar más durante la semana, algo que ha agradecido Luis, un hombre de 79 años que tiene a su esposa en ella.

EMOCIONES A FLOR DE PIEL Luis, visiblemente emocionado, ha explicado que no tiene más familia que María, su mujer enferma de alzheimer desde hace 25 años.

Ha reconocido que este lunes ha sido un día especial y que estaba emocionado porque aunque desde hacia días había podido ver a su mujer desde fuera de la verja de la residencia, hoy ya había estado físicamente con ella.

"Yo creo que ella se da cuenta de que estoy cuando le hablo" ha dicho este hombre que reconoce que ha llevado "muy mal" todo lo concerniente a la pandemia en la que ha sufrido un "bajón físico grandísimo".

Por último, ha afirmado que se les debe dar un premio a los profesionales de las residencias, porque el trato con los usuarios, no solo ahora, sino de siempre, ha sido exquisito.

Javier también ha aprovechado este primer día de reinicio de las visitas para reencontrarse con su madre en una residencia de Legazpi (Gipuzkoa).

La visita ha sido "emocionante" pero también "rara", por las excepcionales medidas de precaución y que han hecho que madre e hijo se vieran con una maceta en medio para garantizar el distanciamiento necesario.

"Ha sido especial pero un tanto triste porque no he podido besarla ni tocarla", ha explicado Javier, quien ha relatado que una mujer ha salido de su visita llorando porque su madre no la había reconocido después de estos tres meses de aislamiento.