Este sábado, el Deportivo Alavés tomó una decisión muy importante. Ante la mirada de un Mendizorroza todavía fiel y esperanzado, el conjunto babazorro venció (1-0) al Rayo Vallecano, con gol de Joselu; y, de esta manera, se desvió hacia un camino repleto de incógnitas, pero que aún permite soñar con la sexta permanencia consecutiva. Algo que, si no se hubiese sumado este triunfo, habría sido ya virtualmente imposible a falta de seis partidos para el cierre de la temporada 2021-22.

Al igual que en su estreno frente a Osasuna, Julio Velázquez prefirió confiar en los más habituales -salvo por Ximo Navarro, que volvió a dejar en el banquillo a Rubén Duarte- e introdujo una única novedad en el once. De nuevo en un claro 4-4-2, Jason ocupó el puesto de Edgar en la banda y este, en detrimento de Manu Vallejo, acompañó a Joselu en la punta de ataque albiazul, la cual, en las últimas jornadas, apenas había conseguido generar peligro sobre la meta rival.

En lo tocante a la contienda, lo cierto es que el inicio del Alavés no fue nada bueno. Los pupilos del técnico salmantino saltaron al césped demasiado permisivos, y con mucho miedo en el cuerpo, y eso provocó que los visitantes acecharan el área de Pacheco a su antojo. Tanto que, en apenas cinco minutos, la zaga gasteiztarra tuvo que defender tres saques de esquina que, por fortuna, no terminaron en nada.

Quien, sin embargo, sí asustó en diferentes ocasiones a la afición del Paseo de Cervantes fue Álvaro García. El extremo andaluz se topó con un filón en la banda de Tenaglia y aprovechó los desplazamientos en largo de Comesaña y Óscar para colgar a placer el balón al área. Allí halló primero a Guardiola, protagonista también al borde del descanso por desperdiciar un mano a mano; y después a Balliu, ambos sin acierto.

Mientras tanto, el Glorioso siguió evidenciando sus problemas a la hora de crear juego y, si se acercó a la portería rayista, fue gracias a los errores de los hombres de Andoni Iraola en la salida -y eso que la presión vitoriana no fue nada hostigadora-. La mejor oportunidad, en este sentido, fue para Joselu, quien, tras una saque de esquina, se encontró un inesperado balón suelto y buscó sin éxito, porque apareció un primordial Dimitrievski, el tanto que abriese la lata.

Ante esta dificultad del Alavés en la faceta ofensiva, Velázquez empleó su primer cambio al comienzo de la segunda mitad. Manu García saltó al césped en lugar de Jason y, en consecuencia, el dibujo varió hacia un 4-2-3-1 con Edgar de vuelta en su posición natural. Una zona desde la que, como en el Coliseum Alfonso Pérez, el atacante tinerfeño generó peligro con un buen centro al segundo palo que el nueve gallego estrelló de volea en la madera.

Poco después, Joselu volvió a ser protagonista, pero esta vez con más fortuna. Cuando corría la hora de juego, el delantero babazorro intentó un latigazo desde casi 30 metros y este, con mucho efecto, confundió al guardameta franjirrojo, que no acertó a desviar el balón, y se acabó colando en la red despertando así el júbilo de la grada, el banquillo y los once albiazules sobre el verde.

A partir de ese momento, el Glorioso empezó a achicar aguas como si no hubiera un mañana. Algo en lo que, lógicamente, ayudaron las decisiones del entrenador salmantino, quien introdujo en la contienda a Duarte, Martín y Tomás Pina para contener las ofensivas de los madrileños. Sin embargo, el ansia de los visitantes no sirvió de mucho y, en realidad, fueron los gasteiztarras los que estuvieron más cerca de marcar; sobre todo, cuando el árbitro expulsó a Balliu por un pisotón al defensor almeriense.

Ahora bien, el Alavés no supo aprovechar las facilidades de los hombres de Iraola y, por ello, no fue hasta el minuto 99 cuando Mendizorroza pudo respirar al fin. Pitido final, tres puntos y mucho por pelear el próximo martes en tierras baleares.