- Ha pasado un año, pero hoy hemos vuelto a Mendi. Nos han acompañado diez alavesistas de diferentes generaciones, todos miembros de Iraultza 1921, y, nada más asomarse a la grada, a muchos de ellos se les ha dibujado una sonrisa en la cara de la que, además, no han sido conscientes. Algunos han aprovechado para sacarse selfies. Otros, simplemente, han preferido apoyarse en una de las vallas y mirar el césped, pero lo que a nosotros más nos ha llamado la atención ha sido el breve grito de ilusión que ha soltado uno de los dos bebés que acompañaban a la expedición al darse cuenta de dónde estaba. Estos diez aficionados van a ser los protagonistas de esta emotiva historia, pero antes, es importante recordar lo que pasó aquí, en este estadio, hace exactamente 365 días.

Hacía frío, era de noche y las nubes trataban de cubrir todo lo que el cielo quería mostrar a quien, por un momento, fuese capaz de despegar la mirada de su móvil y se parase a contemplarlo. Aitor quería hacerlo -mucho, además-, pero no podía, no tenía tiempo. Eran las 21.15 horas del 6 de marzo de 2020. El partido de su Alavés ya había empezado y él, que había salido de trabajar poco más de media hora antes, comprobaba el resultado en Twitter mientras parecía dispuesto a batir en el Paseo de la Senda todos los récords de atletismo provinciales para llegar a Mendizorroza lo antes posible.

Su limitada capacidad atlética, aunque suficiente para un aita que había cumplido recientemente los cuarenta, no le impidió llegar pocos minutos después a su puerta, la 5. Exhausto y con el sudor recorriendo su frente, el primer pensamiento que se le pasó por la cabeza al plantarse delante del torno fue de sorpresa. Sorpresa por ver tantos aficionados llegando tarde al partido. Aunque claro, no le hubiera causado esa sensación si, en vez de estar ansioso por entrar ya al estadio, se hubiera percatado de que era viernes y que otros muchos alavesistas como él no solo llegaban tarde, sino que habían tenido que quedarse en casa.

Sin más tiempo que perder, Aitor pasó su carné -ese dorado que le identifica como accionista-, subió las escaleras con las que se atraviesan los vomitorios, recorrió parte del larguísimo pasillo de Preferente, volvió a subir escaleras y ocupó su sitio. Allí, a su lado, estaba toda la familia, pero el protagonismo fue para su hijo Egoitz y su ama Paula, que, como si lo hubiesen ensayado previamente -que así fue-, le gritaron un "¡Aita, que te has perdido el gol!". En ese momento, el nerviosismo se sumó al cosquilleo, ese que recorría por su cuerpo cada vez que escuchaba a Mendizorroza cantar, y las preguntas invadieron su mente: "¿Gol? ¿Ya? Si no he escuchado nada. ¿Quién ha marcado?". Entonces, se giró rápidamente y vio en el electrónico un despampanante empate a cero que, además de despertar dentro de él pensamientos que no es debido desvelar, le hizo pronunciar las palabras más temidas por su hijo: "Te has quedado sin bocata".

Lo curioso fue que nada más sentarse -porque esta conversación había sucedido con él aún de pie ante la punzante y asesina mirada de los aficionados de las filas de detrás- el Valencia marcó el 0-1. Lo hizo Parejo, de falta directa, y lo siguiente que tuvo que escuchar fueron recriminaciones irónicas de sus compañeros de grada por su más que evidente gafe. Por fortuna -y tras un descanso donde el protagonismo fue para la tortilla (sí, Egoitz finalmente pudo saborearla)-, el Alavés mejoró y comenzó, por fin, a provocar los ¡huy! en la grada.

A pesar de los diferentes acercamientos del equipo de Asier Garitano, el cronómetro siguió corriendo con el resultado desfavorable -y el nerviosismo de la afición cada vez más palpable- hasta el minuto 78. En ese momento, Duarte colgó en acción ensayada el balón al área, Laguardia se alzó por encima de la defensa ché para prolongar al segundo palo, donde estaban Lucas y Edgar, y, justo cuando el tinerfeño se disponía a encañonar con todo a favor, el silencio se apoderó del anfiteatro albiazul. Este impás no duró más de un segundo, pero no hacía falta más. En ese pequeño intervalo, todo Mendi cogió el aire necesario para estallar de júbilo cuando el remate acabó en el fondo de la portería visitante. Finalmente, abrazos, bufandas al viento y más cánticos siguieron a ese unísono grito de gol que se escuchó en todos los barrios colindantes.

Lo que en ese momento no sabía Aitor es que esa diana de Edgar Méndez sería la última que celebraría en Mendizorroza, que ese abrazo con su ama Paula tardaría meses en repetirse debido al confinamiento y que alguno de esos compañeros de grada -desconocidos en muchos casos- a los que se alegraba de ver cada dos fines de semana, tal vez no volverían a ocupar su asiento.

Ha pasado un año y Aitor todavía no ha podido volver a pisar la que considera su segunda casa porque, realmente, es un personaje ficticio creado a tenor de lo que sí han tenido que vivir muchos aficionados del Glorioso, pero, como ya se ha comentado, en DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA -con la inestimable ayuda de un Alavés que ha puesto todas las facilidades- sí hemos querido dar esa oportunidad a otros diez aficionados albiazules.

Una vez realizadas las fotos, y tras haber tenido tiempo para contemplar el estadio y rememorar viejas batallas, todos se han reunido en un círculo y les hemos preguntado qué es lo que han sentido al pisar Mendizorroza después de tanto tiempo. "Al principio se me ha hecho raro. Ya ni me acordaba de cómo era esto y más estando completamente vacío, pero para qué negarlo. Se me ha acelerado el pulso y he recordado muchos momentos", arranca Patxi Cantero. Para este aficionado albiazul, acudir cada dos fines de semana a esa grada era sinónimo de bienestar: "Todos los partidos en casa son grandes, también las salidas, pero no por el fútbol en sí, sino por poder compartir al Alavés con la gente que quieres. Aquí siempre se está bien".

Miryam Quintana y Asier Lorenzo, dos de los más jóvenes del grupo, coinciden con Patxi y, además, valoran positivamente el trabajo que se ha realizado en los últimos años: "La labor que ha hecho el club y, sobre todo, Iraultza se ha notado estos meses. Hemos echado mucho de menos a nuestra gente y eso se debe a la unión tan fuerte que habíamos creado entre todos gracias al Alavés. Ojalá esto pase pronto y podamos volver a animar y a celebrar goles junto a nuestros amigos".

LaLiga puso en marcha la temporada pasada varios grafismos y sonidos para que los aficionados sintieran en sus casas ese ambiente que vivían cuando acudían en primera persona a su estadio. No obstante, más allá de no haber logrado el objetivo, lo cierto es que su producto cada vez es menos atractivo. "Estamos siguiendo los partidos por televisión, pero es horrible. Me he dado cuenta de que el fútbol no me engancha tanto y de que lo que realmente me gusta es el Alavés. La angustia de no poder estar en el campo y los propios nervios del partido hacen que sea una experiencia espantosa", comenta Miriam Alonso.

Asimismo, Robert García, que había definido su vuelta a Mendi con las palabras "tristeza" y "nostalgia" porque le habían quitado su "forma de vida", califica como "extraño" este nuevo fútbol que han tenido que seguir en los últimos meses: "En una temporada normal puedes ver algún partido por televisión porque no te desplazas, pero verlo cada fin de semana es algo muy diferente. Lo cierto es que he pasado vergüenza al escuchar nuestros cánticos en las retransmisiones, no tiene sentido que los pongan cuando el campo está vacío". "Si te soy honesto, ya ni siquiera veo los partidos enteros. No los aguanto", añade.

Otro de los debates más repetidos en los últimos meses ha sido la importancia de los aficionados tanto en el propio fútbol como en el rendimiento de sus equipos. Para Roberto Argote, uno de los aitas del grupo, no existe esa discusión: "Lo que estamos viviendo durante la pandemia no es fútbol. La afición es la esencia de este deporte y a la vista está cada vez que enciendes la televisión para ver un partido". En lo referente a la cuestión de si el Alavés hubiera logrado más puntos con su hinchada animando, la respuesta ha sido unánime: "Sin duda. Nosotros no metemos los goles, pero sí llevamos al equipo en volandas. Somos el equipo con más derrotas durante el último año y eso no hubiera sido así con nosotros en el campo".

Finalmente, sin tiempo para más preguntas, la visita ha terminado de la única manera que podía hacerlo: con Mendizorroza cantando después de mucho tiempo en silencio y con esos diez alavesistas reivindicando una vez más el lema "Jugar sin hinchada es como bailar sin música".

Aunque muchos son los rumores que indican que la vuelta a los estadios está próxima, lo cierto es que estos aficionados no saben cuándo volverán a Mendi y, si llegado el momento, lo harán acompañados de las personas que quieren a su lado o no. El avance de la pandemia decidirá el futuro en este sentido y, aunque volver a comprometer a Vitoria-Gasteiz por una decisión precipitada no es una opción, mientras su afición no coloree las gradas de su feudo, el Deportivo Alavés no volverá a tener esa capacidad de obrar un milagro como en Jaén hace ya más de seis años.

"No me acordaba de cómo era esto y se me ha hecho raro al principio. Pero luego se me ha acelerado el pulso"

"Si hubiéramos estado en la grada, el Alavés no sería el equipo con más derrotas del último año"

"He sentido tristeza y nostalgia al pisar 'Mendi'. Es nuestra forma de vida y nos la han quitado"

"Ya ni recuerdo cómo fue el último partido. Echo de menos animar al Glorioso con mis amigos"

"Seguirlo por la tele es horrible. Me he dado cuenta de que lo que me gusta es el Alavés y no el fútbol"

"Estoy ansioso por juntarme con los colegas, hacer la previa y disfrutar todos juntos de los partidos"

"Lo que estamos viviendo durante la pandemia no es fútbol. Falta la esencia, que es la afición"