Con la dolorosa derrota del pasado sábado ante el Sevilla el Deportivo Alavés alcanzó el ecuador de la Liga. El conjunto albiazul ha completado ya la primera vuelta de la competición y el balance de esta mitad de curso no puede evitar verse teñido de un preocupante rojo. Porque la realidad es que la escuadra del Paseo de Cervantes ni siquiera alcanza el aprobado raspado con el que concluyó idéntico tramo de la pasada temporada. La trayectoria del equipo desde que el pasado mes de septiembre comenzó a rodar la pelota de nuevo ha estado marcada por una grave irregularidad que le ha llevado a instalarse de manera fija en el furgón de cola de la tabla clasificatoria.

La gráfica de los resultados del Glorioso muestra unos pronunciados dientes de sierra pero, desgraciadamente, las fosas son mucho más importantes que las elevaciones. El plantel gasteiztarra prácticamente nunca ha transmitido una sensación de fiabilidad y, salvo algunos chispazos contados, ha rendido muy por debajo de lo esperado. Como consecuencia, afronta la segunda y definitiva vuelta en un escenario de máxima dificultad en el que apenas contará con el más mínimo margen para nuevos errores.

Y es que los dieciocho puntos que figuran en su casillero revelan una escuálida media de menos de un punto por partido disputado. Unos números que, de no mejorarse a partir de ahora, pondrían en serio peligro su continuidad un ejercicio más en Primera División. Hace un año, con Asier Garitano en el banquillo, el balance en este tramo fue de veinte puntos y el equipo tuvo que esperar hasta la penúltima jornada para certificar una agónica salvación con 39 puntos. Teniendo en cuenta que todo apunta a que la mayor igualdad existente esta temporada provocará que sea necesaria una cosecha mayor para salvarse, la reacción del Glorioso se antoja imprescindible.

Múltiples y variados son los males que han afectado al Deportivo Alavés a lo largo de los últimos meses. El primero -común también entre sus adversarios- es la herencia envenenada que deja el coronavirus y las consecuencias que conlleva.

El confinamiento del pasado mes de marzo, la ausencia del público de los estadios, un calendario completamente atípico y las secuelas de las restricciones económicas que ha generado han situado al fútbol en un escenario completamente desconocido al que al Alavés le está costando mucho adaptarse.

En el ámbito estrictamente deportivo, la plantilla apenas pudo recibir aire limpio por las complicaciones del mercado y la directiva apostó con confiar el proyecto del centenario a un técnico con un ideario futbolístico como Pablo Machín. Pese a sus intentos por aplicar su habitual sistema con tres centrales, el grupo -que no contaba con los mimbres más adecuados precisamente para ponerlo en práctica- no se adaptó y tuvo que acabar renunciando al mismo. Pero para entonces las dudas ya se habían apropiado de la entidad albiazul.

Una vez recuperado el dibujo clásico, El Glorioso pareció coger aire y, tras imponerse al Athletic en el derbi, se mantuvo invicto durante seis jornadas sumando otros dos importantes triunfos a domicilio ante el Valladolid y el todopoderoso Real Madrid. Pero fue solo un espejismo. Porque durante ese período, al igual que ya había sucedido antes y se agudizó después, el equipo puso de relieve una de sus grandes lagunas. Un incontrolable espíritu autodestructivo que le ha llevado a dispararse tiros en sus propios pies con excesiva frecuencia. Porque no es casualidad que sea el equipo que más expulsiones ha sufrido (siete) o que pueda presentar un extenso catálogo de graves errores individuales que se han convertido en goles para sus adversarios.

Esta dinámica negativa se llevó por delante a Pablo Machín, que dejó su puesto al recuperado Abelardo. Sin embargo, el estreno del Pitu -en la Copa del Rey- ratificó a las primeras de cambio que los problemas albiazules no estaban únicamente en el máximo responsable de su banquillo. Porque el desastre de Almería no hizo más que constantar varias evidencias preocupantes. La primera, que hay unos cuantos integrantes de la plantilla -con peso específico además- muy lejos de su mejor nivel.

Otra, que la confección de la misma durante la pretemporada estuvo lejos de ser redonda, lo que implica que se puedan encontrar pocas soluciones útiles en la teórica segunda unidad. Un buen ejemplo de esta planificación defectuosa es la reciente desvinculación del joven Tomás Tavares o que el club deba seguir manteniendo bajo su disciplina a futbolistas con los que no cuenta desde hace mucho como Guidetti o Burgui.

Todo ello implica que el margen de maniobra con el que cuenta Abelardo sea muy estrecho. Porque pese a que el mercado invernal permanecerá abierto hasta el próximo día 31, el estrecho control financiero de LaLiga hace que la entidad del Paseo de Cervantes tenga extremedamente complicado acometer cualquier operación por pequeña que pueda parecer.

Es decir, que la obligada reacción que necesita el Alavés en la segunda vuelta que arranca este sábado para certificar un año más su permanencia debe pasar necesariamente por exprimir al máximo los escasos recursos con los que cuenta. El duelo del pasado sábado ante el Sevilla, primero de Abelardo en Liga, sirvió al menos para volver a ver a un conjunto reconocible después de mucho tiempo. Pese a la derrota final, debe ser la semilla de la que surja un Glorioso