Dicen que al invierno no se lo come el lobo y así lo ha demostrado este año 2020, con intensas nieblas y heladas, nada más estrenarlo. Y sus siguientes días no es que hayan sido más benevolentes, ya que en Agurain, por ejemplo, Melchor, Gaspar y Baltasar se las vieron y se las ingeniaron para realizar su reparto nocturno de regalos por las casas de la localidad debido al desplome de los termómetros hasta los casi seis grados negativos (-5,9 grados). Y es que a lo largo de esta primera quincena del año el frío se ha hecho fuerte en el territorio y aunque el tiempo no acompañe para salir así a la calle, los rigores del invierno también tienen sus ventajas. En especial, para el campo, uno de los grandes aliados del frío, al mantener a raya todo tipo de agentes patógenos, como enfatiza Javier Torre, presidente de UAGA, el sindicato agroganadero alavés.

"Siempre pedimos que haga frío en estas fechas para que mate a todos los hongos e insectos que suelen perjudicar a los cultivos durante la primavera. De hecho, los años en los que el tiempo es muy benigno, como cuando en febrero subieron mucho la temperaturas, al llegar hasta los 25-26 grados, luego hubo un montón de plagas en trigos... Por eso es bueno que llueva y que nieve en invierno".

Unas bajas temperaturas que agradece el sector primario, sobre todo teniendo en cuenta que 2019 fue "muy atípico" en lo meteorológico. "Veníamos de un enero de llover bastante, de un febrero con temperaturas de 25-26 grados, hasta prácticamente abril, que no llovió, con una especie de sequía que no era muy normal, y luego hasta últimos de octubre no llovió nada, pero en noviembre lo empezó a hacer durante prácticamente todo el mes seguido y no se pudo hacer nada en el campo. Levantó una semana y volvió a llover", recuerda Torre.

Retraso de la remolacha Ello hizo que se alterara la programación. "Para nosotros, que en esas fechas solemos sacar las remolachas y sembrar los trigos y las avenas, ha sido muy dificultoso y, de hecho, ha habido fincas que no se han podido sembrar de trigo y se están haciendo de cebada ahora", especifica. La recogida de remolacha, de hecho, como añade, ha retrasado prácticamente un mes o mes y pico su arranque debido a las parcelas anegadas de agua y a las máquinas que no podían entrar. "Por eso ha sido un año atípico en respecto, en el sentido de que tiene que llover en noviembre y en diciembre, pero no tantos días seguidos porque, en definitiva, se han retrasado las siembras, como la de la remolacha", remarca.

Un 2019 que se despidió, además, con muchas nieblas, "con lo cual no se ha podido sembrar a gusto". Y eso sí que lo han llevado peor los que faenan en el campo, "porque ni llueve, porque eso no es llover, pero tampoco deja secar la tierra ni se puede hacer el trabajo como se tiene que hacer porque no se ve nada. Es un poco complicado", pero como añade el presidente de UAGA, el hecho de tener que estar pendiente del cielo al fin y al cabo es uno de los gajes de su oficio, "pero todos estamos de acuerdo en que tiene que llover y hacer frío ahora, porque es en invierno cuando lo tiene que hacer".

Y no al revés, debido a las devastadoras consecuencias para la tierra que ocasiona este cambio en el clima, de los que Torre, como dice, puede poner "miles de ejemplos", al rememorar el daño que hace que hiele casi a primeros de mayo, como pasó en San Prudencio en 2017, cuando asoló las viñas de Rioja Alavesa, llevándose una parte de la cosecha. "Y eso es lo peor que puede pasar", una época que es cuando también está en flor el cereal o todos los frutales, "y ahí es el momento en el que no puede helar ya, estamos en plena primavera y a comienzos del verano y las heladas son muy perjudiciales".

Por eso, ahora el agro pone buena cara al ver las previsiones de Euskalmet para esta semana que se avecina, con posibles heladas que aletargarán los cultivos durante un tiempo, que matarán las posibles enfermedades, y posibilitarán que las raíces lo hagan de forma más profunda, como detalla Torre. No en vano, "lo bueno del invierno es que la tierra coge sangre, como llamamos las reservas de agua para cuando llega el verano, y que paraliza las enfermedades".

Sal contra el hielo La llegada del frío tiene otro efecto colateral: la temida aparición del hielo en las carreteras, pero para evitar sustos, la Diputación Foral de Álava se pone cada año manos a la obra programando el plan de vialidad invernal que este año está formado por un equipo de 238 personas, 35 quitanieves y 69 tractores con cuchillas para que los 1.500 kilómetros de la red foral se mantengan impolutos, o al menos sin peligro, para facilitar las cosas a aquellos que no les queda más remedio que coger el coche.

La aparición del hielo, de momento, solo se evita con sal o salmuera y la elección de fundente como elemento preventivo y como curativo está condicionada por la meteorología y la forma en que ésta afecta a las carreteras. Siguiendo esta máxima, en tratamientos preventivos en Álava se utiliza más la salmuera (solución líquida de agua y cloruro sódico) y en curativos, más la sal seca (cloruro sódico). Como curiosidad, esta sal que se esparce en Álava procede de la mina de Remolinos (Zaragoza). Se elige ésta porque en el Estado solamente hay dos minas de este tipo y la institución foral se decanta por la maña por ser la más cercana, dado que la otra está en Cataluña.

Hasta ahora, según los datos de la Diputación alavesa, la cantidad de sal utilizada desde el pasado 7 de noviembre hasta este martes 14 de enero, ha sido de 581 toneladas y la de salmuera, 523.000 litros.

De momento, las cifras superan las anteriores, si se tiene en cuenta que en la campaña anterior, del 25 de octubre de 2018 al 14 de enero de 2019, se emplearon 368 toneladas de sal y 328.000 litros de salmuera. Pero, como aclaran fuentes del departamento foral de Infraestructuras Viarias y Movilidad, con respecto al fundente que se prevé utilizar en esta campaña, "es muy difícil saberlo porque depende de los episodios de hielo y nieve que tengamos, su intensidad y la afección geográfica. Tomando como referencia los cinco últimos años, de media anual se ha utilizado 2.958 toneladas de sal y 1.470 metros cúbicos de salmuera".