- El Alavés no está todavía seguro de lo que hace. En absoluto. Después de un comienzo de partido fulgurante y sorprendente en el que los albiazules cosecharon dos goles, el conjunto se fue diluyendo como un azucarillo en agua caliente.

Tampoco es que el Valencia se desatara en exceso. A los chés no les hicieron falta grandes jugadas para ir animándose. Más bien pareció que fue el propio Alavés el que se asustó de su ventaja para ir refugiándose en su campo otorgando la iniciativa al conjunto valenciano.

Quizá el descarrilamiento coincidió con la entrada de Manu Vallejo en el campo. El jugador gaditano revolucionó a sus compañeros haciéndoles ver que, pese a la desventaja acumulada, el Alavés no era tan potente como indicaba el marcador.

Quizá el mensaje lanzado por Machín al quitar a Peleteiro acobardó tanto a los suyos como acabó de envalentonar al Valencia. Fueron dos cambios que prácticamente coincidieron en el tiempo, allá por el minuto cincuenta y seis. Fue el punto de inflexión para un cambio de decorado radical, impresionante.

El Valencia comenzó con una caraja impresionante. Encajó dos goles en un abrir y cerrar de ojos gracias a la conexión entre Lucas Pérez y Ximo Navarro, arquitectos y ejecutores de ambos tantos.

Después siguió dominando el Alavés, sin aparentes problemas. El Valencia estaba al borde del KO y no parecía capaz de reaccionar. Y así acabó la primera parte, con un Alavés más replegado, aunque tranquilo, y con un Valencia acogotado por sus errores y por la dura derrota que se le avecinaba. Y llegó la mencionada entrada al campo de Manu Vallejo. O la salida de Jota. O ambas, quién sabe.

Y Gameiro empezó a creer. Y Pacheco tuvo que ponerse a trabajar. Por si acaso, Machín decidió renovar las fuerzas de su equipo, armarlo más, y restó de golpe a los dos delanteros titulares.

Otro mensaje inquietante, aunque probablemente Lucas Pérez y Joselu estaban ya al límite de sus fuerzas. Pero fue irse los gallegos al banquillo y empatar el Valencia.

Primero Manu Vallejo, quién si no, y muy poco después el joven central Hugo Guillamón, el que en la primera parte había cometido el penalti sobre Ximo Navarro y estaba desde entonces como un flan. Y quedaban por delante más de quince minutos, descontando las insoportables esperas del VAR. Demasiado tiempo para aguantar entre un equipo rehecho y otro descompuesto. Menos mal que Pacheco juega en este aún frágil Alavés.