- Dicen que la fe mueve montañas y esa ilusión tendrá que agarrarse un Deportivo Alavés que no destila, ni de lejos, las mejores sensaciones cuando tiene que visitar uno de los campos más complicados de todo Europa. Si ya en circunstancias normales rascarle algo positivo al Atlético de Madrid -un punto, no ya ganar a un rival al que en la actual etapa no se ha superado en ninguno de los siete duelos precedentes- ya resulta una cuestión quimérica, en el estado de descomposición que ha evidenciado El Glorioso en sus últimas comparecencias se antoja como perseguir un imposible.

Pero si algo tiene esto del fútbol es que se trata de un deporte capaz de deparar las sorpresas más inesperadas en los momentos más inopinados -quién les iba a decir a los propios colchoneros que iban a apear al Liverpool de la Liga de Campeones con una exhibición en Anfield- y a ese resquicio de esperanza cabe agarrarse para que los albiazules protagonicen una reacción que suponga un giro brusco a una trayectoria última bochornosa.

Y es que lo único positivo en el reinicio de la competición es una victoria ante la Real Sociedad que ha servido para dejar prácticamente sellada la permanencia, pero en este hecho tiene mucho más que ver la inoperancia de los perseguidores que una pericia propia que se ha demostrado escasa.

La pregunta que cualquier aficionado puede hacerse en estos momentos de cara al duelo discotequero de esta noche es clara. ¿Si el Alavés ha hecho el ridículo ante varios de los peores equipos de la competición en los últimos días, cómo va a ser capaz de plantarle cara a un Atlético que se ha destapado como uno de los mejores desde la reanudación del campeonato? La respuesta lógica dice que dicho objetivo es inviable, pero la otra vertiente de la misma refleja claramente que en el mundo del balompié los imposibles no existen. Para lo bueno y para lo malo, el fútbol es así.

Eso sí, para la viabilidad de un resultado positivo, los milagros, a Lourdes. Lo que precisa de manera inevitable el equipo de Garitano es un lavado de cara profundo para quitarse de encima todas las impurezas que le han ido afeando el rostro. Una defensa que hace aguas con excesiva facilidad y que casi todos los días regala algo y un ataque carente de filo dan como resultado que solo se hayan conseguido sumar tres puntos en cuatro jornadas. Precisamente, en el único partido, contra la Real Sociedad, en el que se consiguió marcar y también dejar la portería a cero.

Esta segunda cuestión debe ser el objetivo prioritario. El Alavés no puede ir regalando goles como si tuviese en el ataque un arsenal sobrado para contrarrestar los tantos de sus rivales. Cuando es una cuestión de calidad, pocas excusas se pueden poner. El problema es que el cuadro albiazul ha sido el que ha puesto la alfombra roja en casi todos los tantos de sus oponentes. Y eso por no entrar a hablar de las concesiones en forma de penaltis evitables o expulsiones absurdas.

Si se consigue frenar a un Atlético en estado de gracia y liderado sorprendentemente por un exalbiazul como Marcos Llorente que se ha destapado como el delantero de moda, quedaría por resolver aún un apartado de tanta monta como tratar de hacerle daño a Jan Oblak. Palabras mayores, aunque el esloveno ya sufrió en sus carnes uno de los golazos de la temporada en la primera vuelta con un zurdazo a la escuadra de Lucas Pérez.

Casi con total seguridad, el preparador alavesista optará esta noche por nuevas rotaciones. Aunque en esta ocasión hay cierto margen entre partidos desde el anterior y hasta el siguiente, ante Osasuna el técnico de Bergara recurrió a sus titulares y también pasará por su cabeza tenerlos frescos de cara al duelo del próximo miércoles contra el Granada, en el que las opciones de ganar y sellar así la permanencia serán, al menos apriorísticamente, mucho mayores que en el desplazamiento de hoy. No en vano, al menos vista la tendencia última de ambos contendientes en el Wanda Metropolitano, lo que El Glorioso persigue es un imposible. Pero en el fútbol, los milagros existen.