- A pesar de que en la plantilla del Deportivo Alavés todos sus jugadores activos se conocen ya de campañas anteriores -los dos únicos fichajes, Deyverson y Rodrigo Battaglia, no se han vestido aún de corto-, el proyecto albiazul para la nueva temporada era un lienzo completamente en blanco al contar en el banquillo con la presencia de un técnico cuyos ideales no tienen nada que ver con todos los anteriores inquilinos de dicho espacio. Si algo caracteriza a Pablo Machín es que cuenta con un sello propio que hace que sus equipos sean diferentes al estilo más habitual. Un dibujo propio, ya sea el 3-5-2 o el 3-4-2-1 que ha enseñado en los dos primeros amistosos, que obliga a variar por completo los automatismos ya adquiridos por los futbolistas, que por lo general están acostumbrados a otros esquemas. Las primeras pinceladas ya se han podido contemplar en los partidos de preparación ante Huesca y Osasuna, en los que ha quedado claro que al técnico de Gómara aún le queda trabajo por delante para alcanzar la perfección. Han aparecido brochazos de trazo grueso donde se preveía, en sistema defensivo; toques de finura esperanzadores, como en un ataque con mucha presencia de piezas; y también, dentro del proceso de reciclaje al que algunos jugadores se han visto obligados, sorpresas agradables que pueden acabar convirtiéndose en soluciones a largo plazo, como la sensacional adaptación de Edgar Méndez a esa demarcación tan importante que es para el preparador soriano el carrilero. De entre las conclusiones, la más clara es que queda trabajo por delante, como es lógico.

Por lo que se ha visto en 180 minutos de amistosos, el problema de adaptación más preocupante en estos momentos es el referido al entramado defensivo. El paso de una línea de cuatro a una composición con tres centrales obliga a estos a cambiar por completo el que venía siendo su sistema de funcionamiento habitual, sobre todo el de los dos que actúan a los costados. No está ahí la figura del lateral para echar una mano de inmediato y las ayudas tardan en llegar. De ahí los problemas severos que está sufriendo el equipo con balones filtrados a los costados o buscando las espaldas con pases en profundidad o cambios de orientación en largo.

En cuanto a la reconversión de jugadores, las evidencias son claras en el caso de un Rubén Duarte que retomará la posición de central que ya conocía de su etapa en el Espanyol para formar parte de la línea de tres, abandonando el lateral.

Y es que la readaptación a nuevas tareas no es una cuestión puntual en este proyecto. Machín tiene un libreto diferente y requiere de futbolistas que hagan sobre el césped cosas distintas a las que acostumbraban. En este sentido, el papel de los carrileros viene a ser la suma en un solo jugador del trabajo del lateral y del extremo. Toda la banda para ellos solos, con la obligación de llegar hasta el área contraria para atacar y regresar a la propia para defender. Se requiere un despliegue físico excepcional, pero también calidad para generar peligro en la ofensiva y sacrificio para cerrar espacios atrás. Y, con alguna carencia en este último apartado todavía, Edgar ha destacado mucho en este nuevo papel. El tinerfeño, mucho más fino que hace unos meses, ha mostrado que puede adaptarse a lo que el nuevo entrenador reclama y, tras unos buenos minutos ante el Huesca, en Tajonar fue el mejor del equipo y marcó el único gol alavesista. Los otros tres elegidos en esa demarcación, Martín Aguirregabiria, Luis Rioja y Javi López, han evidenciado tener más trabajo por hacer, amén de que se requiere alguna contratación específica, sobre todo en un flanco izquierdo que en estos momentos ofrece más dudas que el derecho.

Las reconversiones y las adaptaciones a un nuevo estilo son evidentes en muchas demarcaciones y Machín va ensayando con perfiles que se puedan adaptar a lo que le ha funcionado en etapas anteriores. Uno de los jugadores más brillantes y más importantes para el soriano en su etapa en el Girona fue Cristian Portu, que aparecía a la espalda del delantero centro y se convertía en el dinamizador del ataque con su mezcla de movilidad, calidad en el pase y capacidad goleadora. Un papel que parece escrito para un Lucas Pérez que en estos dos primeros amistosos ya ha dejado claro que está llamado a convertirse en el motor ofensivo del equipo en zona de tres cuartos por su facilidad para ver el fútbol y encontrar espacios por los que generar peligro.