VITORIA - La conferencia de Mar Romera va a servir para trasladar a las madres y padres vitorianos los aspectos básicos que deben abordar en el proceso educacional de las emociones de sus hijos.

¿Aprender a educar las emociones es uno de los retos de la docencia en el siglo XXI?

-No es nuevo, pero sí es novedoso considerarlo como importante. El mundo de las emociones nació con el ser humano y es el que nos mantiene y ayuda a tomar decisiones. Sin embargo, es ahora cuando nos hemos dado cuenta y tomado conciencia de que si lo conocemos mejor y lo tenemos más en cuenta, la vida de cada uno de nosotros y nuestros hijos también mejorará.

Entre los padres también sorprenderá este nuevo concepto por el desconocimiento que supone.

-La educación emocional no tiene que convertirse en asignatura. Debe ser un hilo conductor de todas las decisiones que se toman tanto en casa como en el centro educativo. Uno de los autores fundamentales de la teoría de inteligencia emocional, Daniel Goleman, siempre ha dicho que, si los niños siguieran jugando y creciendo en la calle, no sería necesario incluir la inteligencia emocional en la escuela. La calle, los juegos, la cuadrilla como dicen los vascos, realmente era el mejor de los conceptos para entrenar las habilidades emocionales. Los actuales modelos de vida con los que nos desenvolvemos, las prisas o la conexión constante con redes sociales, nos está impidiendo desarrollar esas habilidades emocionales necesarias para la vida y que solo se consiguen con el entrenamiento.

¿Cuál es la manera correcta de llevar a buen puerto esa educación en las emociones?

-Las familias tenemos a nuestros hijos en la actualidad muy sobreprotegidos y sobre estimulados. Estos elementos son la antítesis de una buena educación emocional. Sería necesario entender que nuestros hijos deben aprender a sentir todas las emociones, que no hay emociones buenas ni malas y hay que aprender a enfadarse o sentir el miedo para ser prudentes. Es necesario saber manejarse en la tristeza, porque si no son capaces de desenvolverse en esta situación nunca podrán sentir de verdad la alegría. Hay que brindarles, por tanto, la oportunidad de sentir todas y cada una de las emociones con la intensidad y en el momento oportuno. Esto no se puede estudiar por apuntes o explicar con un razonamiento lógico, sino que es necesario evidenciarlo. Es permitir, por tanto, que nuestros hijos vivan, potenciar su autonomía, su capacidad de elección y todo ello desde una estructura de una educación con límites amorosos y respetuosos que ayuden a nuestros pequeños a crecer enfrentándose tanto a los éxitos como a los fracasos.

¿Deben conocer los adolescentes las dos vertientes de cada situación, lo positivo y lo negativo?

-Las emociones no son ni buenas ni malas, son necesarias todas. Yo no puedo capar parte de la vivencia de mi hija. Ella tiene que sentir el miedo, aprenderlo y ser prudente. Solo desde el miedo aprenderá a ser prudente con el peligro. A título de ejemplo, el miedo, la tristeza, el enfado o el asco no son emociones malas, sino necesarias para la vida. Aunque a mí no me gusta que mi hija esté sintiendo esto, lo que suelo hacer en ocasiones es sobreprotegerla para que no lo sienta. Para que sus circuitos neurológicos se entrenen, es imprescindible que lo sienta ella y lo viva ella. No vale con contárselo.

¿La denominada educación tradicional sigue siendo un elemento totalmente válido en la actualidad?

-Desde mi punto de vista no existe una educación tradicional o moderna. Solo existe una buena o mala educación. La buena educación se va a apoyar en la generosidad incondicional por parte de los adultos, en la escucha y en la admiración hacia sus hijos. Esto no nos exime de la responsabilidad de poner límites y de cuidar de forma amorosa y es algo que no está reñido el amar con poner límites o dar autonomía.

Esta educación no conlleva ninguna transformación de los espacios físicos como las aulas, pero ¿requerirá un cambio en la formación de los docentes?

-El profesorado necesita una formación permanente continua y diaria. En cuanto a los espacios, recursos y tiempos todo puede evolucionar, pero, dicho en palabras de Francesco Tonucci, no necesitamos nuevas leyes ni más recursos, lo que necesitamos son buenos maestros. Que sepan mirar a los ojos, escuchar, que amen su profesión, sean personas cultas, estén preparadas y que realmente entiendan que necesitamos, en el siglo XXI, enseñar desde el cerebro de quien aprende y no desde el de quien enseña. Enseñar desde el otro y con el otro, y no para el otro. Sí que necesitamos un cambio de mirada y actitud, más que un cambio de espacio. Cuestiones como eliminar las tarimas, ayuda. Cambiar el enfoque global del modelo educativo es una urgencia, pero lo es más aún la generosidad, preparación y cultura del profesorado.

¿Estudiantes y alumnos juegan un papel esencial en esta cuestión para ver cómo reaccionan ante esta educación en las emociones?

-Son personas y las emociones solo se pueden tocar y educar desde las emociones. Cuando una persona se siente querida, respetada, escuchada inevitablemente se siente mejor y cuando eso sucede estamos en disposición de aprender más. Los jóvenes nos gritan a voces para que les escuchemos y tengamos en cuenta. En la sociedad actual los adultos no tenemos tiempo para eso y se está generando un hueco que se suple con redes sociales y de manera no correcta y no apropiada.

¿Pueden sentir, en cierto modo, que aumenta sobre ellos la presión para alcanzar la excelencia en su desarrollo personal y laboral?

-Evidentemente, les exigimos en muchas ocasiones demasiado y el desarrollar las personas desde un enfoque integral que incluye las emociones, significa darle una herramienta importante para vivir. Conocerse a sí mismos, saber cómo respondemos ante cada situación o regular nuestras propias acciones nos va a ayudar a tener una vida de más calidad y esto los adolescentes lo descubren enseguida y la consideran una buena herramienta para sus vidas.

Los menores de este siglo tiene un exceso de sobreprotección por parte de los padres.

-No puedo conquistar un nuevo territorio si no voy, si no me sueltan de la mano para que vaya a conquistarlo poco a poco. Ellos necesitan que les soltemos la mano para que se caigan y se vuelvan a levantar, para que vayan a descubrirlo. La palabra es conquistar el contexto y el espacio. En este tipo de ciudades como Vitoria, donde existe mucha familiaridad hay más tranquilidad y percibo a los estudiantes acudir al su colegio en bicicleta, en cuadrilla o sin adultos. Eso me parece de una riqueza brutal.