- En el atípico día de San Juan que se vivió ayer, sin las hogueras que acostumbran a abrirlo en la noche anterior, el Deportivo Alavés quiso sumarse a las decepciones de una jornada tradicionalmente festiva para muchos. De esta manera lejos de mandar a la hoguera virtual las groseras deficiencias exhibidas en Balaídos yrecomponer su juego con la ayuda del fuego purificador se quedó a medio camino y no pudo recuperar la puesta en escena que, sin ir más lejos, mostró la semana pasada ante la Real Sociedad. Y es que el combinado de Asier Garitano compareció en el derbi ante Osasuna con una mecha muy corta. Tan limitada que únicamente le alcanzó para mantenerse en la contienda hasta poco más allá del descanso. Hasta entonces, sin desarbolar ni mucho menos a su adversario, sí que al menos se impuso a los puntos en el juego y apuntó en su haber las ocasiones más claras para desequilibrar un choque que olía con fuerza a empate a nada.

En el primer periodo El Glorioso consiguió limitar al máximo los acercamientos rojillos a las inmediaciones de Pacheco y eso le dio la tranquilidad para, aunque a cuentagotas, buscar acercarse hasta el exalbiazul Sergio Herrera. Gracias a ello comenzó a adelantar líneas con el juego directo y las habituales prolongaciones de Joselu en los muchos duelos aéreos en los que se impuso. Así llegaron unos cuantos córners a los que, sin embargo, el equipo no fue capaz de sacar ningún rendimiento y, sobre todo, tres chispazos que terminaron por determinar la suerte final del duelo.

Porque una vez más se volvió a demostrar una de las leyes no escritas del fútbol. En concreto la que advierte de que aquel que perdona termina pagándolo. Una peligrosa magnanimidad que mostraron los arietes alavesistas y que se cobró un valioso peaje de tres puntos. Falló el Alavés hasta en tres oportunidades ante la portería de Herrera. La inicial, mediado el primer periodo, fue la menos clara. Un centro medido desde la izquierda fue rematado por Joselu a ras de suelo pero la presencia de un zaguero navarro desvió el remate del gallego fuera de la meta.

La segunda fue, probablemente, la más diáfana y también la más decisiva. En una jugada que se traza con tiralíneas este curso en el cuadro albiazul, Joselu bajó con la cabeza una pelota en el centro del campo para que Lucas Pérez abriese de primera a la banda zurda. Desde allí llegó un preciso envío al segundo palo, donde apareció de nuevo el de Silleda para, aparentemente, disfrutar de su especialidad. Un cabezazo completamente solo que, contra todo pronóstico, mandó por encima del larguero.

Habría sido sin duda un gol psicológico que no llegó. Como tampoco el de Lucas Pérez al inicio del segundo periodo, cuando remató a un metro del poste desde el área pequeña tras un error de los centrales que, tras verse superados, únicamente pudieron incomodarle lo justo para que su disparo no resultase cómodo.

Otro momento clave que pudo haber inclinado la balanza hacia el lado local pero que, por el contrario, supuso todo lo contrario. En esa ocasión del gallego se terminó definitivamente la escasa mecha del Glorioso y a partir de entonces fue Osasuna quien se adueñó del encuentro sin la más mínima oposición de su rival. Tras un par de avisos iniciales llegó el gol de Toni Lato pasada la hora de juego y la más absoluta nada por parte de la escuadra de Mendizorroza, que ni siquiera pudo tirar de corazón para buscar una reacción imposible.

Joselu y Lucas Pérez pudieron anotar en momentos claves pero el equipo terminó pagando su falta de definición