El Deportivo Alavés ha sufrido muchos golpes dolorosos en lo que va de temporada. En algunas ocasiones, como en las derrotas contra Osasuna, Huesca, Elche y Cádiz, no ha sido fácil digerir la fuga de puntos hacia rivales directos y la poca capacidad albiazul de plantar batalla. Otras veces, como sucedió contra el Barcelona o el Valencia, el empate ha tenido un sabor agridulce por dejar escapar los tres puntos en el tramo final del partido. Sin embargo, nunca se había visto a los jugadores tan abatidos como cuando el colegiado pitó el final del partido el pasado lunes contra el Betis, cuando el Alavés se dejó remontar una ventaja de dos goles por tercera vez en su historia en Primera División.

Quizá si la derrota se hubiera dado de una manera distinta no habría resultado tan dolorosa. Si los dos equipos se hubieran ido intercambiando los goles y el Alavés hubiera terminado apretando al Betis para conseguir el empate, probablemente las sensaciones serían muy diferentes, ya que el conjunto verdiblanco es uno de los equipos más en forma en Primera División, se encuentra en la pelea por puestos europeos y jugaba en casa, por lo que una derrota entraba dentro de lo esperable. Sin embargo, cuando se tiene el partido controlado y se deja escapar una renta de dos goles en media hora el golpe psicológico es terrible, más aún si la tendencia del equipo es negativa y se está jugando su permanencia en la máxima categoría.

En el fútbol y en el deporte en general la calidad, la técnica y el físico son importantes, pero la mentalidad también juega un papel fundamental. Si retirásemos el estado anímico de la ecuación, no se entendería que el Betis lleve más victorias en las últimas nueve jornadas que en las 17 anteriores, que el Leicester ganara la Premier League en 2016 o que el Mirandés alcanzara la semifinal de Copa del Rey el año pasado. Tampoco tendría explicación que en la temporada 2016-17 el Alavés se convirtiera en un equipo diferente después de remontar un 2-0 al Girona y terminara salvándose de manera holgada con prácticamente la misma plantilla que perdió once de los trece primeros partidos de liga.

Una victoria contra el Betis habría tenido un enorme valor, más allá de los tres puntos. Un triunfo en el Benito Villamarín habría sacado al Alavés del precipicio y tendría al menos la tranquilidad de recibir la visita del Cádiz el sábado fuera de los puestos de descenso, por encima del Elche, el Eibar y el Huesca y empatado con el Valladolid. A ello habría que sumarle la inyección de moral que supone derrotar a un equipo que solo ha perdido en liga contra el Barça en lo que va de 2021. Se habría puesto fin a una racha de tres derrotas consecutivas y Abelardo no estaría tan cuestionado.

Sin embargo, el conjunto babazorro no fue capaz de amarrar los tres puntos y la situación es ahora muy diferente, con solo cuatro puntos sumados de 24 posibles con Abelardo y con la urgencia de necesitar una victoria contra el Cádiz el sábado para que la situación no se vuelva crítica. Por si fuera poco, el Elche, el Valladolid y el Huesca se encuentran en un momento anímico más positivo. Los dos primeros lograron victorias revitalizantes la pasada jornada contra el Sevilla y el Getafe respectivamente, mientras que el Huesca dejó buenas sensaciones en su derrota por 3-4 contra el Celta. Osasuna también es optimista tras la victoria contra el Alavés. El único que vive un momento similar al de los gasteiztarras es el Eibar, que está negado de cara a portería y contra el Cádiz pudo rascar un punto, pero esa posibilidad se esfumó cuando Dmitrovic falló un penalti.

Lo más preocupante del lunes fue ver las caras de impotencia de los jugadores tras la derrota, observar a Lejeune, a Joselu y a Pacheco de cuclillas, con la cabeza gacha, y a Laguardia con la mirada perdida, incapaz de dar crédito a lo ocurrido. Cuando el Glorioso encajó el primer gol a los jugadores y al técnico comenzaron a temblarles las piernas. El equipo, que había dado la cara durante 60 minutos, se descompuso, se metió atrás y comenzó a cometer errores fruto de los nervios, como el pase de Ximo Navarro a Laguardia que cortó Juanmi y que salvó Lejeune bajo palos. Lo que en otra ocasión hubiera sido un ejercicio de supervivencia y orgullo de los gasteiztarras, el lunes se limitó a rezar para que el Betis desaprovechara sus oportunidades, algo que no sucedió.

Los nervios, el pesimismo y la mala dinámica no son buenos compañeros de viaje cuando un equipo se está jugando salvar la categoría. Las jornadas pasan y cada vez quedan menos oportunidades de sumar victoria, lo cual suma presión a la plantilla, que no puede contar con el efecto sanador del apoyo de sus aficionados en Mendizorroza. Lo único que en estos momentos puede cambiar la dinámica es una victoria en casa contra el Cádiz el próximo sábado, que devolvería el optimismo y la esperanza a Ibaia.

Alavés-Elche (0-2). En la sexta jornada, después de conseguir una meritoria victoria contra el Athletic, el Elche puso los pies en el suelo al conjunto babazorro, mostrándose muy superior.

Huesca-Alavés (1-0). El Alavés pasaba por su mejor momento de la temporada, acumulando seis partidos consecutivos sin perder. Sin embargo, el Huesca, que en doce jornadas no había ganado, le cortó las alas.

Alavés-Valencia (2-2). Tras un arranque eléctrico, parecía tener el duelo controlado con un marcador de 2-0 en el minuto 70, pero el Valencia empató.

Alavés-Osasuna (0-1). En un duelo directo por la salvación, Osasuna tiró por tierra el esfuerzo albiazul en el minuto 77.

El pitido final del partido contra el Betis dejó una estampa de futbolistas albiazules cabizbajos y con la mirada perdida

Sin el efecto revitalizador del apoyo de los aficionados en Mendizorroza, lo único que puede cambiar la dinámica es una victoria