Hay partidos en los que de antemano todas las señales son negativas y no se puede decir que el Deportivo Alavés viajase a Barcelona con las mejores perspectivas. Pero de ahí a los que se acabó viendo sobre el césped del RCDE Stadium va un trecho bastante grande, pues de ninguna manera nadie se podía esperar una actuación tan desastrosa. Bien es cierto que todo queda mediatizado por la expulsión a los 19 minutos de Fernando Pacheco y también es verdad que hasta ese momento el equipo de Asier Garitano había ofrecido una versión bastante reconocible y hacía augurar cosas positivas, pero a partir de ese fatídico suceso todo fue una caída en picado hasta el fondo del abismo. Cuando todo sale mal, lo único positivo es que no se puede ir a peor. Y si algo bueno tiene la acumulación de partidos sin apenas días de descanso es que el próximo jueves llega una oportunidad de redimirse en el derbi contra la Real Sociedad.

Que El Glorioso iba a tener problemas en ataque era una evidenciaEl Glorioso conocida de antemano y agravada cuando a la ausencia por sanción de Joselu se le unió la de Lucas Pérez por lesión. De los 29 goles que el equipo albiazul ha marcado esta temporada, veinte -once del coruñés y nueve más del hispano-alemán- se habían quedado en Vitoria y en el once inicial solo se acumulaban seis dianas: Aleix Vidal (2), Oliver Burke, Edgar Méndez, Rodrigo Ely y Víctor Laguardia.

Sin los dos claros referentes, la apuesta por la velocidad era clara. Y a punto estuvo de surtir efecto con una cabalgada en la que Edgar le ganó la partida a la zaga del Espanyol antes de ser agarrado y trabado por Javi López al borde del área cuando ya encaraba la portería. Con el criterio que aplicó poco después con Pacheco, González Fuertes bien pudo haber decretado la expulsión del lateral, pero es que ni siquiera señaló una falta clarísima.

Demasiados malos augurios que añadir a una primera intervención del guardameta albiazul que ya había propiciado un susto grave. Si se salvó ahí por los pelos, en la segunda su metedura de pata resultó catastrófica. Una salida mal medida en un desplazamiento en largo, un bote extraño del balón y las manos del guardameta agarraron el esférico fuera del área para evitar que Wu Lei se quedase solo para marcar. Peor el remedio que la enfermedad, pues su expulsión dejó al Alavés lastrado desde el punto de vista numérico, pero también supuso un mazazo muy considerable en lo anímico.

El equipo se hundió mentalmente y también sobre el terreno de juego. Roberto Jiménez, lo poco noticiable en positivo junto al regreso de Tomás Pina, sujetó al Alavés como pudo con varias intervenciones de mucho mérito. Pero la acumulación de errores en defensa era una constante y el balón rondaba en todo momento zonas de peligro. La incapacidad para hilvanar dos pases bueno o sacar un contragolpe suponía una condena que se iba a ejecutar más pronto que tarde.

El gol del Espanyol llegó cuando se consumía el tercer minuto de la prolongación de la primera parte y el de la sentencia llegó en el tercer minuto de la segunda. Curiosamente, dos goles en el minuto 48, pero cada uno en uno de los dos tiempos. Una rareza difícil de ver. Tan raro como la timorata versión de un Glorioso que desapareció por completo tras la expulsión de Pacheco, incapaz de dar réplica a un oponente que vivió muy cómodo y que ni siquiera notó sus propios problemas. Y es que el Alavés ni disparó en un partido en el que todo le salió mal.

Desde la expulsión de Pacheco, el equipo albiazul se desmoronó mentalmente y fue incapaz de plantar siquiera cara a su rival