Uno de los aspectos que más llamó la atención ayer fue la soledad de Manu García en su adiós del Deportivo Alavés. Cuando algún futbolista carismático se despide de un club tras muchos años de militancia, lo habitual es que se vea arropado por buena parte de los que han sido sus compañeros durante los últimos tiempos. Sin embargo, eso no sucedió en esta ocasión con el gasteiztarra, el jugador con más ascendencia en el vestuario junto al guardameta Fernando Pacheco y el central Víctor Laguardia.

Tras la derrota cosechada el pasado domingo en el Sánchez Pizjuan ante el Sevilla, la plantilla albiazul inició sus vacaciones el pasado lunes. Ello repercutió en que en la sala de prensa del coliseo babazorro tan solo estuviera Martín Aguirregabiria, el otro jugador gasteiztarra del primer equipo y para el que Manu no escatimó elogios en su despedida.

Quien tampoco quiso perderse el breve pero emotivo acto fue el ahora pivote Einar Galilea, compañero de vestuario en su día de Manu García. El canterano acaba de finalizar su temporada en el Istra croata en calidad de cedido y tampoco continuará vistiendo la elástica albiazul.

El gran protagonista de la actualidad alavesista llegó ayer en su vehículo particular al parking de Mendizorroza al filo de las 17.45 horas. Lo hizo acompañado de su mujer Noelia. Allí le esperaban su padre Alejandro, su madre Chelo así como sus dos hemanas: Patricia y Carolina. Antes de tomar la palabra, tuvo tiempo para firmar autógrafos y fotografiarse con algunos aficionados que le querían dar en primera persona su más sentido adiós.

Mientras Manu -con muchas tablas a la hora de ponerse delante de un micrófono- contuvo como pudo las lágrimas durante los 25 minutos de la comparecencia pese a su voz entrecortada, los allegados del centrocampista vitoriano -todos ubicados en la parte trasera de la sala de prensa- no pudieron reprimir la emoción.

En el adiós de Manu, que incluso accedió a posar para los medios junto al escudo del Alavés, también estuvieron presentes sus representantes Tomás Durán y Valentín Carlos de Vergara. Ambos serán los encargados a partir de ahora de buscarle un nuevo destino profesional a un futbolista que a sus 35 años todavía quiere seguir dando guerra sobre el césped.