El miércoles 12 de marzo el campo alavés se movilizará. Ese día están convocados los tractores y los vehículos agrarios a llenar las calles de Vitoria para trasladar el malestar de quienes hacen posible la vida en el campo, donde la caída generalizada de los precios de los productos agrarios en origen, el incremento de los costes de producción, la desregulación de los mercados y la falta de rentabilidad de las explotaciones agrarias han tensado la cuerda hasta límites insoportables.

Junto a las actividades industriales y comerciales, la agricultura y la ganadería conforman un apartado fundamental en el sostenimiento y la creación de riqueza en el territorio histórico. Pero en ese sector, ni todo es vino ni todo el vino se vende, ni toda la remolacha deja sabor azucarado en la boca, cuando los precios se caen. Javier Torre, presidente de la Unión Agroganadera de Álava (UAGA), organización que ha convocado la citada movilización, relata que "la situación en el campo alavés es crítica", como lo es en toda España. Aclara, sin embargo, que la situación no es tan dramática en general en todos los casos "porque el problema va un poco por productos".

A nivel nacional, el sector más preocupante ahora mismo es el del aceite de oliva al que "antes le llamaban el oro verde y ahora mismo es casi mejor tirarlo, porque lo que no hay derecho es que haya gente con dos campañas almacenadas y sin posibilidad de venderlas o hacerlo por debajo de costes". Pero aquí mismo, en Álava, hay productos que ya están tocados. "La remolacha es ahora mismo lo más crítico. Se está empezando a sembrar este año, pero está a punto de desaparecer porque no hay viabilidad, porque están los precios por debajo de los costes".

Y es que ésa es la clave: los costes. En cada provincia, o en cada comunidad igual, no es el mismo producto el que está en crisis, pero a nivel general, "nos está pasando a todos lo mismo. Al final, las políticas de la PAC (Política Agraria Común) nos están llevando a producir más, pero por debajo de costes. Y para producir por debajo de costes, contra más produzcas más pierdes. Y ése es el quid de la cuestión: producir mucho y con calidad, a precios de costes es inviable".

Torre analiza las llamadas producciones industriales, la remolacha o la patata, y matiza que en Álava tampoco son grandes explotaciones. "Son pequeñas piezas familiares las que están en peligro a cuenta de la patata, aunque ahora ha estado un poquitín mejor. Pero ya vimos lo que pasó cuando era la marca de Álava, la patata alavesa, que prácticamente desapareció y ahora está pasando lo mismo con la remolacha; hace dos años fue la leche, la carne, el cereal? Al final van en cascada". Una de las causas "y nos está pasando en todos los sectores, sobre todo, cuando se fueron liberalizando las cuotas a nivel europeo. Sucede que el sector que liberaliza las cuotas, durante unos años, es pérdida, pérdida, pérdida? No hay nadie que controle. Se trae todo de fuera. Y estos son los mayores problemas que tenemos ahora".

La consecuencia de esa competencia es que los precios son bajos, y por ello se confía en el mantenimiento de otros complementos alrededor que pueden ayudar a que el sector siga hacia adelante, como es el caso de las ayudas de la PAC y no en las subidas de precios. Nadie está pidiendo que de golpe se suban 10 pesetas el aceite de oliva, la remolacha, o el cereal. "¿Por qué? -se pregunta Javier Torre-. Pues porque las subidas bruscas suelen ser contraproducentes, suelen ser rebotes hacia la contra. Entonces hay que ir afianzando los precios poco a poco y con otras medidas que ayuden al sector". Lo que está claro, y así se viene denunciando desde hace años, es que el mayor problema para la supervivencia del sector primario está en acortar la distancia que hay entre el productor y el consumidor.

"Ésta es una cadena alimentaria en la que el primero y el último son los más débiles. El primero, que es el productor, y luego el consumidor, a quien solo le queda comprar, buscar lo más barato en un momento dado si no tiene poder adquisitivo". El portavoz de la UAGA aclara que "nosotros no ponemos los precios, sino que nos los imponen. Producimos, pero no ponemos los precios. Y por el camino se están disparando los costes a niveles estratosféricos, hasta un 700% el algún producto que además no tiene transformación".

Y aclara que "hablamos de productos que prácticamente se han lavado y envasado y los ponemos en los lineales. Que no hay que hacer nada más. Que no hablamos de que tenga que pasar por una industria química de alto valor? Hablamos de que un calabacín o una patata lo único que se hace es cogerlo de la finca, se lava, algo que hacen ya las cooperativas, y lo único que se lleva a cabo luego es almacenarlas, envasarlas y ponerlas en los lineales. ¿Y eso supone un 700%? No tiene sentido y menos cuando estás haciendo que el primer eslabón del sector primario tenga que producir por debajo de su coste. Creo que hay que repartir esa cadena".

Al respecto, pone ejemplos muy diáfanos. "Algo muy claro es lo que pasa con las patatas, con las bolsas de patatas fritas. Una bolsa de éstas tiene 300 gramos y otras 75 y su valor de venta al consumidor se mide en euros en los lineales. O un pan. En el momento que subes dos pesetas o unos céntimos de euro el trigo, ¿de repente suben cinco pesetas o medio euro el pan? Es una subida enorme porque nosotros hayamos subido el trigo un céntimo. Es que no tiene sentido que en una barra de pan, que tiene 100 ó 200 gramos de harina y el resto es agua, suba de esa manera. Lo que no se puede decir es que cada vez que sube el pan, la culpa es del agricultor. Eso no es verdad".

Despoblamiento La realidad es que todo esto va minando la capacidad de vida en el medio rural. Porque si los pueblos se mantienen es porque hay agricultores o ganaderos que mantienen una actividad. Y si ésta entra en crisis se corre riesgo de despoblamiento. "Todo el mundo habla del despoblamiento, pero parece que lo que todos queremos de los pueblos es un lugar para ir los fines de semana y para que sean parques de atracciones. Y los pueblos no son parques de atracciones. Los pueblos, aparte de que están muy bien para el fin de semana y son unos sitios donde expandirnos todo el mundo y relajarnos, son también el medio en el que viven muchas personas y donde trabajan. Y a esas personas que están allí trabajando no hay que machacarlos porque estén allí, sino favorecerlos por permanecer cuidando el medio ambiente y los terrenos".

Por eso las perspectivas de futuro de los habitantes del medio rural están en el filo de la navaja. "Al final lo que estamos haciendo es machacar y mandarlos a las ciudades. Y cuando vayan todos a las ciudades, ¿Quién va a estar en los pueblos?, ¿quién va a cuidar esos terrenos? Ya estamos viendo que hay muchos pueblos que se han abandonado. Y no hay que irse a Castilla y León o a otros lugares, sino que aquí en Álava, hay pueblos que están desapareciendo, donde quedan dos o tres personas o a los que solo van vecinos los fines de semana. ¿Por qué? Por muchas circunstancias. Porque han pasado las autopistas al lado de ellos, porque no ha quedado ningún agricultor, porque no quiere nadie vivir allí por las condiciones de lejanía a un centro sanitario, o carreteras? Se suman muchas cosas. Hace unos años, la gente que vivía en los pueblos era mayoritariamente agricultores. Y los que quedan ahora, viviendo fielmente, siguen siendo agricultores o ganaderos hasta que se marchen".

Desde hace meses los remolacheros están en lucha. Valles Alaveses y Trebiño se reflexionan sobre si mantener este cultivo porque deja de ser rentable y porque la ruptura del acuerdo marco que mantenían con Azucarera generó un clima de desconfianza, además de una bajada importante de ingresos. Desde hace dos años las tierras en barbecho han ido aumentando porque, como explica el responsable de UAGA Raúl Beitia, "los precios de la remolacha no se han solucionado, porque Azucarera sigue ofertando un modelo de precios de cuando el azúcar estaba en precios muy bajos, en tiempos de la crisis del azúcar".

Beitia afirma que ahora saben que los precios se han recuperado y Azucarera está vendiendo a precios bastante buenos, "pero siguen ofertando el mismo precio que antes. La gente no lo entiende y al final se están perdiendo hectáreas y no se apuesta por el cultivo de la remolacha, por la mala gestión y por la mala oferta que plantea Azucarera".

De hecho, recoge el sentir de muchos compañeros agricultores al señalar que "la caída de superficie de cultivo que se ha visto este año es un síntoma de lo que puede pasar. Si se siguen perdiendo hectáreas como se han perdido estos dos últimos años, el año que viene nos abocaremos a no poder seguir con el cultivo".

No tiene claro si es problema de precios o problema de empresa, pero sí explica que hay un grupo cooperativo, como es Acor, en Valladolid, "que hasta 2026 están ofreciendo, si no cambia el sistema de ayudas, 42 euros por tonelada. Si ellos mismos ven que pueden vender a mayor precio que el que se está vendiendo ahora, ellos mismos repartirían retornos. En cambio Azucarera está pagando sobre 38 euros como mucho. En el mejor de los casos. Ésa es la diferencia que hay".

Para los remolacheros alaveses el problema en este caso es la distancia, porque "nosotros no tenemos oportunidad de firmar con Acor, pero lo haríamos si pudiéramos. En Valladolid, todo el mundo que tiene posibilidad de sembrar con Acor se está yendo. Y al final, eso es por la mala gestión de Azucarera por el planteamiento de precios que nos ofrecen. No puede ser que nos ofrezcan unos precios de cuando estaba el azúcar a 300 euros la tonelada que cuando, como ahora, está a 500".

La evolución no tardará en verse. Beitia relata que "estamos empezando a sembrar la campaña de 2020 y ya sabemos que habrá una bajada fuerte de superficie, igual un 30%, cuando el año pasado también se bajó un 20%. En dos años se ha perdido entre el 40% y 50% de la superficie que se venía sembrando tanto para las fábricas de Miranda de Ebro como en La Bañeza (León), y Toro (Zamora).

Más que remolacha Pero Álava no son solo patatas y remolacha. Aparte de las uvas y el vino de Rioja Alavesa, o el txakoli ayalés, que llevan su propia dinámica, en el agro hay otros muchos productos, como los cereales, las legumbres, la fruta (especialmente la manzana para sidra), los productos hortícolas, el aceite de oliva junto a las carnes, los huevos y otros productos transformados del sector agrario. Respecto al aceite de oliva, sin estar en la imponente crisis que se vive a nivel nacional, también tiene singularidades que le impiden navegar con una personalidad propia por una cuestión de cantidades.

El técnico del olivar de Rioja Alavesa Alberto Alecha indica que en el sector de la oliva "no hay mercado como tal porque una buena parte se recoge para autoconsumo y con el resto, los propietarios molturan las aceitunas y comercializan su propio aceite". Así lo hacen las marcas de bodegas, la cooperativa de Moreda, los trujales de Oion y de Lantziego y el grupo mayoritario que se asienta en Lantziego, Arrolan.

El aceite de oliva es una producción atípica, porque "es pequeña la cantidad que se comercializa y el circuito de venta es bastante corto porque prácticamente no hay intermediarios, ya que los propietarios de las marcas negocian directamente con el punto de venta final". Por eso no hay esa larga cadena de intermediarios que pueden hacer que suba tanto el precio. Ésa es la razón por la que los productores de aceite en Álava tienen mayor capacidad para establecer los precios.

Otra cosa son los costes para su producción. Relata Alecha que "más o menos, en Moreda, la molturación está sobre los 20 ó 25 céntimos de euro el kilo de aceituna molturado y hay que tener en cuenta que no todos los años tiene el mismo rendimiento. Hay años que se acerca más a los seis kilos para elaborar un litro de aceite y otros a cinco. Son siempre partidas muy pequeñas, que exigen limpiezas muy frecuentes para elaborar pequeñas cantidades y eso repercute en el coste de la molturación. Eso ocasiona que sea más caro molturar estas partidas de aceitunas de Rioja Alavesa que otros aceites que nos encontramos en el supermercado y que proceden de zonas que hacen millones de kilos".

Al ser pequeña la producción, y al ser aceite de oliva virgen extra, el precio es mayor. "El precio de venta del aceite de oliva virgen extra de Rioja Alavesa depende de muchos factores, entre ellos de la producción. La botella pequeña, de medio litro, suele estar en torno a los ocho u ocho euros y medio más o menos. Pero también hay formatos más pequeños, de partidas de aceite más exclusivas (con la aceituna más verde o recogidas en frío) que en su cuarto de litro pueden costar 10 euros. Pero esos son casos de partidas más exclusivas y pequeñas".

Debido a esas dimensiones, en Rioja Alavesa "es difícil vivir del aceite porque casi todo el mundo parte de un olivar familiar y el aceite lo contemplan como un complemento. Partir de cero, con los precios que tiene la tierra blanca es prácticamente imposible dedicarse en exclusividad. Es un buen complemento y aunque hay productores que tienen una cantidad importante esa actividad es un complemento al viñedo".

Una granja ponedora de huevos, Epetxa, es el proyecto en el que trabaja Saioa Urkiza, en Labastida. Cuando todavía no ha cumplido los cinco años de existencia se siente feliz y satisfecha por haber iniciado esa aventura, aunque los comienzos fueron duros y la falta de ayudas y orientación, un reto a superar. "Es verdad que son tiempos complicados, pero lo cierto es que el huevo campero cada día se valora más". Otra cosa es la rentabilidad y aquí es donde surgen las dudas sobre si esta actividad da para vivir. "Para el trabajo que es, de lunes a domingo, sin vacaciones y llevándola yo sola, el resultado es justito".

Un enorme esfuerzo que tiene la compensación de la buena demanda que goza el huevo campero y de que la competencia no es muy elevada. "Cada vez se van creando más, pero de momento hay mercado para todos", comenta Urkiza. "Merece la pena por haber llegado a donde hemos llegado", añade esta joven que quería ser fotógrafa y que gracias a su afición a los animales, a través de los que tenía su madre en Labastida, se terminó convirtiendo el granjera de gallinas camperas.

Pero lograrlo fue complicado. Sin otra ayuda que la de su madre, localizó terreno en un lugar donde la tierra alcanza precios desorbitados por estar casi todo dedicado a viñedo de Rioja y tener además el lastre (en el buen sentido) de formar parte del paisaje protegido. Solo superar ese escollo le supuso una espera de siete u ocho meses. Después llegaron las inversiones con los ahorros, las obras y comenzar un negocio desde cero hasta hacerse un hueco frente a una importante competencia en cuanto a precio y cantidades de las grandes cadenas de distribución, que ella afrontó ajustando precios y ofreciendo mucha calidad en el producto.

La huerta a domicilio El caso de Saioa y su granja Epetxa es uno de los casos de gente joven que deja ocupaciones quizás más rentables en grandes ciudades para apostar por proyectos ligados a la tierra y a las actividades tradicionales. Conocido es el caso de Anna Montserrat y Nacho Beltrán, que vivían en Barcelona y trabajaban en una multinacional y lo dejaron todo por montar una panadería. Primero en Azaceta y ahora en Maeztu, estos jóvenes, con otros que se van sumando al proyecto, sustentan la vida en el pueblo y dan salida a los productos, como la harina y otros cereales.

En Salcedo, en Valles Alaveses, también está el caso de Mónica García y Ramón Roa, a quienes se unió posteriormente Andrea Campesino, que hace once años pusieron en marcha una explotación agraria ecológica, en el valle de Lantarón, dejando trabajos que quizás fueran más rentables económicamente, pero que no llenaban las expectativas de desarrollo personal de cada uno. Así nació Tierra, papel y tijera, una iniciativa agroecológica que ha popularizado la cesta de productos de carácter semanal o quincenal que, a un precio asequible, acerca a las familias alavesas verduras frescas durante todo el año, siete productos al menos, diferentes según la estación del año.

Pero tampoco ha sido fácil. En 2018 un pedrisco les azotó duramente. Pero salieron adelante porque ya se habían forjado en los inicios: "Hay que saber tener paciencia porque termina por dar para vivir. Pero hay que tener muchas ganas, tienes que estar muy seguro de que quieres hacer esto, hay que querer trabajar. Aceptar que tu vida cambie y que los veranos no sean el aguardar tus vacaciones de agosto. Esto no es venir y esperar a que al final del mes te paguen un sueldo. Así no funciona esto".

Ramón Roa explica que en el caso de estos jóvenes son ellos los que marcan el precio del producto. "Hay algunos productos que nos cuestan más o menos producirlos, pero cuando tú gestionas tus precios lo haces de forma proporcional para que te quede un sueldo a final de mes. La idea es que al no meter a nadie por el medio es todo más difícil, porque te lo tienes que currar todo y tienes que buscar la complicidad del consumidor, pero tienes libertad para realizar tus cálculos".

Para estos jóvenes de Salcedo, una de las soluciones para el campo pase porque "el agricultor se implique en la comercialización y que el consumidor deje de comprar solo lo más barato y se implique en un comercio justo". Y esto no quiere decir que el consumidor tenga que pagar más. Mónica García afirma que sus productos no son más caros "y mucho menos en la verdura. Si comparas los precios de la verdura de Eroski con la del Mercado de Abastos de Vitoria, de algunos de sus productores ecológicos, no es más barata la gran superficie ni por asomo; son muy parecidos o iguales. Por eso hace falta un cambio social. No es un problema de agricultores. Es de actitudes de la propia sociedad".

Diferencias

Ejemplos de precios entre origen y en mercado (en euros)

Dos cifras

50%

Caída

Es el porcentaje en que ha caído la superficie de remolacha en dos años en Álava.

700%

Diferencia

Es el porcentaje de diferencia entre lo que cobra el productor y lo que paga el consumidor por un calabacín.