- Desde que comenzó a sonar como inquilino de los banquillos, el nombre de Pablo Machín ha sido sinónimo de equipos con tres centrales y dos carrileros de largo recorrido que se hacen cargo de toda la banda. Es el sistema de juego que prácticamente siempre ha implantado en todos los clubes a los que ha llegado y con el que se ha ganado un sello personal marca de la casa. Por eso, cuando una directiva se pone en contacto con el preparador soriano para confiarle el timón de su nave sabe cuál será el dibujo que verá sobre el césped.

No hay margen para la sorpresa, puesto que la propuesta del castellano es de sobra conocida. En consecuencia, quienes acuden a él acostumbran a buscar perfiles de futbolistas que se puedan amoldar sin problemas a esta manera de jugar para conformar sus plantillas. Se trata de movimientos paralelos que redundan en el beneficio colectivo.

Como era de esperar, desde que se hizo cargo del banquillo local de Mendizorroza Pablo Machín ha tratado de desplegar su ideario y ha modificado la fisonomía habitual del Deportivo Alavés durante los últimos años. Acostumbrado a presentarse con el clásico 4-4-2 y con todos los automatismos de ese sistema perfectamente interiorizados, el plantel albiazul se ha transformado para poner en práctica el 3-5-2 que desea su máximo responsable.

Sin embargo, hasta el momento la metamorfosis ha dejado bastantes más dudas que certezas. Porque ni en los amistosos de pretemporada ni en los dos encuentros oficiales que ha disputado ya El Glorioso ha evidenciado que el cambio haya sido a mejor. Algo que sin duda tiene bastante que ver con la ausencia de movimientos para acompañar la llegada de Machín al banquillo. De esta manera el equipo solo cuenta con las caras nuevas de Lejeune, Battaglia y Deyverson y está conformado en su gran mayoría por futbolistas que encajan bastante mejor en el molde de un dibujo clásico.

Pese a las habituales solicitudes públicas y privadas del técnico, la entidad del Paseo de Cervantes no ha sido capaz de hacerse con ningún jugador de características específicas para el nuevo sistema, lo que se traduce en unas carencias evidentes. El problema resulta especialmente significativo, por ejemplo, en la posición de carrilero, en la que el preparador soriano no tiene más remedio que alinear a jugadores de otras demarcaciones.

Con este escenario, no resulta en absoluto extraño que en el entorno albiazul haya comenzado a cuestionarse la conveniencia de continuar apostando por el nuevo esquema. Una idea que se vio reforzada el pasado fin de semana en la visita del Glorioso al Nuevo Los Cármenes. En ese duelo, correspondiente a la segunda jornada del campeonato liguero, el combinado gasteiztarra arrancó manteniéndose fiel a sus nuevas ideas y presentó una alineación con tres centrales (Laguardia, Ely y Lejeune), dos carrileros (Edgar Méndez y Luis Rioja), tres centrocampistas (Abdallahi, Battaglia y Pons) y dos delanteros (Joselu y Deyverson). Sin embargo, el equipo hizo agua de manera constante durante los primeros cuarenta y cinco minutos, en los que el Granada dominó por completo.

El naufragio gasteiztarra resultó tan evidente que, en el descanso, el técnico adoptó una decisión muy poco habitual a lo largo de su trayectoria. Renunció a su sistema de cabecera y reformuló la alineación para afrontar la segunda parte con el clásico 4-4-2. Una medida que, pese a que finalmente no se tradujo en la conquista de punto alguno como consecuencia de un grave error defensivo, sí mejoró significativamente el rendimiento albiazul.

De esta manera, El Glorioso consiguió taponar las vías de acceso andaluzas a las inmediaciones de Pacheco e incluso fue creciendo en su fútbol ofensivo hasta hacerse con el control del centro del campo y el dominio del encuentro. De hecho, Edgar tuvo en sus botas -justo antes del segundo tanto local- una ocasión clarísima ante Rui Silva que, de haberla transformado, hubiese desequilibrado la balanza del encuentro del lado albiazul.

Se observó, por lo tanto, un paso adelante, en las prestaciones del grupo al recuperar su antigua imagen. El balance, en lo que a resultados se refiere, en cualquier caso, fue el mismo, ya que el casillero albiazul continúa sin estrenarse. Pero la evidente mejoría mostrada por la escuadra de Mendizorroza cuando renunció a la fórmula de los tres centrales y dos carrileros coloca a Pablo Machín ante una importante disyuntiva.

Cuando apenas ha iniciado su trayectoria como máximo responsable del banquillo albiazul, debe decidir si continúa insistiendo en modificar la fisonomía del Glorioso o, por el contrario, da marcha atrás y acepta la evidencia de que el equipo se encuentra actualmente mucho más cómodo dentro del traje clásico del 4-4-2. Cualquiera de los dos caminos presenta obstáculos importantes que se tornan aún más grandes con un balance de dos derrotas en las dos primeras jornadas a la espalda.

Si opta por persistir en la implantación de su fórmula habitual, Machín puede darse de bruces con la realidad de que no dispone en el vestuario de futbolistas con las características apropiadas para ejecutarla al nivel que él desea. Y las estrecheces del mercado hacen poco probable que ese escenario pueda mejorar en los días que restan para su cierre. Por el contrario, renunciar a su ideario y paralizar la transformación supondría haber desperdiciado un tiempo precioso de puesta a punto y asumir, tirando del refranero popular, que no hay más cera que la que arde.

Una difícil encrucijada por lo tanto que este sábado ante el Getafe deberá resolverse por vez primera. Tardar en descubrir la senda adecuada puede ser letal en una competición tan exigente e inmisericorde como la Primera División.

La plantilla no cuenta en estos momentos con jugadores que reúnan las condiciones específicas para ocuparse de toda la banda

Pese a que un grave error defensivo supuso encajar una nueva derrota, el equipo rindió a buen nivel tras el descanso en Los Cármenes