Los viajes suelen presentar habitualmente a lo largo de su trayecto diferentes cruces en los que el viajero debe elegir la ruta a seguir. En función de los gustos de cada uno, el desplazamiento transcurre por un paisaje más o menos agradable. El Deportivo Alavés se enfrentaba ayer a una de esas disyuntivas importantes. Una trascendental intersección de carreteras que puede marcar su futuro y en la que, desgraciadamente, el conjunto albiazul se decantó por seguir el camino que conduce al infierno. Porque resulta imposible extraer otra conclusión de la triste comparecencia del Glorioso, que se saldó con una nueva derrota ante un rival directo como Osasuna que deja al equipo a las puertas del abismo del descenso.Se presentaba el derbi como una final anticipada para los gasteiztarras. Tras dos goleadas consecutivas ante Barcelona y Real Sociedad y el efectoAbelardo evaporado prácticamente por completo, el Alavés estaba obligado a ofrecer una reacción para la que cada vez le resta menos margen en un duelo que le devolvía a su Liga. Si los correctivos ante culés y donostiarras podían justificarse por la evidente superioridad de estos, la de ayer era una batalla ante un igual. Una de esas en las que no está permitido fallar y sobre las que se construyen las victorias o las derrotas.

Pero, sin embargo, la puesta en escena albiazul se pareció bastante más a la de una cita sin trascendencia. Abelardo optó por ubicar de nuevo a Martín en el lateral izquierdo mientras que Ximo se situó en el diestro dejando el eje de la zaga para Laguardia y Lejeune. En la vanguardia, Lucas Pérez regresó al once inicial para acompañar a Joselu. Se recomponía una vez más la pareja gallega, fuente principal y casi única de los puntos del Glorioso, a la espera de que de su inspiración pudiese brotar el agua que calmase la acuciente sed de puntos del equipo.

Claro que resulta harto difícil que aparezca esa magia cuando no pisas el área de tu oponente a lo largo de los noventa minutos. Y eso es precisamente lo que sucedió ayer. Atenazado quizás por el comprensible miedo a caer todavía más por el precipicio del que intenta huir, el Alavés se comportó como si llevara una bola de plomo atada a sus botas. La premisa fundamental era evitar errores y asegurar al máximo su propia parcela, aunque eso supusiese renunciar por completo al ataque y caer en un fútbol plano a más no poder.

Un ideario muy similar al de su oponente pero con la sensible diferencia de que Osasuna llegaba a la cita en una situación mucho más desahogada y que actuaba de visitante, por lo que todo lo que fuera sumar suponía un excelente resultado para los de Arrasate.

Ni siquiera con ese plan fue capaz de cumplir el Alavés. Una vez más -y resulta imposible ya llevar la cuenta de las que ha ocurrido este curso-, volvió a ejercer de Olentzero. Tras más de media hora de juego anodino en la que albiazules y rojillos se limitaron a intercambiar faltas y pérdidas de balón, el enésimo despiste defensivo de los locales puso en bandeja el gol a Osasuna. Primero en un remate de cabeza de Budimir que Lejeune sacó bajo el larguero y, a renglón seguido, en el disparo a bocajarro de Calleri aprovechando el rechace del francés que Laguardia detuvo con el pecho en el área pequeña.

El Alavés, aunque con el susto metido en el cuerpo, pudo al menos alcanzar el descanso con vida. Abelardo aprovechó el intermedio para introducir a Duarte y Pellestri por Martín y Córdoba pero ni siquiera estos cambios sacaron al equipo vitoriano de su estado cataléptico. Pese a su evidente mayor necesidad continuó deambulando por el césped sin inquietar a su rival y, puntual a su dolorosa cita, llegó el despiste que esta vez sí se tradujo en el gol de la victoria osasunista.

En un saque de banda aparentemente inofensivo, los albiazules encadenaron un error tras otro para permitir primero que el balón llegara con absoluta comodidad a Roberto Torres en el lateral del área y, después, que el centro al segundo palo de este acabara en los pies de Kike Barja. El control en el área pequeña se le fue un poco largo al navarro. Lo justo para que, en una salida poco afortunada, Pacheco tocase el balón y, tras rebotar en la pierna de Barja, acabase mansamente dentro de la red.

Era el minuto 77 y, dadas las circunstancias, cualquiera hubiera vaticinado un aluvión final por parte del Alavés en busca del empate. Pero, por increíble que pueda parecer, no llegó. Ni al orgullo fue capaz de recurrir ayer El Glorioso. Osasuna vivió con absoluta tranquilidad ese epílogo y solo en una combinación aislada en el descuento tuvo que intervenir el exalbiazul Sergio Herrera para detener un disparo de Joselu. El único en todo el partido. Un triste balance que conduce directamente al infierno a no ser que el Alavés sea capaz de encontrar de inmediato un desvío del peligroso camino por el que se internó ayer.

la figura: Pellestri

El joven uruguayo fue de lo poco rescatable del Alavés ayer. Salió al terreno de juego tras el descanso y con sus incursiones individuales fue el único que puso algo de sal al juego albiazul.

debe mejorar: Ximo Navarro

En un encuentro con muchos candidatos a esta distinción, el ayer lateral derecho cometió varios errores importantes en la retaguardia. Uno de ellos en la jugada del gol navarro.