En el fútbol, como en cualquier otro deporte, la derrota es uno de los resultados con los que se aprende a convivir en el día a día. Más aún en el contexto de un equipo humilde que trata de sobrevivir en la élite balompédica y en la que la mayoría de las estadísticas arrojarán momentos de sufrimiento a lo largo de una temporada. Pero hay maneras y maneras de perder. Y ayer en Balaídos el Glorioso para cualquier aficionado que luce con orgullo su bufanda albiazul y aún mantiene la fe de que existe una mínima posibilidad de lograr la permanencia.

Y es que los apáticos pupilos de Julio Velázquez estuvieron superados de principio a fin. Inoperantes en ataque pero sobre todo en defensa, donde los talentosos jugadores celestes jugaron a su antojo durante el choque ante el Alavés. La tarde del Glorioso en tierras gallegas fue un descalabro mayúsculo. En un partido en el que el cuadro babazorro se jugaba la vida, ni la actitud ni las prestaciones sobre el tapete estuvieron a la altura de lo que demandaba el encuentro.

El momento anímico en el que llegaba el Alavés a esta final anticipada era, además, esperanzador para los centenares de fieles aficionados que se desplazaron a Balaídos bajo la esperanza de rememorar una tarde histórica como la del 15 de junio del 2008. Tras vencer con total merecimiento al semifinalista de Champions, encadenar un nuevo triunfo era balsámico con tal de mantener vivas las esperanzas de la salvación y, en este sentido, dar un golpe sobre la mesa. Pero no fue así. El Gloriosode la presente temporada, que no es otra que su falta de calidad y el hundimiento anímico en los enfrentamientos que se celebran a kilómetros de Mendizorroza.

En el plano futbolístico hubo poco que rescatar del choque ante el Celta. Los jugadores de Coudet camparon a sus anchas y, realmente, el cuadro que parecía pelear por la permanencia no fue el Alavés. Y la goleada fue mucho menor para lo que pudiera haber sido ya que la desconexión en los minutos finales, a raíz de la expulsión a Ximo Navarro, adquirió tintes insospechados.

Y esa falta de actitud fue censurada por el centenar de aficionados que acompañó al equipo en su visita a Balaídos. Al término del duelo, los seguidores alavesistas no escondieron su hartazgo tras asistir en directo a una de las tardes más hirientes que se recuerden durante estos últimos años. Sin embargo, algún jugador que conoce de sobra lo que significa el escudo del Deportivo Alavés sí dio la cara. Laguardia, el capitán, se acercó a varios de ellos a la salida del estadio celeste para pedir perdón. Estos detalles son los que reconfortan cuando toca meterse entre pecho y espalda casi 700 kilómetros.

NO ES CASUALIDAD

Si el Alavés se encuentra en estos momentos con pie y medio en la Segunda División es por merecimiento propio. El Glorioso arrastra dos permanencias que se han dado prácticamente sobre la bocina y, en este sentido, obrar el tercer milagro se antoja ya algo prácticamente imposible. Desde el inicio de la temporada, un cúmulo de motivos y despropósitos son los que realmente han generado este estado de depresión en Vitoria. Desde una controvertida configuración de plantilla presidida nuevamente por la contención en el gasto hasta el baile de inquilinos en el banquillo de Mendizorroza, casi nada conviene ser destacado de un curso fatídico. Toca reflexionar y aprender de los errores porque el descenso a Segunda División ya es casi una realidad.