La llegada de Abelardo al banquillo de Mendizorroza la pasada semana hizo despertar en el alavesismo la ilusión de que se repitiera el sueño de su primera etapa como técnico del Glorioso. Entonces, con el equipo en una situación bastante más delicada clasificatoriamente hablando, el asturiano se estrenó con una increíble remontada sobre el Girona. Esa inolvidable victoria -se pasó del 2-0 al 2-3 en los veinte minutos finales gracias al hat trick de Ibai Gómez- se convirtió en una enorme bombona de oxígeno que propulsó al grupo hacia un futuro mucho más tranquilo. Sin embargo, a las primeras de cambio ha resultado evidente que esta esperanza no era más que una quimera.

El debut del asturiano el sábado en Almería no tuvo, desgraciadamente, nada que ver con el vivido en Montilivi. Aunque sirvió, eso sí, para desnudar de manera descarnada los muchos males que aquejan a la enferma entidad gasteiztarra. A apenas unos días de cumplir sus primeros cien años de vida, el equipo muestra achaques propios de un anciano de esta avanzada edad y desde luego se encuentra a años luz de la salud necesaria para reverdecer los éxitos de su época de lozanía.

Un cuadro médico grave que lo sitúa a las puertas de la UVI y para el que el doctor Abelardo necesitará un tratamiento de choque. Porque únicamente con terapia intensiva parece posible recuperar en estos momentos al Deportivo Alavés. Estos cuidados, además, deberán ser multidisciplinares y esa es la árdua labor a la que tiene que aplicarse el preparador asturiano.

De hecho, necesita hacerlo de inmediato puesto que el calendario no ofrece la más mínima tregua y esta semana pone por delante dos exámenes de la entidad del Sevilla y el Real Madrid en los que el más mínimo error será castigado con extrema dureza. Y, desgraciadamente, fallos son los que abundan en estos momentos en el seno del combinado albiazul.

Para tratar de ponerles coto el preparador asturiano tendrá que instalar un diván sobre el césped en el que abrir una doble vía de actuación. Porque como él mismo reconoció tras la debacle en Almería el equipo necesita una profunda reconstrucción tanto en el apartado anímico como en el futbolístico.

Y esto probablemente es quizás lo más preocupante. En el estadio de los Juegos Mediterráneos el plantel albiazul cometió errores -individuales y colectivos- impropios de unos profesionales de Primera División y corregirlos debe ser el primer paso imprescindible para poder corregir el rumbo a tiempo. Lo que pasa por resetear prácticamente por completo el concepto futbolístico que sostiene al equipo. Y es que solamente recuperando conceptos básicos que están brillando por su ausencia en sus últimas comparecencias habrá posibilidades de evitar caer al pozo de la clasificación.

En este sentido convertirse de nuevo en un combinado solidario en el que el esfuerzo no se negocie se antoja el inicio de la hoja de ruta vitoriana. Junto a ello, claro está, el Alavés está obligado a poner coto de manera inmediata a la inadmisible hemorragia de regalos que está sufriendo esta temporada.

Lo que se pone de manifiesto a la perfección con la nefasta estadística de siete expulsiones sufridas en competición oficial desde el inicio del curso. La última -la de Tomás Pina el pasado sábado contra el Almería- totalmente evitable. Algo perfectamente aplicable también a las precedentes que, al igual que sucederá con esta, se han cobrado un elevado peaje en número de minutos disputado en inferioridad y en sanciones a piezas relevantes del equipo

Las tarjetas rojas, en cualquier caso, no son los únicos fallos individuales graves que deben desaparecer del diccionario albiazul. Actuaciones tan desafortunadas como la de Sivera en Almería, por poner solo un ejemplo, no pueden repetirse porque implican añadir un grado de dificultad virtualmente imposible de superar a cada comparecencia albiazul. A partir de esta premisa básica, Abelardo tendrá que conseguir que El Glorioso comience a crecer poco a poco hasta conseguir el rendimiento mínimo exigible. Y en ese proceso tendrá sin duda mucho que ver también la vertiente anímica. Porque igual de necesaria que la futbolística es la recuperación psicológica del grupo. Uno de los grandes lastres que le ha castigado en esta temporada tan atípica ha sido su incapacidad para hacer frente a los contratiempos. En cuanto un obstáculo se interpone en su camino el Alavés acostumbra a bajar los brazos y tirar la toalla. Una pésima costumbre que le ha llevado a ir hundiendo paulatinamente su propia autoestima y no creer en sus posibilidades de revertir las situaciones adversas.

En su anterior etapa al frente del Glorioso Abelardo demostró sobradamente su capacidad para levantar a un vestuario anímicamente tocado y hacerle confiar en una salvación que, entonces sí, se antojaba prácticamente imposible para todo el mundo. De esa experiencia tendrá que echar mano ahora para tratar de repetir el milagro. Claro que como ya advirtió el asturiano en su preparación ni es un "salvador" ni juega los partidos por lo que sin la absoluta implicación y complicidad de sus discípulos no tendrá la más mínima posibilidad de lograrlo. Esta semana será sin duda una excelente oportunidad para comprobar si el barco comienza a reflotarse y quién se sube a él.

Resulta urgente que los regalos al adversario desaparezcan y que la solidez defensiva vuelva a hacer acto de presencia