- La pandemia provocada por la covid-19 ha causado enormes problemas de pérdida de vidas humanas, daños económicos cuantiosos y un largo etcétera de afecciones a la educación, la cultura, el deporte y el resto de ámbitos que conforman nuestras vidas. Pero en medio de esas adversidades también ha sobresalido la capacidad de solidaridad de las gentes y la entrega generosa de tiempo y medios para ayudar a los demás.

En los pueblos y ciudades no han faltado grupos de voluntarios que han hecho la vida más fácil a quienes lo tenían más difícil. Y uno de esos municipios ha sido Ribera Baja, cuyo Ayuntamiento, que preside Miren Santamaría, convocó una mesa de crisis cuando saltó el tema "de que se paraban las clases y ya no se podía ir a los colegios. Y abordamos las consecuencias que nos iba a traer la covid-19", cuenta la concejala de Servicios Sociales, Nieves Sáenz de Cámara.

De esta forma, desde el principio y, entre otros asuntos, "nos preocupaban de forma especial las posibles necesidades de atención y cuidado que iban a tener las personas mayores, ya que eran las primeras que podían tener un perjuicio en su salud más o menos grave". A esa reflexión no fueron ajenos los vecinos que, a pesar de la inquietud y la confusión de aquel comienzo, desde un primer momento ofrecieron su ayuda desinteresada para participar en lo que hiciera falta a través de equipos de voluntarios.

Por ello, al analizar la situación, tanto la alcaldesa como la responsable de servicios sociales y el resto del equipo de gobierno municipal "unimos la necesidad que veíamos desde el Ayuntamiento y los ofrecimientos de personas que, tan siquiera haber organizado nada, ya se prestaban voluntarias, y vimos posible crear este grupo de voluntarios", señala Sáenz de Cámara.

La responsable de Servicios Sociales explica que en este municipio hay un grupo de Whatsapp en el que participa una tercera parte de la vecindad, así que cuando desde el Ayuntamiento se organizó qué se iba a hacer, cómo y qué se iba a necesitar se tomó la decisión de arrancar. "Una vez que tuvimos claro cuál era el objetivo, la labor asistencial que íbamos a realizar y las medidas de protección, convocamos a través de Whatsapp y de la página de Facebook a los vecinos e incluso hicimos un envío de información tanto para personas que quisieran colaborar como voluntarias como para aquellos que creían que necesitarían que las personas voluntarias les hicieran algún servicio".

Y el resultado fue mayúsculo porque el segundo día "tras realizar esos llamamientos, ya teníamos once personas; el tercero teníamos 15; a la semana eran 22 y en este momento tenemos 42 personas apuntadas como voluntarias".

En un principio pensaban que la principal y fundamental labor iba a ser la atención a las personas mayores en la compra de alimentos, productos de higiene y los artículos de farmacia. Pero "luego vimos que había otras necesidades que surgían y que podíamos atender, ya que esas primeras demandas eran poquitas: la primera semana solo tuvimos cinco. Había más voluntarios que labor a realizar". Entonces surgieron otras necesidades, como fue colaborar en la desinfección de lugares comunes que, en ese momento, ninguna institución había planificado hacerse cargo. Así que los que estaban en el grupo de voluntarios y otros que se sumaron conformaron uno para la desinfección de esos lugares, como la parada del autobús, el centro de salud, el centro de mayores, la residencia. "También el supermercado, porque al híper que hay en nuestro municipio acude mucha gente. A todos esos lugares acudieron con agua y lejía para poderlos desinfectar", explica.

El trabajo se hizo tan al detalle que se llegó a los buzones de las casas. Al principio, "hacíamos la desinfección del centro de atención a personas mayores, pero luego hablamos e incorporamos el colegio, centro de salud, farmacia, con todos los servicios, en general, que estaban abiertos". Y desde allí les fueron planteando otras cosas. Por ejemplo, "el colegio nos pidió hacer un reparto de portátiles al alumnado", porque el último día de clase, pensando que iban a volver a las dos semanas, resultó que no se reanudaba la actividad en el centro. "Hay familias que no tienen portátiles, o tienen, pero los necesita otro hermano o hermana. Por eso realizamos el reparto de ordenadores", añade la concejala.

En Ribera Baja, como en otros muchos lugares, también se encontraron con el problema común de desabastecimiento total de materiales de protección, fundamentalmente de mascarillas. Por eso, a través del equipo de voluntarios "conseguimos organizar otro grupo que va desde la persona que corta los materiales, Salva, un vecino que es sastre de toda la vida, a otros (ocho personas) que cosen las mascarillas y otro equipo, de trece personas, que reparte casa por casa estas mascarillas junto a otro material que ha comprado el Ayuntamiento". Con ello se ha logrado cubrir todo el municipio, 1.400 mascarillas, que es la población de Ribabellosa, Manzanos, Melledes, Quintanilla de la Ribera, Igay y Ribaguda.

Además de las mascarillas, también se implicaron en la elaboración de pantallas de protección. Vecinos que tenían en sus casas las impresoras en tres dimensiones elaboraron la parte de la carcasa; luego, desde el Ayuntamiento se colocaron las pantallas transparentes y después se repartieron a personal profesional, como la farmacia, el personal médico del centro de salud cuando Osakidetza aún no les facilitaba ese material. "Ha sido una labor en la que han ido surgiendo cosas y al final el resultado ha sido una maravilla".

Asimismo, junto a los voluntarios han estado la colaboración de empresas y otras instituciones. El mismo viernes, el equipo de reparto estuvo distribuyendo por los hogares botellas de hidrogel donadas por la empresa Alzola. Y lo hicieron con los EPI donados por Eutsi Goiari y por el bazar chino de Ribabellosa, Corte Home.

Sáenz de Cámara valora este compromiso de los vecinos como algo hermoso. "Cuando pensamos que una situación como ésta, complicada, puede hacer que la gente se quede en su casa y que lo peor aflore un poco, el egoísmo, la situación ha sido la contraria". Cuenta que "aquí ha surgido el sentimiento de querer ayudar a los demás en lo que cada uno puede hacer. Afortunadamente, hay más personas que se han ofrecido y que tienen estos sentimientos positivos de colaboración, de comunidad, que personas que se hayan encerrado o que critiquen al sistema, o simplemente que se pongan en un plano negativo".

Como responsable del área de Servicios Sociales, pero también como técnica, ya que es la trabajadora social de Ribera Baja, afirma que "hay cosas a las que las administraciones no llegan si no es con personal voluntario. Es ahí donde hemos tenido esta baza y tengo que destacar que un 80% de la población que está colaborando es menor de 30 años".

Ahora, aún es pronto para saber si el grupo de voluntarios tendrá continuidad en el futuro, pero la intención del Ayuntamiento es seguir con ellos porque, aunque parece que empieza la desescalada, todavía seguimos prestando ayuda, todavía seguimos desinfectando y vamos a seguir repartiendo más mascarillas. El objetivo es que ninguna persona al salir a la calle no disponga de ese elemento del que vemos que hay mucha necesidad y no siempre se consigue".