- Las personas mayores de Vitoria han visto que sus rutinas se han alterado desde hace 15 días, cuando comenzó el confinamiento para detener la propagación del coronavirus. El cierre de los centros de día y las limitaciones muy estrictas de contacto en las residencias de ancianos son solo algunas de las medidas que se han adoptado en los últimos días, porque los centros de mayores se han convertido en un punto caliente de transmisión del covid-19. Desde hace dos semanas las personas mayores deben protegerse al máximo frente a la infección, evitando a toda costa los contactos y la exposición en espacios públicos.

Según explican los expertos, la forma en la que envejece el sistema inmunitario es la razón por la que el virus se ceba sobre todo en los mayores de 70 años. Ante esta nueva situación de confinamiento, muchos ancianos lo están viviendo con angustia y con un alto grado de preocupación porque son conscientes de que realmente son una población de riesgo y muy vulnerable, convirtiéndose en los más débiles al ataque del covid-19.

DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA ha hablado con dos familias vitorianas con mayores a su cargo a las que la vida les ha cambiado de manera radical desde que comenzó la cuarentena. Virginia Seoane es psicóloga y trabaja como autónoma, un colectivo que está siendo especialmente castigado como consecuencia del confinamiento. "En casa vivimos cuatro personas, y mi pareja trabaja en el sector de la logística manejando, entre otras cosas, medicamentos. Trabaja en el turno de noche, con lo que eso supone de conciliación en la familia para que pueda descansar con todos en casa durante el día", explica Virginia.

En este hogar han tenido que reorganizar los espacios. "Por ejemplo, el salón es mi despacho. Me sigo levantando en torno a las seis de la mañana para conseguir trabajar unas horas antes de que se levanten mis hijos de 17 y 9 años".

La madre de Virginia, María Jesús Sánchez, de 84 años, vive en su propia casa con una persona interna. "Antes del confinamiento las rutinas de cuidados eran diferentes. Había una persona interna con mi ama, y otra persona trabajaba de lunes a viernes las dos horas que descansaba la interna", recuerda Virginia.

María Jesús cuenta con una importante red familiar de apoyo. "Somos cuatro hermanas bien coordinadas y hasta que empezó el confinamiento cada fin de semana se ocupaba una de nosotras. Pero viendo cómo se ponía el tema, decidimos que las dos hermanas que viven fuera de Gasteiz no vinieran, y la persona que cuidaba a ama todos los días dos horas también ha dejado de venir, va a seguir cobrando de momento y mientras podamos", apunta Virginia.

Ante esta nueva situación de encierro, la trabajadora que está interna se ha ofrecido para quedarse en casa de María Jesús, y Ana, la otra hermana de Virginia que vive en Gasteiz y actualmente en paro, también acude. Los fines de semana se reparten entre las dos hermanas. Su cuidadora habitual toma medidas si tiene que salir a la calle. "Pero ella no quiere apenas salir, los recados los hacemos mi hermana y yo, o vía online le llevan la compra a casa", explica Virginia.

Por su situación delicada de salud (con tres procesos degenerativos), María Jesús no salía a la calle antes de que decretaran el encierro. "Así que cuando nos pregunta qué está pasando con el tema del coronavirus, dice con un toque de humor yo como no salgo nunca, me van a mandar salir".

Con respecto a su rutina, ella está recluida en casa y mantiene su actividad como levantarse, aseo, desayuno, algo de conversación y al sofá. Se echa la siesta antes y después de comer. "Y con las medidas de higiene, ama siempre ha sido muy organizada y limpia. Mi aita decía que era su obsesión. Ella siempre dice que la higiene es fundamental, así es que eso no es un problema".

María Isabel Martín están pasando la cuarentena junto a su marido y sus dos hijos, Marina de once años, y Marco, de seis años. "En casa nos hemos tenido que adaptar todos a esta situación de confinamiento. Ha sido cuestión de reorganizarse. Mi marido Enrique también ha adaptado su horario laboral", explica Isabel. Él trabaja en una gestoría y su trabajo ha aumentado debido a las numerosas solicitudes de ERTE y de prestaciones por cese de actividad de autónomos de gran parte de las empresas con las que trabaja.

"Los niños de lunes a viernes tienen deberes y tutorías a través de la web del colegio. Nos mandan temarios, vídeos, fichas para que se organicen en casa y les podamos ayudar. Por eso, en casa hacemos unos horarios para el estudio con una parada "de recreo" por las mañanas. Después comemos y seguimos un rato a la tarde. También jugamos, hacemos alguna manualidad, cocinamos bizcochos, están aprendiendo a usar los peladores, picadoras,... Además, todos los días intentamos hacer algo de deporte de manera divertida con una clase de Zumba, Yoga o Fitness a través de You Tube", explica Isabel.

Sin olvidar que siempre sacan un rato para hablar con la familia (abuelos, tías, amigos...) por medio de Skype o videollamadas. "Es curioso cómo necesitamos socializarnos. Yo, por ejemplo, he hecho un amigo de ventana del edificio de enfrente. Estos años atrás no habíamos hablado nunca y ahora dos o tres veces al día charlamos un poquito de todo, pero sobre todo del confinamiento, del coronavirus y de toda esta situación nueva que vivimos".

En el caso de sus padres, también han cambiado sus rutinas. El centro de día al que acude a diario su madre Adela cerró como muchos otros y se tuvo que quedar en casa.

Sus padres Andrés y Adela viven en un piso tutelado, pero la mayor parte del día su madre, una mujer dependiente con un 83% de discapacidad, asiste al centro de día Txagorritxu. "Ahora han tenido que cambiar las rutinas y estar en casa todo el día. Yo me encargo de llevarles la compra y bajarles la basura para que no salgan. Aseo a mi madre y me encargo de su medicación. Mi padre cocina para los dos", explica esta vitoriana, que tiene que conciliar el cuidado de sus padres con su casa, ayudando a sus hijos con los deberes estos días.

"En cuanto a la higiene, intento tener mucho cuidado usando guantes y mascarilla cada vez que estoy en casa de mis padres porque son personas de alto riesgo por sus patologías, mi madre por su diabetes y enfermedad coronaria y mi padre por sus problemas respiratorios".

"A veces es complicado hacerles entender la importancia de la higiene a mis padres, el mantener la distancia de metro y medio, el no tocarse con las manos, la cara... Hay que recordárselo muchas veces porque no están acostumbrados a esta situación. Mi madre además lo olvida con mucha facilidad. Y todos los días hablamos sobre la importancia de no salir de casa. Mi madre quiere mantener sus rutinas, "ir al cole" como ella llama al centro de día, ver a sus nietos".