Cuando en un partido de fútbol profesional hay un equipo que se plantea claramente que no quiere ganar y que con un empate le resulta más que suficiente, normalmente acaba perdiendo. Con estas letras se podría escribir la historia del Deportivo Alavés ayer en la visita a Valladolid. Prudencia, seguridad, riesgos mínimos, contención absoluta... Un bodrio insufrible que hubiese echado a los aficionados del estadio a patadas, si es que hubiesen podido entrar. Malo de solemnidad. De esos en los que la única justificación es el punto. Y ni eso se encontró un Glorioso que partió con un planteamiento deplorable y terminó el partido con otro ya del todo mezquino. En una tarde en la que ganar era la salvación, se renunció a los dos delanteros durante todo el encuentro. Y justo cuando se preparaba todo el arsenal defensivo -estaban preparados Manu y Tachi; lo de atacar, igual para otro día- para atar ese empate que por lo menos daba mucho oxígeno, llegó el mazazo descomunal, la quinta derrota consecutiva y una enfermedad que se sigue extendiendo irremediablemente y que precisa ya de cirugía. Porque ayer más que nunca, la tristeza y el miedo que se transmitieron desde el banquillo llegaron claramente al césped.

Si en los últimos partidos los cambios había venido en forma de nombres, ayer lo más reseñable, con cuatro caras nuevas con respecto al Granada -hasta ocho se fue el Valladolid en una revolución mucho más evidente-, fue la variación del sistema hacia un 4-2-3-1. Lo más llamativo, la ausencia en la titularidad de Joselu, faro atacante de este equipo y destino de todos los desplazamientos en largo; una suplencia que fue ocupada por Camarasa, quien ejerció de mediapunta tras Lucas.

El coruñés, ante la ausencia de su socio predilecto, se convirtió en el referente de la ofensiva. Y como único atacante puro, el cuadro pucelano le dedicó una especial atención. Cada vez que recibía el balón o estaba cerca, una tarascada para evitar el peligro. Dominador del balón, el cuadro albiazul comenzó a amenazar a través de la estrategia, con un cabezazo de Duarte fuera por poco.

Los blanquivioletas trataban de pausar el juego a través de una posesión sin filo alguno y, como hacía su rival, se echaba en manos del balón parado para tratar de hacer daño. El argumento de dos equipos pobres en lo ofensivo y que decidieron convertir su duelo en un bombardeo de balones colgados al área. En un saque de esquina local, a punto estuvo El Glorioso de padecer otro penalti más, que no hubiese sido injusto ni mucho menos. Porque si Moyano se llega a dejar caer ante el contacto de Burke...

Si en algún momento hubo un mínimo de ritmo, traspasado el ecuador del primer acto se disipó por completo. No ayudó en nada el calor que envolvía el José Zorrilla. El sopor se incrementaba de manera significativa y la preocupación por no cometer errores crecía con el correr del cronómetro. No en vano, el punto no era malo.

Con igualdad a nada llegó el encuentro al descanso y con esa misma línea de mantener la seguridad por encima de todo se reanudó. Que Garitano mantuviese sobre el césped a un Fejsa -hasta el minuto 57 aguantó- que se jugó la expulsión es una de esas cosas inexplicables de los entrenadores. El pretendido paso adelante de los albiazules no se traducía en nada ante la muralla pucelana, con Marín siendo el único capaz de romper las líneas. Casi una hora hubo que esperar al peligro y fue local: un toque de calidad de Alcaraz que se fue rozando el larguero.

Llegaba el momento de los cambios y una imagen vale más que mil palabras. Entraba Joselu para ganar un argumento ofensivo de peso, pero a costa de prescindir de Lucas. El mensaje desde el banquillo no podía ser más claro; la cara del coruñés en la grada lo decía todo. En el otro lado, Sergio González metía a sus titulares arriba y aparecía Unal, que en su primera intervención firmó el primer remate a puerta ante un Roberto de nuevo sensacional.

Cuando todo apuntaba al empate de la nada -por si acaso, Garitano preparaba a Tachi y Manu-, Joaquín deshacía la igualdad. A balón parado, cómo no. El Alavés se sigue hundiendo en la miseria. Las señales no pueden ser más alarmantes y los mensajes internos trasladan más miedo que confianza. En estos momentos, todo parece fiado a que sea el Mallorca el que falle.

Marín

El murciano partió de inicio desde el banquillo, pero la lesión de Duarte a la media de juego le obligó a entrar en juego. El mejor del ataque alavesista, el único capaz de romper.

Fejsa

Garitano optó en esta ocasión por un doble pivote de mucha fuerza física y experiencia, pero el serbio demostró muy pocas tablas a pesar de su trayectoria y rozó la expulsión.

- Ficha técnica:

Partido correspondiente a la trigésima cuarta jornada de LaLiga Santander disputado en el estadio José Zorrilla.

1 - Real Valladolid: Masip; Moyano, Joaquín, Javi Sánchez, Raúl Carnero; Hervías (Óscar Plano, m.56), Alcaraz (Kike Pérez, m.78), Fede San Emeterio, Toni Villa (Waldo, m.56); Miguel (Ünal, m.61) y Guardiola (Kiko Olivas, m.78).

0 - Alavés: Roberto; Martín, Laguardia, Magallán, Duarte (Marín, m.31); Fejsa (Joselu, m.57), Camarasa (Borja Sáinz, m.89), Pina (Manu, m.89); Burke, Lucas (Pere Pons, m.57) y Edgar.

Árbitro: Santiago Jaime Latre (Comité aragonés). Mostró cartulina amarilla a Miguel de la Fuente (m.28), Óscar Plano (m.90), Ünal (m.90), del Real Valladolid; y a Fejsa (m.32) y Pina (m.38), del Alavés.

1-0, minuto 88: Joaquín. Falta lateral con balón muerto dentro del área que Joaquín empalma con la zurda y marca a pesar del mal disparo.

Amonestó a Miguel (minuto 29), Fejsa (minuto 33), Pina (minuto 39), Plano (minuto 90) y Unal (minuto 94).

Sin ambición El planteamiento del Alavés fue tremendamente conservador y se esforzó por no cometer errores para, como mínimo, amarrar un punto. El Valladolid tampoco propuso demasiado más, pero fue más incisivo y encontró su premio.

Caída libre El cuadro albiazul sufrió ayer su quinta derrota consecutiva y la sexta en siete partidos desde la reanudación de la competición. La dinámica es tremendamente negativa.