La permanencia está muy cerca. Demasiado, incluso. Pero el Alavés, al menos de momento, no la merece. Ayer, contra el Celta en Mendizorroza, los albiazules volvieron a mostrar su peor cara y tiraron por la borda una nueva oportunidad de ponerse al frente de la lucha por la salvación. Pese a ello, lo peor, como siempre, no fue la derrota, sino la imagen del equipo, que en ningún momento dio señales de poder siquiera competir frente a un rival prácticamente salvado y con pocas opciones de ocupar una plaza europea.

El choque dejó varios momentos bochornosos e indignos para un club de la máxima categoría, pero destacaron sobremanera los primeros 20 minutos en los que el conjunto celeste se encontró con tres flagrantes errores defensivos, con Lejeune como protagonista, dignos de un equipo alevín -con respeto hacia estos-. Ese fatal inicio alimentó el desasosiego y nerviosismo de una escuadra huérfana de capacidad de reacción que, tocada en el plano anímico, fue incapaz de meterse en el duelo ni cuando jugaron con uno más debido a la expulsión de Murillo al comienzo de la segunda mitad.

¿Dónde quedó el "buen" trabajo realizado en las dos últimas semanas de entrenamiento? Esa es la pregunta que se hizo todo aficionado alavesista cuando Santi Mina puso el 0-3 en el marcador mientras, al mismo tiempo, rompía todas las esperanzas gasteiztarras de remontar un resultado que ya de por sí estaba muy cuesta arriba. La respuesta a la cuestión planteada es incierta, pero lo que está claro es que esa labor intersemanal no sirvió para absolutamente nada. Al igual -y los números están de testigo- que el cambio de cromos que realizó la secretaría técnica despidiendo a Pablo Machín e incorporando al entrenador asturiano el pasado mes de enero.

Resultados paupérrimos Abelardo Fernández lleva ya once jornadas al frente del Glorioso y sus cifras son dantescas. Es cierto que ha habido semanas en las que se debería haber sumado más, pero no puede ser excusa cuando el balance es de solo cinco puntos cosechados de los últimos 33, dato con el que confiar en una permanencia, más allá de ser una utopía, es una insensatez y falta de respeto hacia los que realmente están sufriendo la situación del equipo, que no son otros que los aficionados del Deportivo Alavés.

No obstante, aunque lo sencillo, como siempre, sea echar toda la culpa al entrenador y a la plantilla -que sí, parte importante de responsabilidad tienen-, lo cierto es que todos los problemas se iniciaron en el mercado estival con la falta de tino a la hora de configurar un vestuario que ya demandaba algún cambio drástico tras la agónica salvación del pasado ejercicio que ya hacía preveer que las improvisaciones no tendrían mucho más futuro.

Nueve finales Si ayer quedaban diez, hoy queda una menos. Matemáticamente la salvación no es imposible, pero mucho debe cambiar la imagen del Alavés si quiere tener alguna opción de pelear con rivales como Elche o Huesca, que están sacando adelante partidos contra equipos con la misma o mayor dificultad que el Celta. El Glorioso visitará el próximo sábado San Mamés para enfrentarse a un Athletic con la vista puesta en su segunda final de Copa ante el Barcelona y, una semana después, recibirá en Mendizorroza al conjunto oscense en el primer duelo directo de los tres que aún debe disputar.

El 'Glorioso' únicamente ha sumado cinco puntos -de 33 posibles- desde que Abelardo Fernández sustituyó a Pablo Machín