- El pasado sábado fue, sin lugar a dudas, un día aciago para un Deportivo Alavés que regresó a casa con las manos vacías del Camp Nou y continúa en la zona roja con un solitario punto de renta sobre los puestos de descenso. El del Barcelona fue, además, un partido para borrar de la memoria por tratarse de la mayor goleada encajada desde el arranque de la temporada.

Olvidar este tropiezo es lo que debe hacer el Glorioso lo antes posible. Tras un inicio complicado con Abelardo, el equipo había encontrado ante Getafe y Real Valladolid la senda correcta para buscar la permanencia y, aunque lo sucedido en el Camp Nou haya supuesto un duro varapalo, desviarse sería un error mayúsculo. Y es que, por mucho que el marcador del feudo catalán reflejase un ostentoso 5-1, el Alavés no disputó un partido tan malo como, por ejemplo, sí hizo en sus visitas a Huesca o Cádiz donde el resultado fue menos abultado.

Los albiazules -el sábado con la segunda equipación- lo intentaron y dieron la cara durante muchos minutos, pero la superioridad técnica del Barcelona y la aparición estelar de Messi hicieron imposible la gesta. La sensación que dejó el partido fue de impotencia y no porque el equipo lo hiciera todo bien, que no fue así, sino porque, aunque lo hubiera hecho mejor, seguramente tampoco hubiera encontrado premio en el Camp Nou.

Como bien dijo Abelardo en la rueda de prensa posterior al encuentro, el Alavés no estuvo tan sólido atrás como se esperaba y concedió demasiado espacio y ocasiones a un Barça inspirado. Asimismo, también faltó algo más de mordiente y, sobre todo, de acierto en la faceta ofensiva. Lo curioso es que, a pesar de todo lo negativo que se puede comentar sobre el conjunto gasteiztarra, durante varios minutos -los posteriores al tanto de Luis Rioja- se creyó que no todo estaba perdido y que aún había esperanza. Sentimiento que, en otras derrotas de la presente campaña, ni siquiera había asomado.

Lo que sucedió después del 2-1 ya es de sobra conocido. Pedri, que había salido desde el banquillo, asistió a Messi con un gran pase filtrado, el argentino, con todo a favor, se encontró con Pacheco y Trincão empujó en el rechace la ficha que desencadenó el efecto dominó. Ante esa situación, el Glorioso, inoperante -y con un Barça en su salsa delante-, solo pudo mirar y rezar por que la goleada no fuera aún más abultada.

Ahora, una vez se ha aprendido de los errores y, como se ha adelantado, se ha pasado página, los albiazules necesitan recuperar la moral perdida y preparar el exigente compromiso de esta semana en Anoeta frente a la Real Sociedad. En la primera vuelta, el resultado fue de 0-0 y el partido no dio mucho de sí, pero, en esta ocasión, ambos equipos llegan en línea ascendente y los tres puntos del derbi serán un preciado tesoro en juego.

Entre los diferentes cambios que hizo el Pitu con la intención de agitar el encuentro, llamó la atención, por sus contadas apariciones tras la lesión, el de Pere Pons. El caso del jugador gironí es, cuando menos, extraño. Llegó al Deportivo Alavés la temporada pasada como uno de los fichajes estrella y, con Asier Garitano en el banquillo, no encontró su sitio en el equipo. Más tarde, la llegada de Machín a Vitoria parecía ser una gran oportunidad para él -ya que fue el entrenador con el que mejor rindió en Girona-, pero, a pesar de ser titular hasta su lesión, tampoco consiguió ser especialmente relevante.

Ahora, con Abelardo en el banquillo, tiene una nueva oportunidad para ganarse un sitio y debe aprovecharla. Porque, si algo le falta a este Alavés, es alguien en el centro del campo que sea capaz de proyectarse en ataque para no depender únicamente de Lucas Pérez en la transición. Y Pons es el único que cumple con ese perfil.

Una de las sorpresas del once de Abelardo en el Camp Nou fue la titularidad de Íñigo Córdoba. El jugador cedido por el Athletic, que había debutado la jornada anterior frente al Pucela, fue por primera vez de la partida y confirmó así las esperanzas que el técnico albiazul tiene depositadas sobre él.

El que, de nuevo, no pudo disfrutar de sus primeros minutos como albiazul fue el uruguayo Facundo Pellistri, que continúa esperando una oportunidad para ayudar al equipo y ofrecer algo diferente en la faceta ofensiva. Pese a que algunos futbolistas que ocupan su misma demarcación como Edgar no terminan de dar un salto cualitativo en su rendimiento, Abelardo aún se resiste a conceder la alternativa a uno de los dos refuerzos del pasado mercado invernal.

La falta de agresividad, denunciada por el propio entrenador asturiano, reapareció el pasado sábado ante el peor rival posible

La imagen ofrecida en la Ciudad Condal por los discípulos de Abelardo no fue tan preocupante como en Huesca o Cádiz