- Suele decirse que no hay dos sin tres y ayer, casi un año y ocho meses después de su última despedida (el 20 de mayo de 2019), Abelardo Fernández arrancó oficialmente su tercera etapa en el Deportivo Alavés. La primera, como jugador, tuvo lugar en la temporada 2002-03 y se cerró con el amargo sabor del descenso a la categoría de plata y su retirada como futbolista profesional. La segunda, de mucho mejor recuerdo, arrancó el 1 de diciembre de 2017 y se prolongó hasta la conclusión del ejercicio 18-19. Tomó las riendas de un equipo hundido en el pozo de la clasificación y lo revitalizó para lograr inicialmente una holgada salvación y hacerle soñar con Europa el curso siguiente. Entonces, pese a los intentos del club por retenerlo, decidió hacer un paréntesis y renunciar a una campaña más en Mendizorroza argumentando que no iba a estar "al cien por cien mentalmente". Ahora, regresa al Paseo de Cervantes en una situación similar a la de su último desembarco.

Es verdad que las apreturas clasificatorias no son tan graves como entonces pero también lo es que la deriva de la escuadra albiazul en las últimas semanas había encendido todas las alarmas. Tanto que Josean Querejeta decidió cortar por lo sano ayer mismo sin esperar a que las vías de agua en el Glorioso acabaran convirtiéndose en irreparables. Y para completar el drástico cambio de rumbo que se ha llevado por delante la cabeza de Pablo Machín recurrió una vez más a la filosofía que suele aplicar en este tipo de operaciones: apostar por lo conocido.

El máximo responsable del club no es amigo de experimentos y tanto en el Baskonia como en el Alavés acostumbra a recuperar fórmulas que le han funcionado en el pasado. Así lo hizo el curso precedente -con éxito- con Dusko Ivanovic y ha reeditado la fórmula con Abelardo.

El Pitu afronta su tercera experiencia en Vitoria con un objetivo perfectamente definido. Reconducir la preocupante situación del equipo y conseguir que El Glorioso pueda celebrar su centenario disfrutando de un año más en la máxima categoría. Algo que en estos momentos no se vislumbra nada claro.

Para ello tendrá que recurrir a las armas que ya utilizó con éxito hace tres temporadas, cuando cambió la cara por completo a un grupo virtualmente desahuciado. Con la confianza del vestuario y la fortaleza del grupo como principales argumentos aplicó fórmulas sencillas pero eficaces que permitieron dar la vuelta a una situación que se antojaba imposible. Buen número de sus discípulos de entonces continúan en Mendizorroza, por lo que una parte del camino ya está recorrido.

No se trata, en cualquier caso, de un desafío sencillo para el entrenador asturiano, que lo afrontará acompañado de Tomás Hervás -antiguo compañero suyo en el Sporting de Gijón y que ya se sentó a su lado el pasado ejercicio en el Espanyol- como ayudante. El siempre caprichoso calendario les ha deparado un estreno de la máxima exigencia con el duelo copero ante el Almería y las visitas de Sevilla y Real Madrid en apenas siete días. Será, sin duda, una dura piedra de toque para un Abelardo al que el Deportivo Alavés ha vuelto a confiar su futuro.