- En el filo de la navaja. Ese es el escenario en el que acostumbra a situarse el Deportivo Alavés desde que arrancó la temporada y, desgraciadamente, en la mayoría de las ocasiones ha terminado peligrosamente manchado de su propia sangre. Esta situación responde, en gran parte, a la apuesta que ha comandado Pablo Machín desde que se hizo cargo del banquillo. El técnico soriano se ha caracterizado a lo largo de su carrera por utilizar un esquema táctico con tres centrales y dos carrileros que adelantan mucho la línea defensiva. Este paso adelante empuja a todo el bloque a tratar de sorprender al adversario de turno con una presión alta que permita recuperar balones en zonas interesantes. Un libro de estilo de sobra conocido que, como era de esperar, ha tratado de implantar también en El Glorioso.

Sin embargo, el resultado no está siendo por el momento el esperado en un conjunto albiazul al que se le rompen las costuras con excesiva facilidad. Y esa es precisamente una de las grandes asignaturas pendientes -probablemente la más urgente- que necesitar enmendar el combinado vitoriano si desea escapar del pozo en el que poco a poco se está hundiendo. Porque la realidad es que hasta ahora se está viendo seriamente penalizado por un riesgo cuyo balance de resultados muestra una clara tendencia negativa.

Llevar la zaga prácticamente hasta la medular del terreno de juego implica, inevitablemente, abrir un gran espacio libre entre sus integrantes y el portero. Un hueco que se ha convertido en la tumba de las aspiraciones albiazules en casi todas las comparecencias oficiales del equipo. Los adversarios se presentan con la lección muy bien aprendida y únicamente necesitan filtrar un pase preciso a la espalda de la retaguardia para disfrutar de claras oportunidades de gol que normalmente no desperdician.

Una situación que, por ejemplo, se repitió varias veces el pasado domingo ante el Elche. Cazados a contrapié, los zagueros gasteiztarras solamente podían asistir impotentes desde la distancia a los sucesivos mano a mano de los delanteros ilicitanos con Pacheco y confiar en que el acierto del cancerbero fuera superior al de los atacantes.

Esta batalla desigual se ha convertido desgraciadamente en una escena habitual en los encuentros del Glorioso, que no está siendo capaz de ajustar su engranaje para evitar estos agujeros letales. Incluso cuando Pablo Machín ha renunciado a su fórmula preferida para recurrir al 4-4-2 clásico, se han seguido produciendo errores graves que han facilitado notablemente el camino de los rivales albiazules hacia el triunfo.

Dejando claro que la entidad del Paseo de Cervantes todavía no ha encontrado la fórmula para que su vida al límite comience a reportarle los beneficios que busca y no se convierta en una penalización imposible de recuperar.

Llegados a este punto, se antoja harto complicado que Machín renuncie a la fórmula sobre la que ha costruido su trayectoria, por lo que el único camino a la vista es trabajar al máximo para perfeccionar todo lo posible su ejecución. Para ello, el equipo debe ser capaz de guardar al máximo la espalda de su defensa y estar mucho más encima de los posibles pasadores del conjunto rival, dificultando así que puedan conectar tan fácilmente como han hecho hasta ahora con unos delanteros que pueden avanzar libres hasta las inmediaciones de Fernando Pacheco.

Pero si resulta imprescindible que El Glorioso aprenda de inmediato a caminar con mayor seguridad sobre el alambre futbolístico en el que se basa su propuesta actual, no menos trascendental es que lo consiga igualmente en el apartado mental. Porque su irregular inicio de campeonato le ha hecho instalarse en las posiciones de descenso y los primeros fantasmas pueden no tardar demasiado en aparecer alrededor del entorno albiazul.

Más todavía teniendo en cuenta el próximo compromiso que debe afrontar la escuadra gasteiztarra. Nada menos que la visita a un Valladolid que se encuetra justo detrás suyo en la tabla clasificatoria y que aún no conoce la victoria. Sumar un nuevo tropiezo en este duelo ante un rival directo, justo antes de recibir al Barcelona en Mendizorroza, significaría una puñalada enormemente peligrosa. Una evidencia que aumenta la presión con la que comparecerá El Glorioso en Pucela y que hace más necesario que nunca que sea capaz de gestionar sus emociones. Porque, en caso contrario, tendrá muy difícil sobrevivir sobre el alambre futbolístico y emocional en el que se ha instalado.