La adaptación de un futbolista a Primera División siempre es una incógnita. Sobre todo, cuando el salto es de dos o incluso más categorías -algo que suele darse habitualmente en el momento que, por ejemplo, ascienden jóvenes de la cantera-. Sin embargo, aunque muchas veces resulte imposible saber cómo va evolucionar un jugador, lo cierto es que siempre hay alguna excepción la cual, desde un primer momento, da claras muestras de estar destinada a triunfar o, al menos, asentarse en esa élite futbolística tan codiciada.

Esto último, se vio de forma manifiesta en la temporada de regreso (2016-17) del Deportivo Alavés al máximo nivel. Aquel año, Theo Hernández y Marcos Llorente, que llegaron a Vitoria-Gasteiz desde los filiales del Atlético y el Real Madrid, deslumbraron con su juego a Mendizorroza y se erigieron como dos de las revelaciones de la competición. Por desgracia, una vez terminó esa campaña con la final de la Copa ante el FC Barcelona, todo el alavesismo supo que no volvería a ver a ninguno de los dos vistiendo la zamarra albiazul, pues ambos, además de ser cedidos, estaban destinados a brillar en lugares más acaudalados.

No obstante, el tren no solo pasa una vez y, aunque siempre hay apuestas fallidas, beneficiarse de las canteras más prolíficas no es una mala opción para equipos como el Glorioso, donde el descarte de una superpotencia puede transformarse en un titular indiscutible. Porque así, sin ir más lejos, ha sucedido este curso con Toni Moya, quien, pese a proceder de Segunda B, ha convencido a Javi Calleja y se ha hecho con un papel protagonista en los esquemas del propio técnico madrileño.

Buena muestra de ello es que, salvo frente al Mallorca, el centrocampista extremeño ha participado en todos los partidos que ha disputado el Alavés y, además, ha salido de inicio en ocho de ellos. Es cierto, eso sí, que su irrupción no es comparable a la que tuvieron en su día Theo o Llorente, pero su aportación al equipo está siendo notable y, a diferencia de los dos anteriores, él sí es propiedad de la entidad del Paseo de Cervantes -hasta 2023- y, por tanto, va a tener tiempo de sobra para crecer sin que la presión mediática le atosigue.

Aun así, ante la dificultad, como se ha mencionado previamente, de predecir su evolución, lo más idóneo es centrarse en el presente, pues este es digno de mención. Hasta ahora, el Moya que se está dando a conocer en el conjunto babazorro es un futbolista muy completo. En concreto, un mediocentro que, al igual que sabe estar bien posicionado para las tareas defensivas, también tiene criterio para salir con el balón jugado, manejar los espacios y, en definitiva, potenciar las virtudes de compañeros. Todo ello, algo indispensable para el preparador albiazul, que no ha logrado que Manu García, llamado a cumplir con esas labores, asuma el rol de creador.

Además, esas facultades -sumadas a su inherente garra, físico y carácter- encajan a la perfección con el perfil de Mamadou Loum, que es un auténtico ancla pero no brilla tanto en situaciones de ataque y de apoyo. Ambos forman una pareja idónea para el estilo que plantea el Alavés y ejemplo de ello es que, en muy poco tiempo, han dejado sin sitio a un hombre clave del centro del campo como Tomás Pina, titular indiscutible en las últimas temporadas.

Ahora, lo único que se necesita es paciencia. Toni Moya tiene cualidades, actitud y, sobre todo, oportunidades para hacerse un nombre en Mendizorroza y, si los finales de campaña continúan siendo felices, también en Primera División. En estos casos, el mayor error es adelantarse a los acontecimientos, ya que todo necesita su tiempo, y lo más idóneo es dejar trabajar. En especial, cuando el encargado de controlar esa evolución es Javi Calleja, en quien es imposible no confiar a estas alturas.

BALÓN PARADO Asimismo, otro aspecto a tener en cuenta del jugador extremeño es su habilidad en las jugadas de estrategia. Tras la marcha de Lucas Pérez, el Glorioso en el quince alavesista. Algo muy positivo teniendo en cuenta la importancia que ha tenido y tiene el balón parado para la escuadra gasteiztarra, la cual necesita generar ocasiones de todas las maneras habidas y por haber.