El 16 de mayo de 2001, hace justo dos décadas, tuvo el honor de lucir el brazalete de capitán en la inolvidable final de la Copa de la UEFA frente al Liverpool. Tras curtirse en el fútbol de barro durante años, el bermeoarra llegó a Vitoria en plena madurez y de la mano del club albiazul recorrió un increíble camino.

Desde el sufrimiento del primer curso para evitar el descenso a Segunda B a la inesperada gloria de rozar con la yema de los dedos un título continental. Un trayecto en el que la humildad, el compromiso, el sentido común, el sacrificio, la responsabilidad y -por supuesto- su excelente rendimiento sobre el césped le convirtieron en una pieza indiscutible del equipo. Líder de la defensa y del vestuario.

En Dortmund vivió en primera persona la montaña rusa de emociones que coronó al subcampeón más recordado de la historia. Veinte años después, confiesa que no ha sido capaz de ver la final y que no conserva recuerdos de esa histórica cita más allá de la medalla que recibió en el Westfalenstadion. Tiene claro, eso sí, que aquel partido hizo más grandes a todos los que sienten el alavesismo como algo propio y sembró una semilla que ha germinado llenando Mendizorroza de una nueva generación de fieles.

Han transcurrido veinte años desde que la final de la Copa de la UEFA de Dortmund llevara al Alavés al cielo y al infierno. ¿Dos décadas que han pasado en un suspiro?

-La verdad es que sí, el tiempo pasa rapidísimo. Solo hay que ver a los hijos. Mi hija pequeña nació en 2001, en diciembre, y ya tiene 19 años. Todo va muy rápido. Los recuerdos siguen ahí pero el tiempo pasa y nos hacemos mayores. Lo importante es que los recuerdos de todo aquello que conseguimos están ahí.

¿Qué supuso aquella temporada y aquella final en concreto?

-Fue un hito del fútbol vasco y un hito para un club que estaba haciendo las cosas bien. Un club histórico como el Deportivo Alavés que consiguió en su primera participación en una competición europea llegar a una final y enfrentarse a todo un Liverpool. Se ha hablado mucho y se han escrito muchas páginas todos estos años de aquello y nos sentimos muy, muy orgullosos de haber pertenecido a aquel club, haber representado a una ciudad como Vitoria, una provincia como Álava con todo lo que conlleva y a una afición como la del Deportivo Alavés.

¿Se echa mucho la vista atrás?

-Al final es un recuerdo que está presente siempre. En las fechas señaladas evidentemente, pero durante el año siempre que te encuentras con gente relacionada con el fútbol o con aficionados te recuerdan aquella final. En definitiva, es un recuerdo que está presente siempre y seguirá estando hasta el final de nuestros días.

¿Cuando veinte años después mira atrás qué es lo primero que aparece, una sonrisa o tristeza?

-Es orgullo. Porque ves ahora cómo equipos mucho más fuertes que nosotros en nuestra época están intentando llegar a finales europeas y no lo consiguen y nosotros conseguimos llegar y además siendo superiores en todas las eliminatorias. Eso es que éramos un buen equipo y que se hicieron las cosas muy bien. Y de ahí vuelvo a repetir la palabra orgullo, que a todos los que estuvimos allí y pertenecimos nos llena.

¿Con el paso del tiempo se valora más todo lo que se vivió en ese momento?

-Sí, sí, está claro que con el paso del tiempo todo se valora más y esta fue una final yo creo que única. Con un resultado increíble, con un desenlace que nadie esperaba y con un perdedor, que fue el Deportivo Alavés, que es recordado. Cuando en el deporte profesional es casi imposible acordarse del perdedor de una final. En este caso, se recuerda el partido y eso en sí ya tiene una importancia muy grande.

Probablemente el Deportivo Alavés será el único subcampeón que permanece en la memoria colectiva.

-Sí, porque fue un partido tan abierto que todos los aficionados al fútbol estaban pendientes de él. Que un equipo como el Alavés se enfrentase al Liverpool, que levantase un 3-1 al descanso, que forzase la prórroga y muriese con el gol de oro a falta de dos minutos... pues nos hizo un pelín más grandes.

Si se tiene que quedar con un momento de todo lo que sucedió aquella noche del 16 de mayo de 2001, ¿cuál elegiría?

-En sí, con toda la competición en general. Porque para llegar a una final había mucho recorrido atrás y los años anteriores se hicieron las cosas bien. Se consiguió clasificarse para Europa y eso ya era un hito en sí. Luego llegar a una final... No me puedo quedar con un momento, me quedo un poco con toda la trayectoria en sí.

Todos los que protagonizaron aquella final tuvieron la suerte de vivir una serie de instantes irrepetibles. ¿Cómo fue el momento de salir del vestuario al campo?

-Es una sensación única. Porque es verdad que era ya un jugador veterano, estás concentrado... pero da igual. Salíamos y teníamos justo enfrente a toda la afición y la sensación al recorrer el túnel de vestuarios fue increíble. En un partido normal ya lo haces con la motivación de querer empezar, pero aquello era otra historia totalmente diferente. Tenías un nudo en el estómago, un cosquilleo por lo que pudiera pasar. Un campo tan grande, con tanto ruido, tanto colorido entre nuestra afición y la del Liverpool... Te generaba una incertidumbre grande. Éramos conscientes de que íbamos a competir sí o sí, porque siempre lo habíamos hecho, pero, claro, era una final. Y de todos los que estábamos allí prácticamente ninguno habíamos vivido una final, quizás solo Jordi Cruyff o Dan Eggen.

¿Cómo fue el saludo con Hyypia, el encuentro de los capitanes? ¿Acertó a decirle algo antes del sorteo del saque inicial?

-Fíjate que no me acuerdo si el árbitro le mandó elegir a él cómo fue el sorteo, no tengo ni idea. Creo además que no hay la foto típica de ese momento. La he intentado buscar por muchos sitios y no la he encontrado.

Como capitán, ¿tomó la palabra en el vestuario antes de que empezara el partido? ¿Qué dijo al grupo en los instantes previos a salir al césped?

-Uff, hace tantos años que no me acuerdo de muchas cosas. Se que el mister siempre hablaba y luego hacíamos el grito. En realidad hablábamos entre nosotros. La verdad es que era un equipo muy abierto en cuanto a cambiar impresiones, en expresar en ese momento lo que todos sentíamos. Charlabas con unos y otros. 'Cuidado esto, atento a lo otro'... lo típico de cada partido. Ese era diferente por la importancia que tenía, pero al final teníamos siempre la misma rutina.

¿Lograron mantenerla incluso en esas circunstancias tan excepcionales?

-Hombre, estábamos mucho más tensionados porque ya incluso el estar en el hotel era diferente a otras ocasiones. Estaba Javi Moreno tocando por todas las habitaciones... Había una tensión que se palpaba, no echabas el ratito ese de otros partidos que dormías un lokuku de veinte minutos... Qué va, era imposible. Estábamos tan tensionados, teníamos tanto nervio que era inútil tratar de conciliar el sueño. Y Javi siempre se encargaba de que nadie estuviese tranquilo.

¿Cómo fueron la noche previa y la posterior a la final?

-Las vísperas de los partidos en general siempre son de dormir poco y esa por lo poco que recuerdo teníamos tanta tensión, tanto nervio que apenas descansamos. Estás más pendiente del partido. El día después lo mismo. Nos montamos en el avión y con la tristeza que llevábamos no dormimos nada. Es verdad que nos dio un plus de subidón cuando llegamos a Vitoria y ya toda la gente empezó a valorar lo que habíamos hecho. Es verdad que el día siguiente fue muy bonito.

Un gran cambio en la noche previa respecto a lo que era habitual en sus rutinas fue que no compartieron habitación.

-No, estábamos en habitaciones individuales, que no era lo normal para nosotros. Fue algo diferente. Pero está claro que solos mucho rato no estuvimos ninguno.

Los nervios eran inevitables teniendo en cuenta las circunstancias, pero ¿en qué momento se hicieron más presentes?

-Sobre todo fue cuando entramos al campo. Fue súper diferente a todo. Ya el pasillo que nos hicieron los aficionados en la entrada al estadio fue increíble, el autobús no se podía mover. Lo veías y pensabas, 'joé la que podemos liar'. La gente estuvo increíble. Fue muy bonito. Tardamos en llegar hasta dentro del estadio, que era enorme, y había afición ya dentro. El calentamiento fue espectacular, porque salimos y ya estaban las gradas llenas, que no es ni mucho menos habitual. Todo el mundo estaba con ganas de que empezase el partido, y nosotros también. Al final era una sensación de que no hacía falta ni calentamiento.

¿Con el inicio del partido se calma ese nerviosismo o el arranque fue tan complicado que no dio tiempo?

-Yo creo que pecamos de novatos y al poco tiempo íbamos 2-0. Y no éramos ni mucho menos un equipo tan fácil de superar como la sensación que dimos en esos primeros veinte minutos. Pienso que el Liverpool salió mucho más entero porque era más veterano en este tipo de competiciones y a nosotros creo que nos pudo un poco la ansiedad de querer hacer todo desde el inicio. Pero como aquel equipo se reponía a todo conseguimos reponernos una vez más a ese mal inicio.

Cualquier otro equipo que se hubiera encontrado con dos goles en contra en apenas veinte minutos en su primera final, en la temporada de su estreno en competiciones internacionales y ante todo un Liverpool como adversario seguramente habría tirado la toalla.

-Sin duda. Y luego cuando te pones 2-1 y ellos te hacen el tercero al filo del descanso... Pero este equipo era espectacular en cuanto a saber competir y a reponerse de los momentos malos y lo demostró.

¿Esa fue la clave para que 'El Glorioso llegara hasta ahí o cuál piensa que fue la clave de esa temporada tan increíble?

-Yo creo que la clave fue la unión de todos y el conocimiento de cada uno. Cada uno sabíamos cuál era la virtud del otro y sacábamos el máximo rendimiento de ello. El mister ante todo sabía sacar el máximo rendimiento al grupo. Y nosotros, en el campo, sabíamos las condiciones y las virtudes de cada compañero. Entonces, hacíamos que el equipo fuese mejor todavía de lo que era porque aunábamos esfuerzos, en algunos casos calidad, en otros saber estar, en otros táctico... y yo pienso que fue el éxito de los años en los que el Deportivo Alavés estuvo siempre codeándose con los mejores.

Esas temporadas y esa final dejaron una huella enorme en la plantilla, en la ciudad y en el club.

-Sí, claro. Sobre todo en generaciones jóvenes. Porque los que en 2001 tenían unos 15-20-25 años estaban viendo a su equipo codearse con los europeos cuando antes había estado más de cuarenta años sin jugar en Primera División. Creo que hicimos un germen, una especie de poso positivo en cuanto a la afición y de ahí que ahora sea una de las mejor consideradas de la Liga. Cuando nosotros subimos El Glorioso llevaba 42 años sin estar en Primera y todos aquellos chavales que eran de otro equipo porque el suyo no estaba en Primera comenzaron a convertirse en aficionados del Deportivo Alavés, en albiazules, y yo creo que fue un éxito de aquel grupo, de aquellos años en los que estuvimos codeándonos arriba.

Muchos de los que vivieron aquella final coinciden en no haber visto todavía el partido veinte años después. ¿Tan doloroso sigue siendo?

-Yo reconozco que no lo he visto. Entero no lo he visto. Se que durante el confinamiento lo volvieron a emitir, me llamaban los amigos de Vitoria y Labastida pero no quise verlo. Creo que prefiero quedarme con el recuerdo aquel dentro de todo lo que pudimos vivir que no verlo otra vez y volver a recordar. Porque al final siempre te queda ese punto que te amarga un poco todas las sensaciones. Así que prefiero quedarme con todo lo vivido entonces y no recrearme con ello en las televisiones. Y así y todo he visto jugadas porque es inevitable. Pero la sensación de aquel partido no la he vivido.

¿Y la familia? ¿Tampoco lo han visto?

-Mis hijas lo han visto ahora en el confinamiento por primera vez. Se reían mucho porque no se hacían a la idea. Como yo nunca les hablo de fútbol ni nada... no se hacían a la idea cuando me veían en la tele. Yo estaba viendo otra cosa mientras ellas estaban con el partido y me eché unas risas con ellas.

En la falta que origina el último gol del Liverpool usted es expulsado, así que no vive el final del partido en el césped. ¿Dónde estaba? ¿Cómo fue ese momento en soledad?

-Yo estaba entrando en una sala justo al lado del campo, solo. Fue justo salir del césped expulsado hacia allí, sacar la falta el Liverpool y el gol en propia puerta. Volví a entrar al campo al momento, claro, y me encontré las imágenes que se han visto todos estos años con todo el mundo destrozado después de un final tan dramático.

¿En esos instantes qué hizo, golpear todo, venirse abajo...?

-No, no. Es verdad que yo cuando me cabreo... Podía haber roto muchas cosas, pero no fue así. Fue una sensación de bajón total. Entré al campo y vi a mis compañeros llorando y al final te contagias. Rompes a llorar, te abrazas y poco a poco vas recuperándote y pensando 'cagüen diez la oportunidad que hemos perdido...' Porque la tuvimos ahí, pero la moneda cayó hacia el lado equivocado.

¿Cómo se hace para intentar levantar un poco el ánimo en esos momentos?

-Al final lo levanta el tiempo. El tiempo va pasando y vas quitando un poco toda esa depresión. Hablo un poco de memoria pero creo que no ganamos ningún partido después de ese. Desde que nos clasificamos para la final hasta que acabó la Liga creo que solo ganamos uno. Nos llevó mucha tensión llegar a la final y después de ella no fuimos capaces de remontar, porque estábamos también en puestos altos de la Liga y terminamos hacia la mitad de la tabla. Nos quitó mucha fuerza todo antes de la final y, después, ya nos dejamos llevar un poco desgraciadamente. Dentro de todas las cosas que hizo muy bien Mané, una en especial fue saber gestionar el grupo y dar minutos a todos los jugadores, lo que hacía que el equipo siempre estuviese bien y metido tanto en los partidos como en los entrenamientos. Rotaba mucho. Rotaba mucho entre Europa, Copa y Liga y conseguía que todos los jugadores estuviesen metidos en dinámica de juego, de partidos y de entrenamiento. Y era algo que ya había hecho también el año que ascendimos de Segunda, que llegamos a la semifinal de la Copa del Rey y cambiábamos mucho. Ahora se habla mucho en el mal llamado fútbol moderno de todo el tema de las rotaciones pero en los años noventa que jugábamos nosotros ya lo hacíamos.

Acaba la final y toca aplaudir al campeón y recoger la medalla sin muchas ganas supongo.

-Sí, claro, pero había que hacerlo. Te tenías que quedar en el campo por educación futbolera para reconocer al Liverpool la victoria y al vestuario sin más historia. Mucha tristeza y a seguir.

La vuelta a casa por lo menos sí ayudó a levantar el ánimo.

-Sí, sí, una vez que aterrizas en Vitoria, sales del avión, ves toda la gente que nos estaba esperando allí, el recibimiento después en la Virgen Blanca que ibas con el autobús por la calle y tenías la sensación de que habías ganado el campeonato del mundo, porque estaba la gente increíble. Me acuerdo que decíamos 'con la que hemos liado perdiendo como hemos perdido, fíjate si llegamos a ganar...' Pero al final como te he dicho antes creo que nos hizo más grandes perder así. La diferencia entre el Liverpool y nosotros solo es la Copa, que la tienen ellos, porque cualquiera de los dos podíamos haber ganado.

¿Solo faltó que durara un poco menos la final?

-Sí, sí, desgraciadamente el gol de oro famoso aquel nos hizo perder. No se si nos hubiera dado tiempo a reaccionar con dos jugadores menos, pero la verdad es que fue una pena. El partido tenía que haber acabado un par de minutos antes.

"Lo tuvimos ahí pero la moneda terminó cayendo hacia el lado equivocado, la única diferencia entre el Liverpool y nosotros es que ellos tienen la Copa"

"Dejamos huella y construimos una especie de germen, un poso positivo en cuanto a la afición, que ahora es de las mejor consideradas de la Liga"

"Pecamos de novatos y al poco tiempo íbamos 2-0 pero ese equipo era espectacular en saber competir y reponerse de los momentos malos"

"A mi me expulsan en la jugada que origina el gol de oro y viví el final del partido solo en una sala; pude haber roto muchas cosas, pero fue un bajón total"

"No he querido ver la final en estos veinte años pero es un recuerdo que está presente siempre y lo seguirá estando hasta el final de nuestros días"

"La entrada al campo fue una sensación única, diferente a todo lo que habíamos vivido; veías a la gente allí y pensabas 'joé, la que podemos liar'"