- "Cuando el flautista de Hamelin se sintió traicionado al no obtener la bolsa de monedas prometida por librar el pueblo de las ratas, decidió vengarse del avaro alcalde. Sacó su flauta y empezó a tocar una melodía todavía más bella que la que había encandilado a los ratones, y todos los niños del pueblo fueron tras él. Cuando los padres se dieron cuenta de que no se oían las risas de los pequeños en las calles ya era demasiado tarde. Los niños habían desaparecido sin dejar rastro".

Como si del cuento del flautista de Hamelin se tratara, las calles de Álava se han quedado vacías de niños desde hace dos semanas, vacías de vida por el confinamiento decretado a causa de la pandemia del coronavirus. Los niños (siete millones de menores de 15 años en todo el Estado) han desaparecido de la vía pública. Y durante 24 horas al día los padres se han convertido en profesores, cuidadores, compañeros de juegos€, sin olvidar el papel de "policía" que también les toca a la hora de imponer ciertos hábitos e instaurar límites. Nunca antes adultos y niños habían pasado tanto tiempo juntos en casa.

Teniendo en cuenta que los menores son un colectivo vulnerable, países como Francia y Bélgica han decidido permitir a los niños salir a la calle durante el confinamiento, pero tan sólo pueden realizar salidas indispensables en espacios abiertos, en la proximidad del domicilio (en Francia pasear con los niños tiene que hacerse en un radio de un kilómetro entorno a la vivienda), evitando cualquier contacto y manteniendo la distancia de seguridad.

Aquí las medidas de confinamiento son más estrictas, lo que ha provocado un debate en las redes sociales y entre los expertos. Desde hace unos días, una modificación del decreto del Gobierno permite al menor acompañar al padre o la madre al supermercado en caso de quedarse solo en casa.

A cientos de familias alavesas con niños la vida les ha cambiado completamente desde que empezó el confinamiento. Han pasado de estar todo el día fuera de casa, en el colegio, en el parque, en el centro cívico€ a no poder salir. DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA ha hablado con ellas.

Uxue (4 años) y Oier (4 meses)

Cuentos de la andereño

Uxue tiene cuatro años y su hermano Oier, cuatro meses. Junto a sus padres Silvia y Kike están pasando el encierro en casa. "Desde el principio le hemos explicado a Uxue que en la calle hay un catarro muy fuerte y nos tenemos que quedar en casa, porque si cogemos ese catarro nos tendríamos que ir al hospital muchos días. Por eso salimos a la ventana a aplaudir, y por eso ella sabe que se tiene que lavar las manos muchas veces al día", cuenta la ama de Uxue, Silvia.

Aunque es difícil, intentan llevar a cabo una rutina diaria. "Por las mañanas Uxue hace tres o cuatro páginas de unos cuadernillos que hemos tenido que comprar por Internet. Nosotros nos repartimos las tareas, mientras uno hace la comida, el otro tiene que dormir al pequeño, que solo tiene cuatro meses. Y por las tardes salimos a merendar al balcón", explica esta amatxu vitoriana.

Una de las cosas que más le gustan a Uxue es hacer manualidades después de comer y conectarse a YouTube, "porque una profesora de la ikastola de Salburua cuenta un cuento todos los días y cuelga el vídeo", apunta Silvia, quien explica que es una manera muy importante de mantener el contacto con profesores del colegio de Salburua. Además como rutina, por las tardes hacen una videollamada a las amigas de Uxue para que los más pequeños sigan en contacto con otros niños.

Markel (5 años) y June (2 años)

Rutina flexible

Markel, que tiene cinco años, y su hermana June de dos años intentan hacer en la terraza de su casa todo lo que se pueda durante estos días de encierro, desde regar las plantas, jugar con las construcciones, hacer pompas de jabón€ y merendar. Los padres Sole y Carlos teletrabajan durante el confinamiento, con el esfuerzo que supone para esta familia tratar de conciliar el cuidado de dos niños pequeños y trabajar desde casa. "Los niños demandan más atención porque están más aburridos, y la pequeña pide por favor calle porque no lo entiende bien, pero estamos intentando que lo lleve lo mejor posible", señala Sole.

A Markel y a June sus padres les han ido explicando poco a poco que "no se podía ir a la ikastola porque había un virus muy malo que hace que los abuelitos se pongan muy enfermos. Y que tampoco se podía salir de casa más que para comprar y trabajar, y que habrá que esperar a que el virus se muera para volver a la calle". "Les hemos contado un cuento que nos ha llegado por redes sociales y han visto un vídeo para que lo entiendan mejor", señala Carlos.

El día a día en esta casa ha cambiado mucho, "estamos en un domingo perpetuo", dicen los aitas. Intentan seguir una rutina pero con flexibilidad, sin estar sujetos a horarios. Al ser los dos pequeños, deberes no tienen pero los profesores les han enviado propuestas de actividades que "intentamos llevar a cabo relajadamente", explica Sole. Además de pintar y los juegos de mesa, June y Markel también ayudan a sus padres en la cocina a hacer batidos, empanadillas€

Las nuevas tecnologías les están ayudando a pasar un rato al día viendo series o películas, vídeos y canciones que les han enviado las andereños. "Además, intentamos hacer yoga y ejercicio utilizando canales para niños que nos han recomendado", explica esta ama vitoriana. Sin olvidar las videollamadas, "hasta ahora nunca había hecho, y estos días no damos abasto".

Leire (4 años)

Experimentos

Leire, de cuatro años, pasa el encierro en su casa de Salburua con sus padres Javi y Amaia, una familia que no falta ni un solo día a su cita de las ocho de la tarde para aplaudir en el balcón. "Desde el principio Leire ha entendido que había que quedarse en casa porque en la calle hay un virus muy malo, y que hay que lavarse mucho las manos para no tener que ir al hospital", explica Amaia.

El vida de esta familia también ha cambiado de forma radical. "Incluso en días de lluvia solemos hacer planes con las amigas para ir al centro cívico o a tomar un café. Imagínate ahora sin salir de casa. Aunque parece que lo lleva bien, notamos que Leire está más nerviosa e irritable. Es impredecible, nunca sabes por qué se va a enfadar", indica Amaia, la amatxo de Leire.

Todos los días intentan hacer ciertas actividades como ejercicio, etxeko lanak, pintar, puzles, echar la siesta,€ Además, han hecho juntos bizcochos y torrijas y algún que otro experimento de ciencia (https://thedadlab.com).

Y también en esta casa están utilizando las tecnologías para hacer que el día no se haga tan largo. "La tablet es una buena aliada, de vez en cuando Leire se pone con algún juego que le gusta. Además los dibujos también ayudan a relajarse un poco, sobre todo cuando nosotros tenemos algo que hacer y no podemos jugar con ella", explica Amaia.

Ane (6 años) e Izaro (2 años)

Baño con juguetes

Ane, de seis años, y su hermana Izaro, de dos, se los están pasando muy bien estos días disfrazándose y jugando con los aitas a hacer puzles, al bingo y a otros juegos de mesa. En esta casa tienen una actividad que ya han convertido en una rutina diaria y que según los padres Miriam y Josean les encanta a sus hijas. "Después de salir a aplaudir al balcón a las ocho todos los días, metemos a Ane e Izaro en la bañera juntas con juguetes para que se diviertan un rato mientras uno de nosotros hace la cena, es muy divertido y recomendable", explica Miriam.

Durante el confinamiento, ella se queda en casa por las mañanas con las niñas gracias a una medida de conciliación, y Josean trabaja hasta las tres de la tarde.

"Nos ha sorprendido lo bien que lo ha entendido Ane, de seis años, el tema de tener que quedarnos en casa por el coronavirus. Ha tenido mucho que ver que desde enero, cuando sólo se propagaba en China, les empezaron a hablar del tema en el colegio, incluso ella estaba preocupada pensando que el virus podía llegar a Vitoria", explica la ama de Izaro y Ane. En cuanto a la higiene, se han acostumbrado muy bien a lavarse las manos muchas veces al día, "pero el tema de no tocarse la cara es más complicado porque son pequeñas".

Para las ocho de la mañana están todos levantados, y después de desayunar y vestirse, Ane, que está en primero de Primaria, empieza con los deberes. Si hace bueno, toman el hamaiketako en la terraza. Y después Izaro y Ane hacen un poco de ejercicio con su ama. A la tarde, cuando ya ha vuelto Josean del trabajo, hacen actividades los cuatro juntos, como un poco de deporte y manualidades.

Las nuevas tecnologías les están ayudando mucho, por un lado, para hacer los deberes que el colegio cuelga en una plataforma, y por otro lado, para ver dibujos, consultar actividades para realizar en casa y hacer videollamadas a la familia y amigos. "En los grupos de WhatsApp continuamente envían enlaces con ideas divertidas para hacer en casa", apunta Miriam. Esta familia ha celebrado un cumpleaños un poco diferente estos días, el del aita. "Compramos una tarta, pusimos unos adornos que teníamos guardados y como hacía bueno, salimos a la terraza a celebrarlo", recuerda Miriam.

Paula (8 años) y Daniel (4 años)

Llamada a los abuelos

Desde que comenzó el confinamiento hace dos semanas, Óscar y Patricia han tenido que reorganizar toda su vida familiar. "Óscar hace teletrabajo, en realidad, lo que puede con dos niños y un montón de deberes, y yo me desplazo todos los días al trabajo en una oficina para realizar atención telefónica a puerta cerrada", explica Patricia.

Estos vecinos de Salburua se han tenido que adaptar rápidamente a las nuevas condiciones, creando una rutina en casa para Paula, de ocho años, y su hermano Daniel, de cuatro. "Todos tenemos la semana organizada con horarios, según sean días de labor o fines de semana y festivos. Yo me marcho a primera hora a trabajar, y Óscar se encarga de levantar a Daniel y Paula, darles el desayuno, asearse y vestirse antes de hacer los deberes que envían del colegio a través de una web. Por la tarde, siempre hacemos algo de ejercicio en familia y si el tiempo lo permite, salimos un rato a la terraza a jugar", apunta esta madre vitoriana.

Además de jugar a juegos de toda la vida en familia y de cocinar juntos, esta familia también está haciendo pulseras durante estos días para regalar a la familia cuando puedan salir a la calle.

Las nuevas tecnologías les están salvando muchos ratos a lo largo del día. "Buscamos vídeos para hacer ejercicio, o realizar manualidades y juegos nuevos. Y hacemos videollamadas para ver a la familia. Por cierto, hemos vuelto a utilizar el teléfono fijo con llamadas interminables porque los abuelos esperan todos los días hablar con los niños para que les cuenten qué cosas hacen y animarles", explica Patricia.

Desde el primer momento, explicaron a Daniel y a Paula por qué había que quedarse en casa para frenar el coronavirus. "Desde el colegio y los grupos de WhatsApp de los padres nos han llegado vídeos infantiles explicando qué es el coronavirus, la cuarentena y lo importante que es mantener la higiene para no contagiarse. Nosotros les dimos papel y pinturas y les dijimos que pintaran lo que era para ellos el coronavirus. ¡Toda una obra de arte! Aunque Daniel, de cuatro años, aún nos sigue preguntando cuándo le van a dejar salir a la calle".

Va por vosotros, los txikis de la casa, que estáis siendo unos auténticos valientes estos días.

Conciliar. El cierre repentino de los centros escolares de Vitoria desde el 10 de marzo ha supuesto una completa reorganización del trabajo escolar, con el fin de que los alumnos reciban online el material para realizar los deberes en casa. Una ardua tarea que implica la ayuda de los padres, quienes confiesan sentirse saturados para compaginar teletrabajo, casa, niños, deberes,€ "A los padres nos ha llegado un aluvión de mensajes del colegio enviando deberes constantemente y nos han saturado. Entendemos que los niños tienen que seguir con el plan educativo, pero los padres tenemos que seguir trabajando. No podemos dejar de trabajar en casa o fuera para ayudar a los niños con los deberes. Incluso nos han llegado avisos del colegio en días festivos o a deshoras", cuenta Patricia, una vecina de Salburua con dos niños de ocho y cuatro años. "Estamos un poco estresados, cada día son varios los mensajes que recibimos, y eso que ya se han empezado a organizar con una web donde se puede acceder a los deberes", apunta esta madre vitoriana, quien recuerda que no todas las familias tienen los recursos. "En todos los hogares no hay medios técnicos para que los hijos puedan hacer las tareas".