En una época tan oscura -dentro de lo que es su trayectoria en Primera División- como la que está viviendo el Deportivo Alavés, cualquier destello de luz se transforma en un clavo al que agarrarse para salir adelante y buscar etapas más fulgurantes.

Y si algo necesita el Glorioso para afrontar correctamente la lucha por la permanencia, es precisamente eso: jugadores que den un paso al frente en la adversidad y sean capaces de contagiar a sus compañeros ese impulso valeroso para crear juntos un ambiente ultracompetitivo.

En esta línea, uno de los pocos que ha emergido entre las sombras desde que Abelardo se sentó de nuevo en el banquillo alavesista ha sido Florian Lejeune. El francés, que llegó cedido por el Newcastle inglés el pasado mercado estival como una de las apuestas del exalbiazul Pablo Machín, ha dejado atrás todas esas dudas que generó con el soriano al frente del equipo y se ha consagrado en las últimas jornadas como la opción más fiable en el centro de la zaga.

Más allá de cumplir en las acciones por alto y estar atento al cruce, que ya de por sí es algo importantísimo, Flo se ha convertido en el principal seguro de vida de Pacheco bajo los palos. Ver a Lejeune, una vez el balón le ha superado y es trabajo de sus compañeros, correr hacia la línea de gol para despejar esos remates a los que no llega el portero extremeño es ya una imagen habitual de cada jornada. Imagen de la que el Alavés, obviamente, se ha beneficiado. No con puntos -de momento, al menos-, pero sí con menos goles encajados.

Un fijo con Abelardo

Buena muestra de la importancia del central francés para el técnico asturiano es su regularidad en las alineaciones. Lejeune es, junto a Pacheco y Joselu, uno de los pocos futbolistas que han aparecido en todos los onces iniciales de Abelardo en las nueve jornadas que este lleva al frente.

Además, solo él y el portero albiazul han disputado la totalidad de los minutos (810) con el gijonés en el banquillo. En la tabla de minutaje general, es el tercero por detrás del extremeño y el gallego, aunque solo tres minutos por detrás de este último. Ciertamente, esta relevancia en el conjunto babazorro no sorprende si se tienen como referencia sus notables temporadas en Eibar y, sobre todo, en Girona, donde fue el central protagonista.

No obstante, si hay que achacar algo a Lejeune entre todo lo positivo que se está comentando, es su escasa superioridad a balón parado en la presente campaña. Es cierto que el resultado de un córner o una falta depende en gran parte del lanzador, pero se está echando de menos una contundencia superior del defensor en ese aspecto.

Uno de los puntos fuertes del Glorioso en los últimos años siempre había sido el rédito en la estrategia -con Javi Cabello como su precursor- y esta temporada es algo que le está faltando a la escuadra gasteiztarra.

Laguardia y los laterales

Hace unas semanas, se comentó que Víctor Laguardia no estaba pasando por su mejor etapa -deportivamente hablando- en el Alavés. A pesar de ello, Abelardo ha seguido confiando en él por delante de Tachi, que hizo un buen papel durante la ausencia por lesión del aragonés, y el káiser -aún lejos de su mejor nivel- está respondiendo. Quienes no lo hicieron frente al Real Betis y el Cádiz fueron Ximo Navarro y, en especial, Rubén Duarte.

Desde que se recuperó de sus molestias en la rodilla -esas que le impidieron jugar en Anoeta-, el lateral almeriense no ha logrado aportar a la banda izquierda esa seguridad a la que el alavesismo estaba acostumbrado. En Sevilla cometió dos errores que aprovecharon los verdiblancos para empatar -y acabar remontando el 0-2 inicial- y contra el Cádiz, sin fallos graves, se le vio inestable posicionalmente en varias acciones. En cuanto a Ximo, cumplió sanción contra el conjunto gaditano y vuelve a estar a disposición del Pitu para el Wanda.