- El argumento de que Mendizorroza se encontraba ya al límite de su capacidad de 19.840 espectadores tras el ascenso a Primera División y el incremento en la asistencia al estadio que se produjo en ese momento fue uno de los más utilizados por el Deportivo Alavés para justificar una notable ampliación del estadio, en un principio por encima de los 30.000 asientos y finalmente dejando la cifra en alrededor de 27.000 con la puerta abierta para seguir creciendo en el futuro. Un razonamiento sostenido por las propias cifras de asistencia durante las dos primeras campañas desde el regreso a la élite, pero que ha ido perdiendo gas en las dos últimas. No en vano, tras alcanzar su tope histórico con una media de 18.845 espectadores por partido -siempre según las cifras que ofrece el club, pues las oficiales de LaLiga se encuentran por normal general muy por debajo- en la campaña 2017-18, en el presente curso el Alavés presenta su peor estadística de estas cuatro temporadas. Unas cifras que no se van a poder mejorar en los cinco partidos que aún deben disputarse en Vitoria y que, en el caso de llegar a jugarse, serán a puerta cerrada y no podrán borrar esta sensación de que el poder de convocatoria se ha reducido de manera bastante considerable.

Como es del todo normal, el ascenso del club a Primera supuso un crecimiento exponencial en su masa social y la media de asistencia en Mendizorroza en la temporada 2016-17 se fue hasta el récord histórico de 18.323 espectadores por partido. La cifra más baja, aún en pleno mes de agosto, se vivió en el partido inaugural de la campaña ante el Sporting de Gijón (16.236 asistentes) y hasta en tres ocasiones (Real Madrid, Barcelona y Real Sociedad) se colgó el cartel de completo.

Ese techo quedó todo apenas un año después. Y es que el efecto llamada por el exitoso retorno a la élite y la necesidad de apoyo de un equipo que tuvo que sufrir desde muy pronto fueron reclamos suficientes para que la media de asistentes se incrementase en más de medio millar de espectadores, hasta alcanzar el que en estos momentos es el tope histórico, con 18.845 asistentes por partido. En el derbi contra la Real Sociedad se volvió a llenar el estadio y el registro más bajo, de 16.812 se dio contra el Levante, en un partido disputado un jueves a las 21.30 horas.

Parecía difícil crecer más. Y así acabó siendo a pesar de los magníficos resultados cosechados por el equipo de Abelardo en la campaña 2018-19. Hasta mediados del curso las cifras se mantuvieron con un decrecimiento ligero, pero la acumulación de partidos en lunes y las protestas de gran parte de la afición por estos calendarios condujeron a una reducción muy significativa en la segunda vuelta, en la que se perdieron casi dos millares de espectadores de media (de 18.333 a 16.360) para cerrar el curso con un global de 17.295, millar y medio menos que en el 2017-18. No se alcanzó ni un solo llenó y la temporada en Mendizorroza se cerró con un anodino duelo con el Girona que solo congregó a 11.549, la cifra más baja en estos cuatro años.

Tras esa relevante caída, la tendencia se ha mantenido en los catorce encuentros que se han disputado en el presente curso. Muchos de los que se fueron de Mendizorroza no han vuelto y los asientos vacíos -los dos partidos seguidos en agosto que abrieron la competición hacen mucho daño en las cifras globales, pero solo en tres encuentros se ha superado la barrera de los 18.000 que antes se rebasaba con facilidad- han seguido ganando protagonismo hasta perder por el camino una media de más de siete centenares de espectadores en cada encuentro, hasta quedarse en 16.525. El registro más bajo de la actual etapa en Primera, que no se podrá ya mejorar. Y es que, si finalmente se puede retomar la competición, que está todavía por ver, los cinco encuentros que aún se deberían disputar en Vitoria -Real Sociedad, Osasuna, Granada, Getafe y Barcelona, tres de ellos con un gran poder de convocatoria tanto a nivel local como por la capacidad de movilización de los visitantes- solo se podrían celebrar a puerta cerrada sin público.