- Dentro de la mala racha de resultados que está experimentando el Deportivo Alavés desde el regreso de la competición, seguramente el apartado deportivo es el menos preocupante de todos los que atañen al club en estos momentos. Y eso que la amenaza, aunque sigue manteniéndose a distancia de seguridad, no es pequeña. Tras años de zozobra, de inestabilidad y de dudar incluso por su supervivencia, la entidad del Paseo de Cervantes ha vivido unos últimos años de cierta calma y los episodios que se han salido de la normalidad de cualquier equipo de fútbol, que los ha habido también, han sido escasos. Todo lo contrario a los acontecido desde que el fútbol tuvo que detenerse por la amenaza del coronavirus, con una toma de decisiones y unas actuaciones que han socavado los cimientos propios de un club que se ha convertido en un manojo de nervios. Así, de una situación que hace unos meses era de absoluta tranquilidad se ha pasado ahora a la incertidumbre máxima por el futuro inmediato. Pero no se acaba ahí la cosa, pues no sería de extrañar que, aún con la salvación asegurada, todo este proceso acabe dañando seriamente el nombre del club.

Para entender el cuadro completo de la actual crisis hay que retrotraerse al momento en el que dirigentes y capitanes iniciaron las conversaciones para tratar el asunto de la rebaja de los salarios de la plantilla. Con los futbolistas confinados, algunos afectados además por la enfermedad y unas perspectivas de futuro entonces inciertas, el choque entre las dos partes fue frontal. Los jugadores no pasaban por el aro que desde los despachos se les planteaba al considerar las condiciones leoninas y desde la planta noble de Mendizorroza no se cedía ni un ápice en ese planteamiento inicial que días después se encargaría de desvelar Edgar Méndez en una entrevista en México. Una rebaja del 28% aplicable en el caso de que la competición quedase definitivamente suspendida, pero que también sería efectivo si se podía volver a jugar.

Ante la imposibilidad de alcanzar un pacto que aliviase de manera considerable la tesorería de un club que, cabe recordar, pone la parte más importante del músculo económico del conglomerado deportivo dirigido por Josean Querejeta -casi ocho centenares de empleados a sus órdenes-, a última hora del viernes 27 de marzo se presentó toda la documentación para solicitar la aplicación de un expediente de regulación temporal de empleo en el que también entraban de lleno los futbolistas. Como a cualquier otro trabajador afectado por esa medida, que en su caso dejaba reducidos sus ingresos a la mínima expresión, los integrantes del vestuario alavesista no estaban contentos con la decisión, pero menos aún todavía con las formas empleadas.

Con el ERTE ya en funcionamiento, se siguió negociando un acuerdo para la reducción de salarios que no llegó hasta el día previa al retorno a los entrenamientos y tras casi dos meses de llamadas y mensajes cruzados. Desde el propio vestuario se apeló a una firma por responsabilidad para con el club, a pesar de no estar satisfechos con las condiciones pactadas al considerarlas más lesivas para sus intereses que las que se habían rubricado en otros clubes.

Todo este proceso ha dejado heridas profundas en la relación entre plantilla y club. En algunos casos, imposibles ya de suturar. De una parte se considera que la otra ha sido egoísta en todo momento; en el sentido contrario, se considera que la cuerda se ha forzado hasta estar a punto de romperse. Y las formas, las malditas formas. Porque, como se ha visto alguna vez ya, hay lobos que se disfrazan de corderos.

Quien no precisa disfraz de tipo alguno es Josean Querejeta. Cuando durante el agasajo a las instituciones tras el título liguero del Baskonia abrió la boca para hablar de la situación deportiva del Alavés -ya antes había deslizado las diferencias existentes entre los jugadores de fútbol y los de baloncesto en esto de las negociaciones para la rebaja de salarios y la necesidad de imponer un plan de contingencia para que todos los clubes actúen de la misma manera en este tipo de casos-, disparó con fusil. Y ni mucho menos fueron tiros al aire. Porque lo que el mandatario había visto en los partidos de su equipo no le había gustado ni un pelo; y ya no desde el punto de vista futbolístico, sino en lo referido a la actitud. De ahí las apelaciones a la "profesionalidad" de la plantilla o el "en sus manos estamos" que acompañó también con el valor de la camiseta y el peso del escudo.

El último capítulo, por el momento, de la crisis se vivió el pasado domingo. Y no con la destitución de Asier Garitano, que a fin de cuentas es entendible. Que de la mano del entrenador jefe saliese el asistente que vino con él, Miguel Pérez, también es normal; pero que en el mismo paquete entrasen técnicos de confianza del club como Javi Cabello y Juan Miguel San Román cuando hace no tanto tiempo se había marcado la necesidad de contar con un equipo propio también ha causado perplejidad de puertas para afuera y habla claramente de la tensión interna dentro del vestuario, que es gigantesca. La crisis deportiva es evidente y supone en estos momentos un riesgo para todos los planes del Grupo Baskonia-Alavés, pero el club ya va a salir seriamente dañado de todo un proceso que deja heridas abiertas.

"NO ESTAMOS TAN MAL; TENEMOS VENTAJA" - Juan Ramón López Muñiz vivió ayer su primer día como entrenador del Deportivo Alavés. Como suele ser en estos casos, a la carrera. Viaje, firma, presentación, entrenamiento... Aunque en esta ocasión no le habrá hecho falta una maleta grande, pues este viaje iniciático del preparador asturiano se va a extender solo durante dos semanas. Cuatro partidos en los que asegurar la permanencia -lo único importante- y en los que tratar de asegurarse su continuidad. El gusanillo por regresar a un banquillo es evidente, pues López Muñiz expone mucho: si el equipo mantiene la categoría casi nadie le va a otorgar al entrenador mérito alguno, mientras que si ocurre la catástrofe va a quedar señalado.

"Es fácil tomar una decisión de este calibre, porque vengo a un buen equipo, en una buena ciudad, con una buena afición. Cuando vi el calendario dije: voy a jugar de nuevo contra Madrid y Barcelona, voy para allá de cabeza. Y con un objetivo muy bonito. Tenemos cuatro partidos para sacar el mayor número de puntos posible. Son quince días y cuatro partidos. Lo prioritario es conseguir el objetivo y después se valorarán las situaciones. Ojalá estén contentos con nuestro trabajo y ojalá podamos seguir el máximo tiempo posible", señaló el nuevo técnico albiazul.

El preparador gijonés considera fundamental el aspecto mental. Que el equipo consiga enchufarse otra vez a la competición y no se desplome al primer varapalo. Además, con la seguridad de que todavía hay un margen reseñable sobre el descenso. "Es una liga diferente, extraña, y el equipo quizás se vio con el objetivo conseguido antes de finalizar. Después del parón cuesta coger el ritmo y ya no tienes el apoyo del público, que es fundamental. Por suerte, partimos con ventaja, no estamos en tan mala situación. Tienen que comprender que quedan quince días, cuatro partidos, y hay que dar todo lo que llevamos dentro, sin escatimar esfuerzos. Lo más importante son los jugadores, que son los que salen al campo. Nosotros venimos a darles el último empujón. Tenemos que cambiar un poco la dinámica que lleva al equipo, que no se venga abajo al primer golpe que reciba, que sea fuerte. Que sea un equipo compacto, difícil de superar. Y ser un equipo dentro del terreno de juego, que haya compañerismo y solidaridad. A partir de ahí tiene pegada, experiencia... Muchas cosas para conseguir el objetivo sin problemas", incidió.

De manera constante, López Muñiz llamó a sus nuevos jugadores a quitarse las dudas de la cabeza y a creer que pueden ganar a cualquier rival. "No hay que tener miedo, no podemos pensar que nos quedan tres partidos, no podemos renunciar a ninguno. La salvación que hace tres meses veías casi hecha ahora te genera dudas. Y eso es lo que debemos quitarnos de la cabeza. No hay ninguna duda. Debemos retomar esa moral que teníamos antes, que parecía que nos salía todo, quitar de en medio ese pesimismo, esa sensación de fatalidad, de que todos nos ocurre a nosotros. Hay que saber superar los fallos. Es fundamental que el estado anímico cambie. Es importante convencer al jugador de que lo que hizo en la primera parte de la Liga se puede volver a hacer. Para eso necesitamos la colaboración del jugador".

"Son quince días y cuatro partidos, lograr el objetivo y luego ya se valorarán situaciones"

"Quizás el equipo ya se vio con el objetivo conseguido y ahora cuesta coger el ritmo"

"El jugador es lo importante y tiene que dar todo lo que lleva dentro, sin escatimar esfuerzos"

"Debemos quitarnos la sensación de fatalidad y pesimismo de que todo nos ocurre a nosotros"

Entrenador del Deportivo Alavés