Lejos de Mendizorroza, el Alavés no encuentra la fórmula para sumar de tres en tres. Ni los más viejos del lugar recuerdan ya la última victoria como visitante de un equipo que en Getafe dispuso de una ocasión pintiparada para quebrar su mala dinámica a domicilio cuando el anfitrión se quedó con diez jugadores al filo de la media hora por la roja directa a Cuenca.

Pese a la superioridad numérica o ponerse en ventaja en el marcador en dos ocasiones, el botín fue escaso para un Alavés que, desde su lejano triunfo en el Nuevo Mirandilla ante el Cádiz el pasado 23 de octubre, no ha vuelto a saborear las mieles de la victoria sin el aliento de su duodécimo futbolista. La salvación pasa por facturar casi todos los puntos al amparo de su afición, pero también será necesario rascar algo positivo lejos de los desplazamientos para hacer realidad el objetivo.

Apenas dos puntos, eso sí de una extraordinaria valía como consecuencia de sendos empates en el Camp Nou y el Sánchez Pizjuán, constituye esta temporada el escuálido bagaje como foráneo para un Alavés al que el veneno de un enrachado Enes Ünal privó de dar un paso de gigante en la pelea por la salvación. Un regalo de Lejeune a la hora de conceder un saque de esquina y otra desatención en un saque de banda fueron mortales de necesidad en el sur de Madrid.

La mordiente del delantero turco hizo el resto. Fue un auténtico demonio para la defensa babazorra durante los noventa minutos y se sacó de la chistera dos goles de bandera para dejar con la miel en los labios a los jugadores de Mendilibar. Más que un punto, anidó la sensación de que el Alavés perdió dos tras desaprovechar una hora de juego con un futbolista más en el Coliseum.

Los tantos de Escalante y Edgar brindaron toneladas de esperanza a un Alavés cuyo margen de error es cada vez más pequeño pese a que esta jornada recortará algún punto a los rivales directos que le preceden en la tabla clasificatoria.