VITORIA - La cabeza visible y gran referente del centro de estudios ambientales (CEA) empieza a descontar las cuatro últimas semanas de trabajo al frente de la institución antes de disfrutar de la jubilación.

Llega un final de etapa de más de 30 años en un departamento que nada tiene que ver con cómo se lo encontró a su llegada.

-Era un área sobre cuestiones que no entraban en la toma de decisiones. Gracias a la sensibilidad política de aquel momento y al buen trabajo del equipo técnico se ha convertido en un estandarte con el Anillo Verde como gran emblema y orgullo de la ciudad.

Hace 32 años ensamblaron las ganas de un joven ingeniero de montes con la sensibilidad medioambiental de un alcalde como José Ángel Cuerda.

-A José Ángel Cuerda y su equipo (María Jesús Aguirre y Juanjo Nanclares) no hacía falta explicarles mucho estas cuestiones. Se las contaba y, para mi asombro, decían que sí, para adelante y nunca con frenos sin argumentar cuestiones presupuestarias. Eran proyectos que entendían que merecían la pena y nos dieron la posibilidad de convertir las utopías en proyectos reales. Nuestra juventud, unido a dejarnos esa opción de llevarlos adelante supuso una gran emoción. Hay que tener en cuenta que hace 30 años todos nuestros compañeros estaban trabajando en asociaciones ecologistas sin tener la posibilidad de sacar adelante este tipo de proyectos.

Ha tenido que lidiar con los cinco alcaldes democráticos de Vitoria, ¿percibió en ellos sensibilidad en materias medioambientales?

-Ha habido de todo. Valoro mucho los orígenes y es cierto que las decisiones principales y más gordas se tomaron entonces. Había unas agresiones potenciales que hubiesen desconfigurado la idea del Anillo Verde y esas decisiones hicieron que se sentara una plataforma de partida ambiciosa. Ha habido alcaldes que se lo han tomado con más ilusión y otros con menos. Por ejemplo, Alfonso Alonso se lo tomó con ilusión y, al final, se convenció de que el sur no podía ser especulativo y fue quien dijo que debía ser un parque natural o crear los huertos de Basaldea. En esta legislatura también se avanza bien y tanto el alcalde como la presidenta del CEA lo están tomando con ambición en las cuestiones del agua o la agroecología.

El Anillo Verde nace de la limpieza de una escombrera en lo que ahora es Zabalgana.

-Es una utopía hecha realidad que ni los más optimistas, entre los que me encuentro, podíamos imaginar que pudiera tener una evolución tan rápida. Hay que tener en cuenta que 30 años en la vida de una ciudad no supone nada de tiempo. En el momento que planificas algo estructural y hay un equipo que lo puede trabajar, se demuestra que se logran objetivos ambiciosos. Era muy ambicioso convertir una periferia degradada en una serie de parques de lujo.

Está a falta de cerrar un pequeño tramo con el futuro parque de Larragorri, ¿ése es el reto para su sucesor?

-Éste quizá sea el reto más evidente, en un punto muy complejo, vertidos evidentes en la zona, con muchas expectativas y sometido a presión. Ahora hay una decisión institucional firme de sacar adelante el proyecto de las balsas y, si no es a lo largo de 2021, poco le va a faltar para que se contrate el proyecto y se termine el Anillo Verde.

La tarea del CEA continúa mucho más allá del cierre definitivo del Anillo Verde.

-Una cosa es tener terminado el anillo y otra tener la tarea hecha. Ahí están las fases tres y cuatro de las obras contra las inundaciones en el Zadorra, por ejemplo. Aunque tengamos unos parques visitables, es mejorable la capacidad hidráulica o que las líneas agroecológicas abiertas sirvan para demostrar el valor de los terrenos y tratar de complementar el Anillo Verde con otro agrícola de alimentos saludables, cercanos y que esa función sea valorada por la sociedad.

¿Los huertos de Basaldea y el proyecto de recuperación de El Áncora completan esa faceta?

-La renovación de El Áncora va a suponer ejercer de catalizador de toda esa zona de Vitoria muy ligada al campo. Recuperar ese espacio es un proyectazo y enfocarlo a la producción agrícola donde se tiene en cuenta el mimo hacia la tierra, por encima de la mecanización abusiva del campo. Hay que convertir esas periferias más allá del Anillo Verde en una Toscana o una Provenza donde paisajes que parecen normales tienen ese punto de gran cuidado.

Llega su despedida y sigue pendiente declarar los Montes de Vitoria como parque natural.

-Hemos demandado siempre una protección muy fuerte porque entendemos que las amenazas también lo son. Antes no estaba tan amenazada esa área. En los últimos años hemos tenido propuestas para hacer ahí de todo, desde circunvalaciones, campos de golf, cuatro parques eólicos, la planta de biometanización o compostaje y cinco presas en los Montes de Vitoria. Han sido amenazas contra unos valores que consideramos deben tener la figura de máxima protección como es el parque natural.

A finales de 2019 se reactivó la intención de algunos constructores en esa zona, pero la reacción del gobierno municipal fue firme cerrando las puertas a proyectos especulativos.

-Me produjo un subidón ver que desde el minuto cero no había opción de partido. Quiere decir que los disgustos y tensiones que hemos pasado estos años sirven para ver que el interés general va en otra dirección que no es la especulativa en el sur.

Ahora en el sur y con las obras en marcha en la ciudad hay quien reclama que aquella interrumpida circunvalación pueda retomarse para aliviar los problemas de tráfico.

-Aquel inicio de circunvalación con tres carriles de circulación en cada sentido logramos que se convirtiera en una vía parque. Estaría bien que el nuevo plan general ordene esos flujos de circulación por el sur. Nos hemos dado cuenta de que tenemos que frenar al monstruo y el sur de Vitoria nos muestra el camino. El 100% de la población sabe que hacer una vía rápida en el sur o ir allí con el bulldozer iba a ser malo para nuestros hijos. Son paisajes que necesitan del bisturí. Al sur hay que ir con sensibilidad y finura porque nos la jugamos y creo que lo sabe todo el mundo. La apuesta no es para meter más coches en la ciudad, sino tener una mejor calidad de vida.

¿Ha logrado durante estas décadas que la visión de la naturaleza se acerque a la ciudad?

-Ése era el objetivo. Hace 30 años Vitoria era una ciudad cerrada hacia adentro y se había blindado de trincheras de basura. Había un territorio fantástico en las afueras y empezamos a soñar con unos bordes de calidad.

El Anillo Verde pierde a su gran ideólogo y referente, pero a buen seguro, a partir del 3 de abril, ganará un asiduo paseante más.

-Sin ninguna duda. Me encanta la naturales y estoy seguro que esas píldoras de naturaleza, en mi caso, van a ser ahora de más cantidad. Soy muy crítico y espero no dar la paliza a mis excompañeros. El punto de calidad que hay en las periferias está muy bien.