Lapuebla de Labarca - La importante expansión internacional realizada por Bodegas Casado Morales, de Lapuebla de Labarca, apenas les había dejado tiempo para desarrollar los proyectos de enoturismo que quería llevar a cabo esta familia, Joseba y Javier junto a su madre. Ahora, tras una importante inversión que ha permitido crecer de manera importante sus instalaciones, la modernización de sus equipamientos y la apuesta por no perder los procedimientos tradicionales para elaborar vino, la familia ha impulsado una interesante oferta para los visitantes, para conocer y disfrutar de la bodega y de sus viñedos. Y una de las imágenes que el visitante no olvidará está a la entrada de la bodega. Unos enormes vasos de cristal muestran la tierra, el sustrato, de cada una de las parcelas en las que cuidan sus viñedos en Lapuebla de Labarca y en Laguardia. Unos son arcillosos, otros pedregosos, con guijos o cantos rodados, pero todos explican el porqué de la historia de cada planta, de cada cepa, y las razones por las que uno u otro terreno son más apropiados para el tempranillo, la viura o la garnacha para elaborar cada vino para que sea singular, diferenciado y de gran calidad. Traspasada la entrada, donde la tierra da la bienvenida a los visitantes y donde se encuentra la zona de oficinas, se traspasa una gran puerta por la que se accede a una gran sala de depósitos, con una capacidad de un millón cien mil litros, que era donde anteriormente reposaban las barricas, y, al fondo, una puerta da acceso a una especie de vestíbulo, con el nombre de la bodega, dos enormes tinas que también custodian vino y un motor antiguo de remontado. Es la antesala de la nueva sala de barricas.

Visto así no parece que tenga ninguna novedad, pero la realidad es que se trata de la planta superior de una enorme obra en el subsuelo que obligó a excavar y retirar cerca de 9.300 metros cúbicos de tierra. El problema es que "las máquinas se fueron encontrando diferentes capas de tierra. Más o menos a los dos metros de profundidad apareció gravilla muy fina y a los tres metros salió una capa de entre 15 y 20 centímetros de arena de playa, una muestra evidente de que aquí había mar o que el Ebro llegaba hasta esta altura, alrededor de 80 metros", cuenta Joseba. A partir de esa cota, todo el subsuelo era arena con muy poca capacidad de retención y en la gran excavación que se tuvo que realizar solo apareció una piedra. Esa situación complicaba la obra. Por esa razón, a medida que se iba excavando, se cimentaba, para que la tierra no tapara de nuevo el agujero excavado. Sin embargo, era algo esperado por la familia Casado Morales, ya que cuando construyeron la primera nave hace muchos años, ya lo vieron y el estudio del terreno, previo a la última obra, así lo había señalado: "que al principio estaba compactada porque era muy caliza, pero que a medida que se profundizaba estaba claro que por aquí había pasado el Ebro o hubo mar". Por ello, la cimentación que se llevó a cabo fue muy importante, lo mismo que las columnas que se tuvieron que construir para soportar el enorme peso de la planta superior. Pero el esfuerzo mereció la pena, porque la obra permitió lograr unos parámetros de temperatura y humedad perfectos para cada fase de la elaboración: para las 1.500 barricas -en la planta superior, y para el botellero, en la inferior, con un millón de botellas, donde reposa el vino antes de salir al mercado nacional o a los 32 países a los que se exporta. Allí, otra puerta permite entrar en un botellero muy especial. Es el lugar donde se encuentran las añadas y al que habitualmente solo entran los clientes más importantes. Cuenta Joseba Casado que es frecuente que alguno solicite catar un vino de su año de nacimiento. Y allí lo tienen, porque esta bodega está ahora en manos de la tercera generación de bodegueros, que han escrito una historia de vinos desde 1925, aunque antes, el abuelo, ya elaboraba. De hecho, escondidas en otro lugar de la bodega, hay botellas de la añada 1920 guardadas como lo que son: verdaderos tesoros. Como dicen los hermanos, "en esta sala se guarda el saber de la familia"

Hay más joyas en el subsuelo. En la zona nueva se ha instalado una sala de catas, que puede ser utilizada por grupos que pidan realizar una cata dirigida por los hermanos, pero también se cede a grupos que acudan con sus propios enólogos, directores de cata o, si se tercia, masters wine. La sala está completamente preparada con sus pupitres, agua, pantalla y proyector y con unas vistas impresionantes a derecha e izquierda de las instalaciones de la bodega. También desde esa planta se puede acceder a la zona que ya estaba construida anteriormente y cuyo nombre lo dice todo: La Sacristía. Allí hay otro botellero especial, donde los clientes guardan el vino que han adquirido, bajo los exquisitos cuidados de la Familia Casado Morales, Cada nicho es de un propietario diferente y para disfrutar de sus vinos puede ir y llevarse las botellas que necesite, o puede disfrutarlo solo o con sus amigos en el salón social que se encuentra al lado. Ese salón ha sido escenario de acontecimientos promocionales muy especiales de los vinos de la bodega: la presentación del primer vino del año que, hasta no hace mucho, estaba protagonizado por personajes populares. Por allí han pasado el pelotari Aimar Olaizola; José Manuel Esnal, Mané, exentrenador de Alavés y Athletic de Bilbao, entre otros; Santiago Tabernero, periodista y director de cine; Bernardo Sánchez, escritor y profesor de Historia del Cine en la Universidad de La Rioja; la actriz María Pujalte; el actor Gonzalo de Castro, que se hizo muy popular por la serie Doctor Mateo, o Alejo Sauras, por su trayectoria tanto en el cine y teatro como en la televisión, en especial como revelación de la última temporada de la serie La República, de TVE, y otros largometrajes. Como elemento diferenciador, cada invitado era pesado en una antigua báscula de comercio y se le obsequiaba con su peso en botellas de vino. Esa sala se ha transformado ahora. Donde estaba la báscula y un armario se ha instalado un gran ventanal desde el que se puede ver la sala de barricas y la sala de catas y se ha mantenido una gran mesa de bodega para su uso por los clientes. Además, la sala está presidida por un gran cuadro que es homenaje a la segunda generación de bodegueros, los padres de Joseba y Javier.

Saliendo de esa zona, en las traseras, desde donde se puede ver en la altura a la ikastola, se ha instalado una nueva sala de embotellado, que da trabajo a un buen número de vecinos de la localidad y otro edificio que se ha dedicado a todo lo que tiene que ver con el campo: allí se guarda el tractor, otra maquinaria y aperos, así como etiquetas, corchos y envases para ser usados. Pero entre unos y otros hay un patio, un espacio vacío, en parte protegido por una malla de alambre, que es donde se guarda al burro, como un homenaje a estos animales que tanto hicieron para ayudar a los agricultores y en el resto se aguarda a la llegada del mejor tiempo para adecuarlo para las visitas, incluso para poder realizar catas al aire libre y degustaciones con una Gastroneta o Food Truck, tanto en el patio como en el viñedo. La ampliación y la apuesta por el enoturismo en Bodegas Casado Morales, es un proyecto común de la familia. Javier "lleva todo el departamento técnico, la clave, la uva, y yo -cuenta Joseba- el resto de la bodega, su departamento de exportación, de ventas, calidad y administración, todo ello con la colaboración de 13 trabajadores".

Como proyectos de futuro está que acaban de ser certificados como elaboradores de vinos veganos, que se podrán disfrutar ya en los próximos meses, y están desarrollando el protocolo de Food Defense, contra el fraude alimentario, una norma de calidad internacional que se debe aplicar para poder exportar a los grandes países: EEUU, China, Alemania, Reino Unido y que conlleva, entre otros requisitos, el control de personas que acceden a la bodega. En cuanto al viñedo han apostado por criterios de sostenibilidad y de utilización de las variedades tradicionales, huyendo del chardonnay, Sauvignon blanc y otros, "de las variedades foráneas que a nosotros nos parece una globalización del mundo del vino. Y ante esa globalización, nada mejor que identificarnos con la tierra y con el origen. Si nuestros abuelos plantaron viura o malvasía y, con el paso del tiempo, se sigue manteniendo y cada vez se hacen mejores vinos, pensamos que no necesitamos una variedad foránea para mejorar los vinos, sino investigación, desarrollo y formación para desarrollar la herencia de nuestros mayores", finaliza Joseba Casado.