El Deportivo Alavés de Luis García Plaza no es el equipo de Segunda División que practica el fútbol más atractivo. Tampoco el que mejor defiende ni el más efectivo en ataque. Sin embargo, en este arranque liguero tan fulgurante –líderes en solitario con 14 puntos–, los albiazules sí han demostrado ser la escuadra más regular de una categoría de plata en la que, por ejemplo, a nadie parece sorprenderle que el Eibar golee al Granada, claro favorito al ascenso, y luego caiga sin respuesta ante un recién llegado como el Andorra.

Es ahí, en esa competición extremadamente exigente y completamente loca, donde los babazorros están mostrando su versión más camaleónica. Ante condiciones y contendientes de todo tipo, los integrantes del Glorioso han sabido cómo afrontar cada situación, tanto si ha sido favorable o no, para llevarse la victoria o, como mínimo, terminar sumando un empate, lo cual, a estas alturas del curso, habla muy bien de la labor que ha realizado el técnico madrileño y su equipo a lo largo de todo el verano.

Y eso sin olvidar, además, la sensación de aprendizaje que transmite el Alavés cada partido, pues, si el domingo se aguantó sin apuros el empuje inicial del Huesca, dispuesto a sorprender con su intensidad en todas las líneas, fue precisamente porque en el transcurso de la semana se estudió lo sucedido contra el Lugo en el Anxo Carro, donde el conjunto gasteiztarra fue completamente sobrepasado durante los primeros 20 minutos. Una mejoría que, como ya adelantó Luis García, debe ocurrir para ser candidatos al ascenso.

Asimismo, el propio encuentro frente al cuadro oscense sirvió para comprobar el buen hacer de los albiazules en un registro sin demasiado protagonismo hasta ahora: el balón parado. Con Salva Sevilla al mando, el Glorioso aprovechó dos jugadas de estrategia para, gracias a Xeber Alkain y Nahuel Tenaglia, llevarse un triunfo que podría haberse escapado sin esa variante, ya que el acierto en las jugadas estándar, que hubo varias muy claras de gol, brilló por su ausencia.

Este último es uno de los ejemplos del mencionado aspecto camaleónico de este Alavés, pero no el único. Previamente, los babazorros han demostrado ser capaces de darle la vuelta a un resultado desfavorable, como aconteció ante el Lugo, y también han sabido cómo proteger sus ventajas, lo que pudo observarse, sobre todo, contra el Leganés, el Mirandés y el mismo Huesca. Algo que, en temporadas anteriores, parecía misión imposible y que ahora, por el contrario, parece ser uno de los puntos fuertes del equipo.

No obstante, la capacidad de adaptación del Glorioso no se limita únicamente a su reacción ante las variables del electrónico, sino que también alcanza las distintas narrativas que se dan en el juego. Porque si algo ha llamado la atención de este renovado conjunto gasteiztarra, ha sido su respuesta a las heterogéneas propuestas de los rivales y, en especial, el provecho que ha sabido sacar a cada una de esas reacciones, lo cual suele costar varios meses de práctica y ensayo.

Como si de un abanico se tratara, Luis García ha propuesto en apenas seis jornadas un equipo que se siente a gusto con el balón, otro al que no le importa regalárselo por completo al rival –de acuerdo con lo que se vio frente a la UD Las Palmas– y un último, el más habitual, que prefiere repartir la posesión, pero, al mismo tiempo, aprovecha al máximo sus momentos de protagonismo siendo muy agresivo en las zonas de ataque. Y todos ellos, eso sí, tienen algo en común y es que el Alavés siempre tiene opciones de ganar.

De los seis partidos que ha disputado hasta ahora, el Glorioso se ha llevado cuatro y, en los otros dos, ha estado muy cerca o, como mínimo, ha tenido alguna opción de hacerlo. En este sentido, no hace falta recordar la clara ocasión que tuvo Rober González ante los canarios, quienes hubieran tenido muchos problemas para reaccionar al tanto del emeritense, o los minutos posteriores al gol de Rioja en Ibiza, donde, pese a ofrecer su actuación más pobre, el conjunto vitoriano tuvo una pequeña fase para ponerse por delante.